Galata.

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Hace mucho tiempo atrás...

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Esta vez lo haría, lo dejaría en su lugar y se llevaría lo más preciado para el, para Zeus, lo lastimaría, lo haría sufrir como Zeus lo hizo sufrir a él.

Camino por el largo pasillo oscuro a paso decidió, bajó por las escaleras y se dirigió a la puerta de aquel castillo maligno y con pinta siniestra.

"Ya veras, Zeus, te quitaré lo que más quieres" musito con los ojos encendidos de furia, se vengaría, y estaba seguro que esta vez ni el mismísimo Zeus podría impedir lo que tenia planeado.

Abrió un portal, directo al mundo celestial.

Todo esta planeado muy meticulosamente, no había tiempo que perder.

Una sonrisa maliciosa se dibujo en sus labios al pasar por el portal sin ser detectado por ningún radar de la guardia real.

Tomo uno de sus collares protectores y lo apretó con fuerza, al mismo tiempo que el portal desaparecía a su espalda.

"Sello de transparencia, desactivar visibilidad" murmuro mientras lanzaba el collar al aire y este se convertía un pequeño pendiente color blanco, casi trasparente. Lo guardo en el bolsillo de su pantalón e invocó a un espejo, miro directo al espejo, pero solo pudo ver a lo que había a su espalda, mostarndose transparente, o en otros términos, invisible.

Sabia que el sello no duraría mucho, por lo que decidió que era momento de darse prisa.

Camino hacia el castillo de cristal. El castillo estaba rodeado de guardias y hechizos protectores, pero estaba seguro de que no habría problemas por lo segundo.

Se acercó a la puerta y camino entre los dos guardias. Sacó una varita de su bota y la agito en un extraño ademán al mismo tiempo que se abría la puerta y los dos guardias caían al piso, muertos.

Siguió por el pasillo, a paso cada vez más rápido. Subió algunas escaleras y abrió la puerta de un tirón.

"¿¡Hades!?" Preguntó la mujer que estaba sentada en su cómoda cama.

"El mismo" mascullo el, un poco extrañado de que la mujer pudiese verlo aún con el hechizo de transparencia.

"¿Cómo has llegado hasta aquí?" Dijo la mujer con recelo, mientras con la mano en la espalda realizaba un hechizo de protección para aquel ser que dormía en la habitación de a lado.

"Bueno, se suponía que nadie puede verme. Me extraña que una mujer como tú pudiese verme, Galata" le dijo él intentando lucir tranquilo y sereno.

Pero Galata sabía que Hades estaba rebosando de furia, que ella, la esposa de su enemigo pudiese verlo era una mala señal para el, y ella sabía perfectamente que pasaba con las personas que Hades creía que estorbaban.

"Bueno, después de todo yo tengo el don de ver lo que la gente esconde" le respondió la mujer con una sonrisa.

"Oh, cierto, lo había olvidado" dijo él y se dio un leve golpe en la frente, vaya que había sido tonto, olvidar algo como eso era realmente patético, se suponía que él tenía planeado cada detalle de esa misión, pero no, se le olvidó que la mujer de su archienemigo tenía el don de ver cosas más aya de las que un ojo normal vería.

"Bueno, Hades. Ahora que eras aquí por qué no me dices a que has venido" Galata sabía que no debía de perder el tiempo, que no debía de desperdiciar nada, que en cuanto Zeus llegara ella y el ser que estaba en la habitación próxima estarían a salvo.

"Vamos, Galata. No seas ingenua, sabes por qué eh venido" dijo Hades frunciendo el ceño.

Ella lo miró con tristeza.

"Deberías superarlo, Hades, eso pasó hace décadas" le dijo ella intentando que el hombre recapacitase.

"No, no pudo superar nada, él mató a mi esposa, ¡Dejó a mi hijo sin madre! ¡Nunca le perdonaré haber matado a Surian! ¡Ella era una mujer buena! ¡Nunca cometió nada malo!" Explotó el, enojado, furioso, roto.

"Te equivocas" dijo ella también enojada "Surian nunca fue un pan de Dios, Hades. Ella mató a mi segundo hijo, Titus ¿sabes por qué? Por celos, ella no había podido tener un hijo en ese momento, y, como yo si, decidió matar a Titus, a mi amado hijo, todo por sus estupidos celos." Escupió enojada cada palabra "Surian era mala, despiadada y no le importaba lo que a los demás les pasar-"

"Mientes" le interrumpió él, seguro de su esposa.

"Sabes que no puedo mentir, Hades"dijo Galata, sabiendo que eso era verdad, y que su castigo -o don- de ver le daba esto como precio, como regalo, tal vez.

"¡Mientes!" grito furioso.

"Sabes que no"

"No, no es verdad" dijo el "ahora, dame a ese niño" exigió.

"Nunca" dijo "sobre mi cadaver"

Hades suspiró.

"Como quieras" gruño.

Y con un ademán, Galata, la mujer de su enemigo, había caído al piso alfombrado; muerta, y con una última lagrima cayéndole por la mejilla.

"Sabes que no tenía opción, Galata, amiga mía, sabes qué pasa con las personas que consideró un estorbo" suspiro el de nuevo "y sabes que lo mío no es hacer excepciones."

Cambio mágico «Stinglu».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora