Como dos lunas

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Narra él.
El beso fue interrumpido por una sonrisa, qué sonrisa, volví a sus labios como un imán, ella mordisqueando mi labio con delicadeza, aquello me ponía mal. ¿A qué venía la delicadeza? Un poco desesperado mordí su labio y tiré de él con fuerza. Un  gemido suave salió de sus labios, acto seguido la tomé de las caderas y la hice recostarse, quedando yo en cuatro puntos encima de ella, besé su mejilla, bajando por su cuello hasta quedar en su clavícula y regresar a sus labios, comencé a ser consciente de sus manos por mi cabello, en mi espalda, mordió mi labio con fuerza y sonreí, dibuje una línea suave con mi lengua hasta su cuello, mordí y succioné por unos segundos, ella gimió suavemente. -dejará marca.

Terminé tirando con los dientes, y me quedé pegando su nariz con la mía. - es el punto.

Ella se llevó una mano a donde había ocasionado la marca y sonrió, una sonrisa tan brillante que me hizo desear más que sólo besar su cuello.

- te quiero. - susurró.

Quitándome de encima, me tiré junto a ella utilizando el peluche de almohada, miré el techo, aquel techo lleno de estrellas artificiales había pegado cuando éramos unos niños.
****
por favor. – sorbió por la nariz, con lágrimas  embarrando sus mejillas sucias por la tierra, su madre volvió a negar, esta vez más enojada, conocía ya esa mirada, era un no definitivo y si Erin seguía insistiendo, tendría que irme a casa pronto, porque su madre me lo exigiría, porque cree que soy mala influencia para Erin. Siempre ha dicho que por mí se ha vuelto más terca, pero no lo creo, nos hemos formado tan juntos que a veces no se puede diferenciar que es más suyo que mío. Erin volvió a pisar con fuerza, haciendo que el polvo se levantara nuevamente.
–¿por qué no nos dejas?
– te he dicho que hace mucho frío y tú sigues muy enferma, no pueden dormir en el patio. – su madre llevó las manos a la frene de Erin. – todavía tienes fiebre, tienen un minuto para estar dentro o Kyle no vuelve a esta casa. – se dio media vuelta y entró a la casa, dejando la puerta abierta. Resignada Erin me miró, yo traté de sonreírle pero sólo sirvió para que a Erin se le llenarán de más lagrimas los ojos, tímidamente me acerqué y tomé su mano, haciéndola caminar detrás mío mientras entrábamos a la casa, ella cerró la puerta con seguro y sin más nos fuimos a dormir.
Al día siguiente Erin amaneció peor, la fiebre no bajaba y comenzaba a perder cada vez más peso, su madre tomó la decisión de ir a uno de esos hospitales particulares, de esos donde te cobran hasta por usar la puerta para entrar (y no solo eso, ¡también para salir!) fue internada por casi cuatro días y medio, para su regreso, su madre me había otorgado las llaves de su casa, a petición mía, por supuesto. Una tarde anterior a su regreso, le había pedido a mi madre que me llevase a la juguetería que se encontraba en el centro comercial, ese bendito centro comercial que estaba a más de una hora, ella me había puesto mala cara al principio, claro que cuando la convencí tuve que pagarle unas cuántas rosquillas . Compré estrellas, todas las que pude pagar, unas cuantas lunas y planetas, de esas que brillan muy hermoso en la oscuridad. Llegué por la noche anterior y coloqué cada una de ellas en el techo de su habitación, ahora podría ver las estrellas, mis estrellas.

Cuando ella regresó del hospital y entró a su recámara, entré con ella, le pedí que apagara las luces y mirara. Ella dijo que eran perfectas, después de eso escuché como sollozó toda la noche, mientras yo la abrazaba.

Jamás supe si hice algo demasiado bueno o algo demasiado malo, pero debió de ser bueno si las estrellas seguían allí arriba. ¿No?

–¿Kyle?

Giré mi rostro, pude notar por la manera en la que su frente se arrugaba que estaba confundida.

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