9. Reinicio

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Breve historia narrada en seis poemas consecutivos, ubicados a partir de la parte siguiente. Leerlos en el orden que aparecen. Se recomienda leer antes las siguientes líneas introductorias, que resumen metafóricamente la historia narrada:

Caía dentro de un pozo sin fondo, dentro del más negro abismo, condenado a descender sin pausa a través de él, pero llegaste tú, solo porque sí, porque tenías que llegar. Parada al borde del pozo, me arrojaste una cuerda, una tan larga que, a pesar de estar cayendo, seguía viendo ahí a mi lado, esperando a que me sujetase de ella.

Cuando me decidí a hacerlo, comencé a ascender desde la oscuridad, desde donde no alcanzaba a verte, pero podía escuchar tu voz, llamándome desde afuera, motivándome a subir, incansable. Tras tanto tiempo cayendo, me diste una razón para salir, dijiste que esperabas por mí, ya podía distinguir tu silueta, mirándome desde afuera, haciéndome desear estar ahí.

Comencé a ver la luz, cada vez más cerca, deslumbrando a mis ojos, prohibiéndome ver tu rostro tomar forma al acercarme, no dejándome ver cómo tus brazos halaban la cuerda para intentar ayudarme a subir. Pero no lo necesitaba, yo era fuerte y lo lograría, saldría y finalmente te tendría.

Como náufrago que alcanza la orilla, grité de júbilo al tocar el borde, con todas mis fuerzas tiré de la cuerda y me impulsé fuera de aquel abismo. Pero al abrir de nuevo mis ojos, recién adaptados a la luz, no te vi por ninguna parte, solo al extremo de la cuerda atado al borde del pozo, donde siempre había estado. Tú te habías desvanecido, tú nunca habías estado ahí, tú ni siquiera habías existido, tú eras una ilusión.

Creía que al salir del pozo mi felicidad estaría esperándome, aguardando por mi allí en el borde, pero entonces miré hacia atrás y vi el escabroso camino que me había llevado a caer en aquel agujero infinito, y luego miré al frente y vi un nuevo camino, antes cubierto de una espesa niebla, que ahora se despejaba ante mi. Entonces, lo comprendí todo.

Sí había encontrado la felicidad al salir, pero ella no era una persona, ni era un objetivo a cumplir. Ella había estado ahí, dentro de mi, motivándome a subir por la cuerda, a alcanzar el borde, a convencerme de no seguir cayendo. Ahora, ella estaba ahí conmigo, haciéndome sentir libre, tanto para decidir avanzar como para decidir volver. Y yo ya había decidido. Decidí avanzar y recorrerla a ella.

Porque la felicidad no está al final de ningún camino...

La felicidad es un camino...

Zoran Stojanovich (2015)

Crear, Luego ExistirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora