TRES

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*Una semana después de que Beth despertó*

Primordial era estar sentada frente a un ventanal gigantesco que en sus mejores días Beth hubiera temido de si quiera pensar en estar ahí, pero ahora sin más se subía a mirar el desastre en el mundo en el que vivía. ¿En cuál de todos esos edificios podrían estar sus amigos?, era una pregunta que se hacía constantemente, pero cuando logró recuperarse del todo se convenció a si misma de que si se trataba de sus meros amigos no irían a la ciudad ni aunque promocionaran comida y agua gratis de por vida, eso era lo que más tenía valor hoy en día ni imaginar que hace un par de años lo que mandaba el mundo eran papeles y circunferencias de cobre a las que todo mundo llamaba "dinero". Recordó a su hijo y se le hizo imposible no derramar lágrimas, se sentía impotente y aunque no quería imaginarlo existía la posibilidad de que estuvieran muertos, como no si ahora afuera era tan peligroso que cualquiera incluso el más luchador podría morir.

Se secó las lágrimas con ira e impotencia, recordándose en voz baja:

—Ya no lloro más —recitó una y otra vez mientras seguía secando esas lágrimas que caían con descontrol por sus mejillas.

Golpearon a la puerta y después entró Sarah con mucho temor a donde estaba Beth, cuestionándose si acercarse más o no, según el Dr. Steven era normal la reacción de la paciente después de un trauma cerebral como el que tuvo Beth.

—Srta. Greene, su ropa está lista... la han lavado y planchado para usted —dijo acercándole la ropa doblada con mucho cuidado para no molestarla.

—Gracias —suspiró Beth y recibió la ropa entre sus manos y procedió a dejar la ropa a un lado. – ¿Crees que esté bien que salga?- preguntó resignada, no podía ser pesada con Sarita, era la única que la había ayudado en todo este largo tiempo.

—Deberías descansar un poco más Beth, pero si es muy urgente creo que una salida no te vendría nada mal—le sonrió y Beth aunque no quería le devolvió la sonrisa.

Buscó hasta por el subterráneo su navaja, pero le fue imposible hallarla y estuvo a punto de llorar, Maggie se la había conseguido durante la prisión para ella y era única, una especie de navaja de edición limitada que tenía mucho valor sentimental. Además la había usado por primera vez con Daryl en el escape de la prisión eso aumentaba el afecto y la impotencia de haberla perdido.

Se resignó y salió con la ropa de paciente, desarmada y con una cara que espantaría a cualquiera que se atreviera a cruzársele en el camino. Jamás imaginó encontrarse así de esa manera, pero la vida le había dado una segunda oportunidad y no la desaprovecharía. No dejó de caminar hasta llegar a un pequeño lugar aislado donde el pasto cundía y los árboles rodeaban aquello, al ver la cruz con ese sombrero tan peculiar y conocido Beth no evitó arrodillarse mientras sus labios se iban abajo y sus ojos se llenaban de lágrimas. Ella pudo despedirse de Tyresse, pero no era justo. Le hubiera gustado quedarse con él, ahora no tenía nada y no sabía dónde diablos estaba toda su familia. Se sentía perdida, sola y hasta traicionada.

—Perdón Tyresse, debí quedarme contigo—sollozó.

Antes de que pudiera seguir lamentándose se retorció de un dolor insoportable que le hizo revolcarse en el suelo de dolor, esperaba no desmayarse o no atraer a alguno de los caminantes con los gritos que se le escapaban frente al a esas punzadas que le daban gusto en la cicatriz y que la estaba carcomiendo.

De pronto abrió los ojos y el cielo celeste le daba una buena mañana, no evitó sonreír mientras se incorporaba. Al menos estaba viva, no comprendía como era que los muertos no se la habían llevado o como no estaba caminando entre ellos. Rodeó sus piernas con sus brazos y dio un gran suspiro.

It's HurtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora