Capítulo 24

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Él no dice nada, se traga las palabras que me iba a decir y se mete las manos en los bolsillos. Lo quedo mirando y me encamino de nuevo a salir del baño. Pero Julian en un movimiento rápido, me deja acorralada, sin tener la oportunidad de salir por la puerta y olvidarme de todo este tema que ya me está dando dolor de cabeza. Seguramente cuando lleguemos a casa Abril me hará un cuestionario de porqué me demoré tanto con Julian en el baño. Será una larga noche.

—No has respondido mi pregunta.

Dice, seco. ¿Quién te puede entender, Julian? Tengo unas ganas de empujarlo y salir de aquí, ir a ver a mi madre porque es lo que más me importa ahora. Tengo toda mi mente centrada en el caso de vida o muerte de mi mamá y el tema de Julian (que ya lo estaba empezando a olvidar) me viene a meter en mis planes. Estoy estresada, me dan a ratos fuertes dolores en la sien y estoy segura de que es por la falta de sueño que he tenido estos días. Ojalá no pase nada grave, no quiero terminar en una clínica tan horrible como esta.

—¿Qué pregunta? —digo, haciéndome la inocente—. Me has echo tantas preguntas que ya estoy enredada.

Él suspira, cansado. Deja caer sus brazos a los lados y se apoya en el marco de la puerta. Se pasa una mano por el pelo y evito tener contacto visual. Sí quiero ser dura, distante y cortante con el asunto, lo que más debo tener en cuenta es no mirarlo a los ojos.

Cambio de opinión cuando veo que sus pies dan cortos pasos para poder acercarse a mí. Estamos demasiado cerca. Está evadiendo mi burbuja personal en la que nadie ha podido entrar. Logra quedar tan cerca que nuestros cuerpos se rozan y yo intento permanecer quieta y con la cabeza gacha. Pero, como siempre, consigue leer mis pensamientos y posa su mano en mi mentón, elevándolo lentamente. Puede que haya alzado mi cabeza, pero mi mirada está fija en la baldosa grisácea que cubre el suelo.

—Mírame, por favor —susurra.

Lo sabe. Sabe que sus ojos son mi punto débil. Paso la lengua por mi labio inferior y me la muerdo. Estoy tan jodidamente nerviosa que no tengo ni tiempo para ponerme a pensar en algo inteligente para salir de esto. Para mi suerte, una señora de unos treinta años entra al cuarto de baño, haciendo que Julian se separe unos cuantos pasos de mí. La señora nos mira divertida, y yo salgo rápidamente, para cubrir mis mejillas teñidas de fuertes tonos de rojo.

Me siento al lado de Abril, que se encuentra en la misma situación: escribiendo en su celular. Intento hacer oídos sordos al molesto sonido de las yemas de sus dedos chocando contra la pantalla del aparato. Cuando termina de hacerlo, me echa un vistazo; me está hablando con la mirada. Sus ojos azulados me preguntan como me fue con Julian. Yo le respondo con una mueca y miro hacía abajo, como una fracasada que no sabe aprovechar los momentos. ¡Era el tiempo perfecto de que sucediera algo! Pero, soy demasiado retrasada para hacer las cosas que me dice el corazón para relacionarlo con mi mente.

—¿Quieres ir a casa ya? —me pregunta. Yo niego con la cabeza, quiero saber el diagnóstico de mi madre. Ella se levanta del asiento y se cuelga la cartera—. Me tendré que ir. Llegaré temprano. ¿Querrás que te traiga algo? Te dejé dinero en el bolsillo de tu chaqueta. Prometo llegar temprano para saber lo de tu mamá. ¿Ya? Te quiero.

Deposita un beso en mi mejilla y comienza a ordenar las cosas desparramadas sobre la fila de asientos. Toma su casaca, un paquete de papas fritas vacío, unos envases de café que fueron tomados por la boca de Fred esta la mañana, la sábana rosa chillón, las llaves de la casa y se agacha a recoger un recipiente de sopa para uno que también es de Fred. Cuando se está dirigiendo a las puertas de salida y puedo ver su pequeña silueta al final del pasillo, eleva la voz y me dice:

—¿Estás segura que te quieres quedar ahí, sola?

Estoy apunto de decir sí con la cabeza, pero siento que un cuerpo aplasta el asiento próximo al mío y que un brazo pasa por mis hombros. Su exótico perfume inunda mis fosas nasales y me quedo atontada por un momento, para después sacudir la cabeza y encontrarme con sus ojos mieles mirándome fijamente.

—No te preocupes, yo me quedaré con ella.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora