Capítulo 5

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Odio que mi mamá haga eso. En serio me molesta.

Suelto una carcajada sin humor e intento olvidarme de el color rojo que se apodera de mi cara. Miro a Julian y él sonríe, moviendo la pierna con incomodidad.

—Voy a ir a bañarme, mamá. Él es Julian, un amigo.

Subo las escaleras y me doy prisa. Tomo una ducha, me visto y me maquillo un poco. Centenares de nubes cubren el cielo y empieza a correr viento frío. Hago una mueca y busco un jersey en mi clóset. Me coloco uno negro y que es de polar, pues estoy segura que en pocos minutos el clima se pondrá más frío de lo que está. Bajo las escaleras y escucho la voz de Julian y la de mi mamá, conversando. Ojalá que a mi mamá le agrade Julian, la mayoría de las veces, de los pocos amigos que he tenido, mamá me prohibía hablar con ellos porque les daba mala espina. Nunca entendí el porqué de su repentino odio con las personas me que juntaba.

Los veo a ambos sentados en el sillón conversando animadamente. Se ve bastante extraño, mi mamá nunca hablaba con mis antiguos amigos. Le hago una seña a Julian, haciéndole entender que quiero irme de aquí. Él sonríe y se levanta del sofá, se despide de mi mamá y salimos juntos por la puerta de calle, con ni la menor idea de donde iríamos.

—¿Qué hablabas tanto con mi mamá? —le pregunto. Él se encoje de hombros y se humedece los labios.

—Me preguntó algunas cosas y yo las respondí, nada importante —responde. OK, éso es malo. Tal vez las preguntas de mi mamá fueron incómodas. Frunzo el ceño y me meto las manos en los bolsillos.

—¿Preguntas incómodas?

—No. Las que son normales. Pero no te preocupes, está bien.

No volvemos a cruzar palabra mientras le sigo el paso a Julian. No sé a donde vamos, ni por cuál calle estamos caminando. Los pies de Julian empiezan a dar pasos lentos, pero seguros, y yo no sé sí hacer lo que él está haciendo o seguir caminando. Él queda detrás de mí y pasa sus brazos por mi cintura, depositando un beso en mi mejilla. Sonrío, y esta vez, no siento un intenso calor en mi cara.

—¿A dónde vamos?

—Sí ayer conocí tu casa y hoy conocí a tu mamá, hoy quiero que tú hagas lo mismo —las comisuras de sus labios se curvan y siento un hormigueo en el estómago. ¿Yo? ¿Conocer su casa y a su familia? Dios mío... ¿estaré presentable? Ya ni me acuerdo como me vestí hoy. Bajo la mirada y me analizo: son unos jeans rasgados, converse negras y el jersey que tengo encima. ¿Mi rostro estará bien? ¿Se me habrá corrido el maquillaje? Que incómodo es esto.

—Oriana, deja de mirarte, estás preciosa. Nadie te dirá nada.

Saca la mano de mi bolsillo y la junta con la suya. Inmediatamente, el frío que inundaba mis dedos hasta llegar al punto de no sentirlos, desaparece al cálido tacto de su mano entrelazada con la mía. Con el pulgar acaricia suavemente mi palma y la piel se me eriza. Sonrío a la bonita sensación.

Caminamos dejando atrás otros dos condominios. Entramos a un vecindario con unas hermosas casas; seguramente son más grandes que la mía. El césped está perfectamente cortado, de un verde vivo y se ven algunas gotas de rocío que no se han secado todavía. Entramos y Julian saluda con una sonrisa al viejo guardia que está parado con un celular en la mano y tomando café. El anciano sonríe y nos da la bienvenida. Me llama la atención, pues el guardia de mi condominio es muy serio, creo que la única vez que lo ví sonreír fue ayer, cuando Julian lo saludó. Tal vez la gente de mi condominio es más reservada y no lo saluda al llegar. Por aquello debe tener un rostro tan sereno todos los días que lo veo.

—¿Por dónde es? —digo algo aturdida por la cantidad de casas. Debe ser el doble más grande que mi condominio.

—¿Ves la plaza? —asiento con la cabeza fijando mi mirada en la gran plaza que está llena de niños jugando en los columpios y balancines—. Por la calle que está a la izquierda.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora