Capítulo 10

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—¿Quieres ir a mi fiesta esta noche?

Una sonriente Nicole está al frente de mí, con una invitación de color lila extendida hacía a mí. La tomo con el ceño fruncido, pero me doy cuenta de la fecha y recuerdo que es para celebrar su cumpleaños. Está con una fina caligrafía el remitente, la dirección, la fecha y el destinatario. También le entrega una a Abril, ella deja de comer su ensalada y coge la tarjeta de invitación.

—Claro que iremos. ¿Es formal o…? —pregunta Abril. Nicole le sonríe y revisa las invitaciones que le quedan.

—Creo que será… formal. Sí, formal. Ya sabes, cumplo mis dieciocho. Y me gustaría verlos a todos elegantes.

Yo asiento con la cabeza. No me gustan las cosas formales. De seguro que le pediré un vestido a Abril, que ama los vestidos, los tacones, cosas por el estilo. Yo lo único que tengo en mi clóset son pantalones, cinco pares de zapatillas, remeras con estampados y jerseys. No tengo ningún tipo de tacones y mi mamá desde que se divorció de mi papá no va a fiestas elegantes ni nada, no se viste como solía hacerlo.

—¿Irás a mi casa hoy día? Quiero que vayas perfecta.

Evito frotarme los ojos y soltar un suspiro. Odio eso. Pero creo que lo haré por Abril. Ella quiere ir y tendré que aguantarme todas sus mañas, las salidas a la peluquería, las horas de estar probándome montones de vestidos, zapatos, el maquillaje. Simplemente: una muy horrible forma de perder el tiempo.

La última hora de literatura se me pasa volando. Julian hoy no se quedaba a reforzamiento, por lo que sale más temprano. Lo extrañaba. Ya no se sentaba tan seguido al lado mío, porque ahora Abril le quitó su puesto y también porque… bueno… está con Nicole.

Tocan el timbre de salida y Abril me toma de la mano, arrastrándome por los pasillos del instituto hasta llegar a su coche. Ruedo los ojos mirando hacía otro lado y la rubia conduce hasta el centro de la ciudad. “Ahí hay millones de peluquerías” pienso.

—¿No quieres hacerte algo en pelo? ¿Algo nuevo? —pregunta rompiendo el silencio al ver mi cara de disgusto al pasar por los centros de belleza. Frunzo los labios y la miro.

—No… no creo. Prefiero… no sé, que me corten las puntas. Pero que me dejen con el cabello normal.

Abril afirma y me dice que se quiere teñir unos mechones más oscuros. Le insisto que su hermoso rubio natural va a quedar hecha una porquería. Se encoje de hombros y se queda con la duda mientras entramos al centro de belleza de una prima de ella. Aproximadamente estamos unas dos horas en aquella peluquería, Abril se emociona con todo, hasta me ruega que nos hagamos manicure. Mi cabello queda bien, con las típicas ondas que me gustan y me queda un poco más corto que lo normal, más debajo de los hombros. Abril me hace caso y no se tiñe, sólo se lo lava y se hace un corte liso.

Me niego a pasar a almacenes llenos de caros vestidos, Abril se queja, pero me dice que realmente tiene los suficientes vestidos para poder escoger uno para mí y uno para ella. Manejamos hasta su casa y saca todos los vestidos del armario.

—Primero elegiremos el tuyo. —Dice, colocando todos los vestidos en una hilera sobre la cama—. ¿De qué color los quieres?

Todavía estoy en shock viendo la inmensa cantidad de vestidos que están sobre la cama. Largos, cortos, sueltos, apretados, con diseño, sin mangas, atrevidos, infantiles, oscuros, de color… millones a mi disposición.

Quería uno que no me haga llamar tanto la atención, así que elegí uno simple de color negro, corto, hasta unos tres dedos arriba de la rodilla, sin mangas y apretado en la parte del pecho y suelto de la cintura para abajo. Abril me presta su baño, me doy una ducha rápida y comienzo a vestirme. Me coloco el vestido y ella me da unos tacones negros punta aguja, de unos diez centímetros. Trago duro saliva, esta noche los pies me quedarán hechos mierda.

Me pasa un cinturón grueso, que según ella venía con el vestido, que se coloca en la parte de la cintura. Me doy los últimos retoques en el cabello y dispuesta a que Abril haga lo que quiera con mi cara.

Abril está vestida con un lindo vestido crema, ajustado, corto, pero a la vez elegante con unos tacones negros. Se puso una chaqueta de cuero negra encima. Se veía muy bien. Demasiado diría yo.

—Quedarás preciosa —murmura antes de sacar la caja llena de maquillaje que tiene. Me maquilla los ojos, dejando las pestañas larguísimas, me los delinea, echa un poco de sombra en mis párpados, luego algo de rubor en las mejillas, cubre las imperfecciones de la cara con un corrector para las ojeras… me sentía plástica usando todos estos cosméticos. ¿Pero qué va?

A lo último, coloca una capa de labial rojo carmesí en mis labios. Me sacude un poco el cabello y da un salto en donde está parada. Sonríe y me lleva al baño.

—¡Mírate, dios! —exclama.

Sinceramente no me reconozco. Estoy demasiado maquillada, demasiado “perfecta” a como soy yo en realidad. Aunque admito que no estoy mal. Me gusta ese toque en los ojos y que el vestido  no tenga mangas, para que resalten más mis clavículas bien marcadas.

—A pesar de que te ves estupenda, debes comer más. Estás en huesos, Ori.

Levanto los hombros en signo de que no me interesa. Sí no tengo hambre, ¿para qué forzarme a comer?

Espero a que Abril termine de maquillarse, con los regalos en la mano (Abril le compró un sweater bastante bonito y una cartera, de esas que le gustan a Nicole) salimos al auto. Abril maneja hasta la dirección que es cerca de su casa, y ya se escucha el fuerte sonido de la música inundando las calles del vecindario de Nicole. Se estaciona y ambas salimos tomadas del brazo hacía la casa de la cumpleañera. Me pone nerviosa esto… ¿qué pensarán de mí? Nadie me ha visto así… nunca. ¿Estará Julian?

“Claro que sí estará, Oriana. Es casi el novio de Nicole”.

Y no me equivocaba. Ahí estaba él, vestido con un elegante terno negro, corbata azul marino, el calzado bien lustrado y camisa blanca. Se ve guapísimo, que me provoca caminar más lento de lo normal, porque no quiero que me vea. Está justo ahí… apoyado en el marco de la puerta, recibiendo a todos los invitados. Se ve jodidamente hermoso.

—Vamos, Ori —me susurra Abril al darse cuenta de mis pausados pasos.

Sigo los pasos de mi amiga con la cabeza gacha. Apreto mi chaqueta a mis brazos, la temperatura está bajando cada vez más y el viento sopla fuerte, alborotando mi cabello. Veo el movimiento de mis tacones al pisar la cerámica, no quiero tropezarme y ser el hazmerreír de toda la fiesta. La sangre acumulada en mis mejillas arde y mi cuero cabelludo pica.

—¡Eh, Abril! —dice una voz insoportablemente familiar. No dejo de mirar el suelo. ¿Puedo ser más inútil?

—Eh, Julian —lo saluda con un beso en la mejilla, sin soltar mi brazo.

—¿A quién trajiste? ¿Quién es esta hermosa dama?

Siento los cálidos dedos de Julian adueñarse de mi mentón y levantarlo con lentitud. Me mira y sus pupilas se hacen más pequeñas. De sus labios aparece una hermosa sonrisa y a continuación se muerde el labio. Lo miro fijamente, donde sus hipnotizantes ojos mieles brillan con intensidad.

—Estás preciosa —titubea—. Eres realmente… hermosa.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora