Capítulo 33

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Oculta la cara entre sus manos, avergonzado. Yo estoy seria, sin ninguna expresión en mi rostro, intentando analizar las palabras que me ha dicho. Mi sistema nervioso no funciona y los sesos de mi cerebro se revuelven en mi cabeza, haciendo que me palpite la sien. Trago duro saliva y todas las palabras tranquilizadoras que estaba por decirle me queman el esófago.

Me deslizo por el espacio que nos separa y enredo mis torpes brazos en su torso. Él se pone tieso, pero acaricio su cabello con mis dedos y siento como se estremece. Deposito un beso en su cabeza y él levanta la mirada. Sus ojos inundados en dolor, arrepentimiento y confusión. Están al borde de las lágrimas, pero es fuerte y trata de tragárselas.

—Bésame, Julian —susurro en sus labios.

Con un movimiento tembloroso, sus labios atacan los míos y puedo sentir lo dulce del chocolate mezclarse con el sabor auténtico de su boca. Su lengua lame mi labio inferior y gimo. Eso lo hace enloquecer y está a punto de ponerme en su regazo. Coloco mis manos en su pecho, deteniéndolo.

—Julian, estamos en una cafetería.

Él parpadea varias veces. Luego enfoca sus ojos en mis manos contra su pecho y besa por última vez mis labios brevemente. Cuando me da su mano, la doy vuelta, buscando alguna que otra cortadura en sus muñecas, pero no encuentro nada. Él entiende y se levanta un poco la remera que trae, dándome a conocer sus abdominales. Todavía no veo nada, pero toma mi dedo índice y traza una línea por su cadera descubierta. Como sí fuera magia, mi dedo libera una cicatriz enrojecida y él hace una mueca. Veo mi dedo y puedo ver que is huellas digitales están manchadas con maquillaje. Abro los ojos con sorpresa.

—Es base, se la quité a mi mamá hace unos meses. —y me da una sonrisa triste.

—¿Dónde más? —susurro en un tono casi inaudible. Sus pupilas se dilatan y aprieta los labios.

—En la espalda y muslos. Nunca me atreví en las muñecas. Además sería más obvio de descubrir.

Me tapo la boca con una mano y no aguanto. Las lágrimas brotan de mis ojos, agua acumulada desde que me dijo que ya no tenía problemas y no necesitaba a ir a las juntas. Julian seca mis lágrimas con las manos temblorosas.

—No, no llores por favor —dice en un susurro.

—¿Hace cuando hiciste tus últimos cortes?

Fruce el ceño y me dedica una sonrisa.

—Adivina.

—No seas tonto, no lo sé.

—El día que te conocí, Ori. Desde que te conocí, dejé de hacerlo.

Me quedo boquiabierta. ¿Desde que me conoció? ¿Por qué? Julian toma mi mano y la acaricia. Observo su rostro e intento encontrar una imperfección. Pero fallo en el intento. Su piel blanca, con algunos lunares salpicados en su mejilla, sus ojos con matices avellanas y mieles mezclándose de manera uniforme en su iris, con sus grandes y negras pupilas reflejando mi rostro sin expresión. Su nariz recta y pequeña, sus labios gruesos e hidratados, su cabello marrón brillando por la luz amarilla de la cafetería.

—¿Podemos irnos? —murmura. Yo asiento con la cabeza, saliendo de mi transe. Él toma mi mano y le paga a la cajera.

Caminamos por la calle y millones de estrellas están iluminando el cielo y acompañando a la luna creciente que está en el centro de la gran capa azul marino que envuelve nuestro planeta. Su mano entrelazada con la mía es el toque más hermoso que puedo sentir.

Nos sentamos en la vereda de una calle sin salida. Yo lo miro, admirando el perfecto chico que está a mi lado y que... puede que sea mío. Porque lo siento así. Que me pertenece.

—Te quiero. ¿lo sabías? —le digo. Eso lo hace voltear y que nuestra cercanía sea abundante. Puedo sentir su calmada respiración sobre mi rostro. Él sonríe.

—Yo no te quiero.

Arrugo el entrecejo y suelta una adorable risita.

—Se podría decir que te quiero más de lo que debería.

Y levanta mi mentón, para besarme de la manera más dulce que jamás pude imaginar.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora