Capítulo trece

65 4 0
                                    


Me siento como una inevitable bomba de tiempo a punto de explotar y justo cuando creo que he alcanzado el límite, el sonido de la puerta abriéndose me pone en alerta.

Sé que es ojos oscuros. Sus pasos hacia mi son lentos y sonoros en medio del cortante silencio y exhalo sin que él pueda notar mi frustración; lo menos que quiero es ser agresiva. Con cualquiera menos con él, quien muchas veces ha salvado mi vida y quien ha estado conmigo hasta en el peor de los días.

Lo he esperado en la sala, sobre el sofá que alguna vez fue de su madre y que ahora es nuestro.

Él se para frente a mi; no miro su rostro. Siento su mano apoyándose con palma abierta en la parte trasera de mi cabeza y seguido de ésto se inclina para besar mi frente en señal de saludo ó algo. Él siempre hace eso.

Ojos oscuros da unos cuantos pasos, rodeando la pequeña mesa de cristal en medio del conjunto de muebles, y se sienta en uno quedando frente a mi. Es cuando lo miro; no es de mucho hablar y sé que espera —en silencio— a que yo de algún modo inicie la conversación y es lo que pienso hacer.

—¿Dónde estabas? —Le pregunto ya que es lo más importante que me interesa saber.

—Por ahí —contesta. No me extraña su corta respuesta, porque como dije antes, no es de mucho hablar. Lo miro por un instante, como para analizarlo, empezando por sus piés y zapatos de vestir.

Me detengo justo en su cuello en el que no tiene corbata. Es una persona obsesiva con sus trajes —que eran de su padre— y que no tenga corbata, siendo él tan perfeccionista, me hace imaginar ciertas cosas.

—¿Por ahí dónde? —Vuelvo a preguntar. Él se queda en silencio con sus ojos negros que sé que están esquivando mi fija mirada—. ¿No vas a decirme?

Él no dice nada.

—Supongo que eso es un «no» ¿ah? —Insisto de nuevo pero él sigue sin decir nada.

No pienso pasar el día en ésto así que me levanto para irme.

—Lo siento, reina —dice él—. Estuve... Con una señorita.

Lo que acaba de decir hace que en mi rostro se forme una sonrisa, pero cargada de confusión.

—¿Qué? —Pregunto—. ¿Cómo es eso? ¿A qué hora te fuiste?

—A las seis.

—¿Tienes novia? ¿Por qué no me dijiste? ¿Quién es? —No sueno entusiasmada, más bien sueno molesta. No es lo que quiero.

Ojos oscuros me mira y desvía su vista hacia el piso. Me doy cuenta de lo que estoy haciendo porque sé que a veces puedo hacerlo sentir mal; él no demuestra mucho sus emociones, pero eso no significa que no las tenga. Sólo temo a que alguna chica estúpida lo pueda lastimar.

—No es una novia. Ella no me agrada —dice y me mira.

—¿Entonces? —Insisto mostrando obviedad en mi tono—. ¿Si no te agrada por qué la ves?

—Ella me da dinero que traje para ti, reina.

—¿Por qué te da dinero? —Frunzo las cejas—. ¿Es algo así cómo una amante ó qué?

—Lo siento —evade mi pregunta principal. Quiero saber quién es la chica, pero odio presionarlo—. No quise irme sin avisar.

—Pero lo hiciste. No me gusta nada de ésto.

—Lo siento —dice de nuevo y me levanto del sofá para luego resoplar.

Me acerco a él y me inclinó un poco para tomar su mano y hacer que se pare. Ojos oscuros baja la cabeza haciendo que un poco de su cabello caiga hacia adelante y al que por inercia vuelvo a su lugar.

—No confíes en nadie, ojos oscuros —le digo al agarrar su mano y él asiente con un poco de velocidad—, recuerda que tú y yo tenemos una deuda la cual algún día tendremos que pagar y no quiero que ese día sea ahora; cuando recién comenzamos de nuevo. ¿De acuerdo cariño?

—Sí, señorita.

Le sonrío dulcemente y acaricio su mejilla.

—Ven aquí —suelto su mano y seguido lo abrazo; él corresponde y acomoda su cabeza sobre el hueco de mi hombro, lo que me permite acariciar su suave cabello—, te amo ¿sí?

—Yo también la amo, señorita.


Lo que mejor sabemos hacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora