Al quedarme dormida me olvidé de todo...Pero la realidad vuelve a mi cuando los malditos ladridos de un perro me despiertan. Mis dedos pulgar e índice viajan automáticamente hacia el puente de mi nariz. Los oídos me retumban en dolor. Al igual que mi cabeza.
Me levanto. No hay ni rastro de ojos oscuros en la habitación y eso me desconcerta un poco.
Tengo la mente en blanco porque lo que éste día depara es incierto para mi. Ya no sé lo que se va a hacer o lo que pasará, no sé nada.
Y bajo las escaleras a pasos lentos, sin ganas de nada, como vacía y sin emociones. Sintiéndome agobiada; es un poco tarde, no me fijé en la hora pero seguramente son las diez y algo de la mañana.
Camino hacia la cocina y doy un pequeño salto cuando veo que alguien está sentado en la mesa, es ojos oscuros y en sus manos tiene una taza; encima de la mesa hay unas hojas y un bolígrafo.
—Buenos días señorita —saluda. Me extraña porque en su voz hay un sonido diferente, de satisfacción, tal vez.
Y le sonrío levemente, camino hacia él, acaricio su cabello, beso su mejilla y tomo asiento quedándole al frente.
—Oye —digo—, ¿estás tomando café? —Pregunto y sé que hay una mueca estúpida en mi cara.
—En realidad no me gusta, señorita —contesta él y abandona la taza sobre la mesa.
—¿Dónde lo conseguiste? —Pregunto.
—En... La casa de Susane.
—¿Qué?
—No se preocupe reina, no dejé huellas —dice y yo sólo lo observo con grata sorpresa.
—¿Qué hiciste? —Le pregunto y una sonrisa de lado se forma en mi rostro.
—Hice lo que tenía que hacer señorita —y me sonríe tan levemente como siempre lo hace.
—¿La trajiste?
—Fue muy fácil.
—¿Y... Y Stiven?
—Él no estaba.
—Pero, no entiendo, ¿por qué te fuiste sin avisarme? Pudo haberte pasado algo malo.
—Se veía... Se veía tan bella durmiendo que... Que no quise molestarla.
Sonrío ligeramente y no encuentro qué decir. Quiero que él sepa que confío en todo lo que hace pero no puedo evitar el sentir un poco de temor, aunque sea en lo más profundo de esa cajita en donde uno tiene las emociones.
Yo apoyo los brazos sobre la mesa y ahí mi barbilla de manera expectante; ojos oscuros toma una de las hojas y el bolígrafo azul. Anota algo que desde donde estoy no puedo entender, sus letras son finas, corridas y en cursiva y me hace sonreír esa manera extraña en la que mueve el lapicero.
—¿Cree que un millón sea suficiente? —Me pregunta tomándome por sorpresa, cierro los ojos por unos segundos y me pongo a pensar.
—¿Qué tal tres millones? Uno es suficiente pero nos han hecho pasar un muy mal rato —respondo.
—Lo que usted diga reina.
—¿Crees que... Que nos querrán dar todo ese dinero?
—No tendrán otra opción.
—¿Y si ellos...? ¿Qué tal si se niegan?
—Entonces no aman tanto a esa chica.
—¿Tendremos que... Que matarla ó algo?
—No si usted no quiere —ojos oscuros despega la vista de la hoja la cual dobla luego y me mira de manera fija por un instante—, en veinticuatro horas la policía empezará a buscarla, debemos de estar listos.
—Está bien —digo y me quedo por un buen rato en silencio porque ya no quiero hacer preguntas que muestren mi inseguridad, pero hay algo que necesito saber—, ¿dónde la dejaste? No puedo creer que estará aquí por dos largos días...
—Está en el sótano. Está inconsciente.
—¿El sótano? —Pregunto. Es obvio, por el exagerado tono de voz que uso, que no me agrada ese sitio.
—Sí —contesta él y sonríe tan corta, pero tan bellamente como siempre y su sonrisa es sólo para mi.
—No me gusta ese lugar —digo y apoyo la espalda —antes encorbada— sobre el respaldo de la silla.
—¿Por las ratas? —Me pregunta, él sabe muy bien que las odio con todas mis fuerzas.
—Sí.
—No se preocupe, exterminé algunas.
—¿En serio?
—Sí señorita.
—Gracias cariño. Y... ¿Qué escribías en ese papel?
—¿Quiere saberlo?
—No te veo escribiendo todos los días, así que...
—Aquí tiene —ojos oscuros extiende el papel doblado sobre la mesa; luego agacha la mirada como con timidez y desdoblo la hoja. A primera vista no logro entender porque su caligrafía es extraña por eso, me fijo a detalle:
"La señorita se ve muy linda ésta mañana"
No sé cuántas veces lo he hecho, pero vuelvo a sonreír como estúpida.
—¿Crees que estoy linda? —Le pregunto. Él me mira y pareciéramos ser como niños, tímidos del uno al otro.
Se siente como algo extraño. Me siento cursi y patética ¿pero qué puedo hacer? Sólo puedo mirar sus ojos, perderme en ellos, y sonreír como una estúpida adolescente cuando se enamora por primera vez.
—Siempre lo está —contesta, y extiendo mis manos sobre la tabla, pidiendo las suyas que son un poco más grandes que las mías; siento dolor en mis mejillas, por tanto sonreír.
—Ya sé que te lo he dicho antes, pero en serio, en serio, en serio te amo, más de lo que te puedas imaginar —exhalo y otra vez siento que quiero llorar y que me duele la garganta por el nudo que hay ahí, porque tengo miedo.
Él suelta mis manos y se levanta; yo hago lo mismo. Nuestro cuerpos se unen como en una de esas tantas veces pero ahora se siente diferente, se siente como... Como una despedida en la cual jamás quiero volver a pensar; porque siempre estaremos juntos. Porque no quiero pensar en nada más que en él, en su cabello frío que ahora roza mi mejilla, en su traje que huele a antigüedad, en su agarre fuerte, en su respiración, en él y yo, sólo él y yo.
ESTÁS LEYENDO
Lo que mejor sabemos hacer
RomanceUn amor en donde ambos se hieren sin saberlo. Anne Marie es un tanto manipuladora y solitaria exceptuando que, tiene bajo su dominio a un hombre que está dispuesto a darlo todo por ella, por su amor incondicional. Los problemas de ira que tiene ojo...