Capítulo 39.

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La habitación revivió de la oscuridad cegando a Anna, lo que hizo que ella se tapará los ojos ante el deslumbramiento.

Espera.
Mis manos.
Mis pies.
No las tengo atadas!

No le dió tiempo a pensar nada más.
Al sentir pasos en la habitación se acurrucó intentando hacerse más pequeña e invisible.
Fue en vano.
Todos los ojos la miraban a ella, penetrantes curiosos, hasta divertidos.

Sue, David y dos acompañantes, esta vez diferentes, entraron en la habitación cerrando la puerta tras de sí.

- No había conocido tu faceta de niña dormilona - dijo Sue sarcástica.

Anna no respondió, simplemente la miró con asco.
Porque eso era lo que de la daba, asco y repugnancia.

Los cuatro se cruzaron de brazos observándola como si fuese un bicho raro, un experimento en proceso, una película.

Ana bajó la mirada al suelo. Los nervios y el miedo comenzaban a instalarse en su cuerpo haciendo que sus manos temblaban ligeramente.

Las apretó en puños para aminorar los temblores.
No quería que ellos se diesen cuenta, no iba a darles lo que querían, no se iba a sentir cohibida y ni mucho menos sentiría terror por ellos, por la situación de locura en la que se encontraba.
No iba darles el gusto.

Tras unos minutos de silencio.

- Preparada? - esa única palabra hizo que todo su bello del cuerpo se le erizara. - Voy a tomar eso como un sí - dijo David con un suspiro.

Los dos hombres de gran tamaño, con traje y corbata, que parecían guardias de seguridad, se acercaron a Anna.
Ella de manera automática retrocedió chocando una vez más con la pared que la impedía alejarse de esos matones.

No, no, no, no !

Las palabras no le salían, aunque lo intentaba, sus labios no hacían nada más que temblar.
Todo su pánico se quedaba estancado en su garganta creando un gran nudo imposible de tragar.
Las lágrimas cayeron sin previo aviso haciendo borrosa la cara de los hombres que se acercaban a paso rápido pero sigiloso.

Cogieron a Anna de los brazos como si se tratase de una muñeca de plástico, mientras ella intentaba zafarse con todas sus fuerzas de su agarre.

Pego patadas, manotazos, se zarandeo como si le llevará la vida en ello, pero era imposible hacer efecto en ellos. Parecían rocas, duras e inmovibles.

-Sue! No puedes hacer esto! Sue! Por favor! - sus súplicas salían desgarradas desde el interior de su alma pero morían cuando chocaban con la sonrisa de Sue y David.

Anna se quedó petrificada, al ver al mismísimo demonio en carne y hueso. Al ver la maldad reflejada en sus rostros.

No lograba entender como podía existir gente así en este mundo, tan cruel y fría.

No lograba entender como podía haber conocido a personas tan diferentes respecto a como eran antes. Ahora solo eran desconocidos.

Completamente desconocidos sin alma, sin piedad , sin sangre en las venas.

La arrastraron por un pasillo que parecía de piedra y cemento.
Aunque intentase gritar sería inútil.

- Ayuda! Por favor que alguien me ayude - gritaba a las personas que pasaban por su lado. Pero estos hacían como si no existiese, como su fuese una loca gritando por los pasillos de un manicomio, como si fuese algo normal ver como se llevan a una chica que grita dejándose el alma en el intento de que alguien le ayude.

Ayúdame (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora