Capítulo 12

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El sábado por la mañana decidí regresar a casa, solamente por mamá.
Además, para ese tiempo mi padre ya habría tenido la decencia de marcharse y mi único problema sería Heleine.
Aunque, menudo problema.

El caso es que cuando entré en el apartamento la maleta raída seguía en la entrada, y mi madre estaba llorando al teléfono. En cuanto me vio se acercó y me abrazó como aquella vez hacía 11 años.

Mamá me llevó a su dormitorio Y me preguntó dónde había estado, con quién y por qué me había ido.
Mi padre colocó su mano en mi hombro.
Y mi madre sonrió.

-Será mejor que os deje solos y habléis- dijo mientras ella salía de casa.

-No tenemos nada de qué hablar- espeté cuando ella cerró la puerta.

Sin embargo mi padre me miró a los ojos, y me asusté, porque había olvidado cómo eran los suyos.
Se sentó en el sofá y sonrió mirando al suelo.

-El día que naciste, llovía a mares. Recuerdo correr de un lado a otro con prisas y tu madre apaciguándome, diciendo que todo iría sobre ruedas. Y tu abuela... Estaba preocupada porque yo decidiera llamarte Mick o algo así.

Me senté a su lado y sequé las lágrimas de mis ojos.

-Cuando vi tus ojos,-continuó- supe que serías la razón por la que mi vida merecería la pena. Sin embargo todo ocurrió tan deprisa, éramos tan jóvenes y tan inconscientes... No supe valorar lo que tenía.

Y se quedó en silencio, como yo, por unos minutos. Hasta que decidió respirar hondo y continuar:

-Sé que he sido una mierda de padre y que no merezco nada, pero tenía que darte esto antes de marcharme. Te quiero, Jacob, pase lo que pase.

Me tendió un sobre y una sonrisa franca, cogió su maleta raída y se largó.

Tuve miedo. Tanto miedo que quise romper el sobre, salir corriendo o atracar una heladería.

Sin embargo, me dirigí a mi habitación y metí el maldito papel en un cajón que en mi mente rezaba: "PARA EL DÍA EN EL QUE JACOB HANNES TENGA EL SUFICIENTE VALOR COMO PARA CONOCER LA VERDAD".

Sabía que Heleine estaría lo suficientemente enfadada como para no hablarme en siglos, así que me tumbé en la cama y me pasé el resto del día escribiendo en mi cuaderno, leyendo cosas sin sentido y escuchando a Lou Reed.

Y eso fue hasta que no pude soportarlo más. Hasta que necesité aire y salí corriendo hacia el puente de Brooklyn con la carta de mi padre en el bolsillo de mis vaqueros.
Cuando llegué me senté con los brazos apoyados en la barandilla y lloré, aunque no supiera por qué.

Me aterraba pensar en aquel momento. Estar sobre un puente aligeraba la idea de un final rápido, sencillo, pero no el que quería.

Toda mi vida había soñado con aquel momento, en el que mi padre regresaba y me abrazaba mientras me invitaba a tomar helado y me compraba un action man. Sin embargo esa visión fue cambiando con el tiempo y conmigo, y a medida que yo crecía, el rencor hacia mi padre también.

Observé a la gente sentada en la orilla del río, mientras mis pies colgaban y los cordones desatados de mis converse volaban a su antojo, músicos callejeros tocaban para sí mismos, parejas se miraban fijamente con los ojos brillantes, familias felices hacían cosas de familias felices.

Y por un momento, supe que yo nunca pertenecería a un mundo así.

Y luego pensé en ella. Y se me ocurrió que todo lo que nos había pasado hasta entonces había sido como un sueño, y yo había estado tan dormido, tan abrumado, que no me había preocupado por despertar. Hasta entonces.

¿Y si mi vida fuera esto? ¿Solo?

Miré las farolas encendiéndose progresivamente a lo largo del paseo, y como dos niñas corrían al ritmo en el que la luz aparecía, como si ellas fueran las personas que accionaban aquel mecanismo, como si ellas tuvieran el control.

Se me ocurrió que yo no lo tenía, nunca sabría cómo actuar sin herir a nadie o a mí mismo. ¿Y a quién elijo?

Saqué mi cuaderno del bolsillo de la sudadera y escribí las palabras que iban apareciendo en mi mente.

[...] oscuridad, vida, momentos, espera, fuego, lucha, arreglar, cambiar, roto, tiempo, sentir, siento, llegar, atrapar, correcto  [...]

Me tumbé sobre el pavimento y aunque estuviera frío, la espalda me ardía.

Intenté escribir algo con las palabras que llevaba hasta entonces, pero no lograba que nada tuviera sentido, ni siquiera lo que apuntaba.

Palpé la carta de mi padre y valoré dos opciones:

-tirarla al agua

-leerla tarde o temprano

Los mechones de mi flequillo me golpeaban la frente.

Escribí versos sin ningún sentido y volví a casa.

Si yo fuera mi padre, también habría escrito una carta.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2016 ⏰

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