Prólogo

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Melyn tenía varias cosas en la cabeza mientras se dirigía a la sala del Portal del Palacio Púrpura (o Panelion, según su idioma). Por un lado, le alegraba que al fin el Portal estuviese totalmente arreglado de todos los desperfectos que había causado Kyres hacía un año. Además, el Haz de Luz también estaba recargado y a la máxima potencia, lo cual ayudaría a que el Portal Cálido fuese más preciso. Aquellas eran los pensamientos que la alegraban. El resto, por el contrario, la inquietaban.

Al llegar a la Sala del Portal, como no podía ser de otra forma, se encontró a Jalen, el príncipe Cálido, hijo del rey Coelier, de la casa de los Cálidos Australes (o Lariquios Aricses, como se les llamaba en Mysticland). Era un joven atractivo, rubio y fuerte. Vestía unos pantalones oscuros y una blanca camisa. Ropa cómoda y sencilla, pues él a diferencia de la bruja, Melyn, no iba a ningún sitio

-Veo que no me equivocaba, Melyn –dijo él cuando la vio entrar-. Te vuelves a marchar ¡Y en mitad de la noche!

-Así es. No debemos perder mucho más tiempo –respondió Melyn con voz calmada-. Y no deseo que nadie sepa algo de este viaje. Hay miembros del Consejo de Magos que tienen dudas sobre mi aprecio por las artes oscuras y no desearía darles más motivos para dudar.

-Es comprensible. Pero si me lo permites, me gustaría conocer más detalles de lo que tienes planeado.

Ella le acarició suavemente la mejilla.

-Entiendo tu curiosidad, mi príncipe. Pero saber demasiado puede poner en peligro toda la misión. Y sabemos que de fallar, ambos lo pagaríamos muy caros.

-Sinceramente, yo ahora no siento ningún miedo –repuso él cruzándose de brazos.

Melyn lo miró con gesto apenado. Le parecía alguien ignorante a veces, pero ante todo lo consideraba un aliado esencial para su plan y no iba a perderlo por tecnicismos absurdos.

-Bueno, puedo revelarte algún detalle –cedió ella finalmente-. Por lo que me dijiste, lo "otro" que trajiste de la Tierra, esa humana, ya está "lista". ¿No es así?

Jalen asintió al instante. La humana, Charlotte, era una criatura muy inquieta y habladora y Jalen cada vez tenía menos paciencia con ella. Al menos cuando se la presentó a su padre, semanas después de que volviera de la Tierra, él no se lo tomó muy mal y lo mejor de todo, el príncipe Cálido no se veía obligado a estar ocultándola.

-Sin embargo te habrás dado cuenta de que, todavía falla algo. Bueno, pues lo que necesitamos es el último ingrediente para corregir ese fallo. Solo te diré que por desgracia se encuentra fuera de nuestro alcance: está en la cordillera del Kerequesa, en las zonas Frías. Y dado que nosotros no podemos llegar, hay una conocida tuya que perfectamente nos puede hacer el trabajo sucio de llegar hasta allí.

-¿La Hechicera? –sugirió Jalen con un matiz de rabia.

-En efecto –asintió Melyn sonriente.

-Dudo que vaya a colaborar así como así...

-Pero lo hará –afirmó la bruja con voz aterciopelada-. Tengo algo muy especial preparado para ella y será muy fácil persuadirla para que haga lo que le pido. Es alguien muy temperamental, según me dijiste, y por supuesto, demasiado amable y humilde. Créeme Jalen, esa niña cederá al momento.

Dicho esto, Melyn se puso la capucha de su túnica rojiza y caminó hacia el portal.

-No olvides abrirlo dentro de seis horas, Jalen.

Melyn se fundió con la luz roja del portal y desapareció. Ahora estaba en la Tierra. Era hora de actuar.


La Hechicera: Tiempos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora