"Mysticland, al fin. Bueno, el siguiente paso es buscar a Kyres. Creo que encontrarle no será muy difícil, es un príncipe al fin y al cabo. La duda que tengo es sobre si se nos permitirá hablar con él. Pues si no recuerdo mal, la última vez que le vi iba esposado y estaban pensando condenarlo por sus crímenes en la Tierra..."
No era la primera vez que iba a Mysticland, pero hasta entonces solo había estado en Serenntis, una ciudad híbrida de las dos culturas que coexistían en aquel mundo. Las calles de la capital siempre estaban llenas de personas que iban y venían y existía un bullicio constante. Era un lugar colorido y lleno de vida. Una ciudad que parecía que nunca dormía.
Laufery era todo lo contrario. El ruido que inundaba las calles era el mismo que podía escucharse durante una nevada: nulo. La tranquilidad reinaba en cada rincón de la ciudad Fría. Eso no significaba que no hubiese gente. A media tarde, que es cuando llegamos Tess y yo, nos cruzamos con personas de diversas edades y el mismo patrón se repetía en todas: la clama. Nadie parecía ir con prisas. Seguro que no conocían el significado de palabras como "estrés" o "ansiedad".
Con respecto a la estructura de la ciudad, cabe destacar que era acorde a sus gentes. Las casas eran en su mayoría bajas, de uno o dos pisos y todas de ladrillos de diferentes tonalidades de gris y marrón. Lo que más me llamó la atención fue la abundancia de vegetación dentro de la propia ciudad. Las enredaderas crecían en los muros de las casas y en el suelo. Muchas de ellas también tenían flores de colores, lo cual animaba un poco la monotonía del lugar. Curiosamente, esa misma vegetación era lo que parecía otorgar vida a la ciudad, muy al contrario de lo que ocurría en la Tierra: cuando la vegetación crecía dentro de una casa parecía dar una sensación de abandono o de deterioro. Quizás no fuese tanto por la Tierra, sino por la asociación que hemos creado los humanos antes ambos conceptos. En cualquier caso, Laufery era una ciudad hermosa.
Al otro lado de las murallas de hielo (unas murallas dignas de aparecer en la serie de Juego de Tronos junto al Muro) había un frondoso bosque de altos árboles y verdes hojas. Sin embargo, lo más destacable de todo lo que pude ver era el enorme y famoso Palacio de Cristal, el hogar de los Fríos Australes, la realeza de los Hijos del Frío. El hogar de Kyres, al menos antaño.
El palacio era, como bien indicaba su nombre, trasparente como un cristal. Pero en lugar de mostrar el interior, reflejaba el exterior, como si fuese un espejo. Las dos torres laterales estaban retorcidas de una forma realmente curiosa, como si los constructores hubiesen usado una manga pastelera para hacerlas. La cúpula central era redonda y en el centro se alzaba una aguja hacia el cielo. Por lo que sabía, en tiempos de guerra aquella aguja se había usado para crear y extender una barrera alrededor de la ciudad. Pero ahora, en tiempos de paz, era un mero accesorio decorativo que en las horas puntas del día lanzaba una luz de un color diferente para indicar el momento del día.
El portal nos dejó a Tess y a mí en la entrada este de la ciudad, la más cercana al castillo. No hacía demasiado frío, pues al fin y al cabo era primavera allí también, de modo que Tess y yo simplemente nos cubrimos con nuestras respectivas capuchas. Ambas caminamos en silencio, yo maravillada ante el espectáculo visual que contemplaban mis ojos; Tess simplemente permanecía sumida en sus pensamientos.
En apenas unos minutos llegamos a la puerta del palacio. Mientras nos acercábamos a los guardias que custodiaban la puerta, saqué de mi pantalón el colgante traductor. Tess se percató de ese detalle y no dudo en hacérmelo saber.
─Si no es demasiado pedir, me gustaría que me dieses uno de esos.
─Lo siento, no tengo más. –Me encogí de hombros y dibujé en mi cara una falsa mueca de lastima. Yo era quien mandaba en esta misión, así que yo era la que iba hablar.
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La Hechicera: Tiempos Oscuros
Paranormal3° PARTE Tras la tormenta que a finales de verano asoló Santa Bárbara, las vidas de Tara, Kevin y JJ están más ajetreadas que nunca. Los tres han querido aprovechar al máximo su penúltimo curso del instituto. Eso no implica que Tara haya olvidado qu...