Capítulo 15

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Kevin

"Sé que está ahí... la bestia. Arañando mi interior, deseando desatar su rugido, ser libre... Quiero controlarla. Deseo controlara, pues no la odio. Solo odio que sea ella la que me domine. Y ahora mismo, así es... Tara, vuelve pronto... antes de que desaparezca el Kevin que conoces, consumido por un monstruo."

Nunca había sido de los chicos que se metían en problemas. Tenía amigos que sí, que iban de problema en problema. Yo simplemente me limitaba a caminar por el límite, vigilando siempre el precipicio de la imprudencia. No me metía en peleas, pero sí las observaba. No compraba alcohol ni drogas, pero nunca decía que no al ofrecimiento de un amigo. De modo que jamás pensé que pudiese acabar encerrado. Las vueltas que da la vida, ¿no?

La vida en la jaula de cristal era fácil de definir en una palabra: simple. Ni siquiera era aburrida porque tenía a JJ para hacer mi estancia más llevadera y en la nave de la O.E.P siempre había mucho ajetreo. Pero la rutina... la rutina era lo que podía conmigo. La simplicidad de la rutina sí que era abrumadora, y eso que apenas llevaba dos días allí encerrado. Pero para mí, las horas se habían extendido más que en la más aburrida de las clases. Sentía que cada suspiro se llevaba una parte de mí.

JJ, por el contrario, intentaba insuflarme algo de vida. Bromeaba con que estaba más melancólico que nunca y que parecía que me iba a volver emo. Un Kevin más ufano habría dicho que así era. Tenía el pelo más revuelto y largo que de costumbre, la piel pálida, el gesto alicaído y la ropa arrugada.

De manera que, para impedir mi «conversión» y mi muerte por inanición, JJ se había traído el ordenador y pasábamos horas y horas viendo todos los capítulos que pudimos de Cómo conocí a tu madre. Ella sabía que era una de mis series favoritas y necesitaba algo que me distrajera y me hiciera reír. Su decisión no podía haber sido más acertada. Ni siquiera me importó ver capítulos repetidos, pues agradecía por un momento olvidarme de todo lo que me rodeaba.

Las noches era lo peor. Era cuando se despertaba la bestia. La primera noche tuvieron que sedarme. Había estado a punto de transformarme. Yo mismo había sido consciente de cómo perdía el control de mí mismo, como mi consciencia caía por un oscuro abismo a la vez que mi cuerpo dejaba de ser mío.

Tras mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que lo que más miedo me daba no era el hecho de que me convirtiese en un monstruo, sino el hecho de que durante minutos u horas, yo desaparecía. La sensación de estar y no estar; de querer reaccionar y no poder, la impotencia al ver como «algo» se adueñaba de mí y llenaba con su oscuridad hasta los más secretos rincones de mi alma.

Pero si había algo que permanecía día y noche de manera inalterable era un pensamiento concreto: Tara. Sabía que seguía viva por ese extraño lazo que nos unía, pero me preocupaba igualmente por ella. Una vez más, estaba arriesgando su vida por mí. Poniéndose en peligro para salvarme el trasero otra vez. Y cada vez que me salvaba, los riesgos que corría eran mayores. Ahora debía colaborar con dos personas que habían intentado matarla en un pasado. El sacrificio que Tara estaba haciendo por mí era tal que no tenía palabras para describirlo. Y aunque una parte de mí deseaba poder devolverle el favor, en ese momento, el mediodía del tercer día de mi cautiverio, lo único en lo que pensé fue en lo que echaba de menos su contacto. Sus besos, sus caricias, la sensación de poder sentir su piel contra la mía. Ardiendo. Vibrando. Su pelo, rojo como el fuego. Vivaz como ella. Su voz. Un canto de esperanza...

«Definitivamente, JJ tiene razón. Estoy demasiado melancólico. A este ritmo acabaré escribiendo poemas sobre el cristal de mi celda.»

La comida, una vez más, me supo a nada. ¡Ya ni siquiera podía disfrutar de eso! Ahora solo me quedaba esperar a que JJ volviese de su hora de comer para otra maratón de Cómo conocí a vuestra madre. A este ritmo íbamos a quedarnos sin capítulos que ver...

La Hechicera: Tiempos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora