Capítulo 4

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"Estoy un poco nerviosa... vale estoy muy nerviosa. Pero por el momento todo va bien. La tarde con Tess no ha ido tan mal como pensaba y estoy convencida de que lo que haya preparado Kevin será genial. ¡Será mejor disfrutarlo mientras dure!"

Tal y como ya había planeado previamente, les dije a mis padres una media verdad: iba a ir a cenar con Kevin (que era cierto) y que después, muy probablemente, iría a dormir a casa de JJ si no volvía a casa (lo cual era mentira). Si adivinaron que en realidad no estaba siendo del todo sincera no me lo hicieron saber, y en silencio, les agradecí el voto de confianza.

Después de pasarme el resto de la tarde revolviendo el armario y los cajones en busca de algo que ponerme, Kevin se presentó puntual como un reloj en mi casa. Me despedí de mis padres y nos fuimos. Cuando estuvimos ya en el coche, lo primero que hizo Kevin fue vendarme los ojos. Estaba decidido a mantener la sorpresa hasta el último segundo. Accedí de buena gana y durante todo el trayecto lo único que vi fue el rojo de la tela que cubría mi vista. No fue un viaje demasiado largo y al abrir la puerta del coche supe inmediatamente donde estábamos: el olor salobre llegó hasta mi nariz casi de golpe. Estábamos muy cerca del mar, pero dudaba si era la playa o el paseo marítimo.

No tardé mucho más en saberlo. Kevin me cogió de la mano y me guió hacia mi sorpresa. Apenas anduve unos cuantos metros cuando empecé a notar unos granos de arena que se colaban en mis sandalias. Definitivamente estábamos en la playa, aunque seguía sin imaginarme lo qué podía haber allí.

-Vale, ya puedes quitarte la venda –me dijo Kevin poco después.

Al hacerlo, pude ver lo que había ante mí y casi me caí desmayada. Lo había dispuesto todo para pasar una bonita velada nocturna en la playa: una hoguera, apagada por el momento; varias toallas extendidas, con unos cuantos cojines encima; una pequeña mesa plegable ya puesta y una nevera portátil. Verdaderamente, Kevin había pensado en todo para montar una original cena en la playa. Junto con el precioso atardecer que se oteaba en el horizonte y la tranquilidad que reinaba, parecía una foto de esas que encuentras en Internet y sabes al momento que tiene cientos de retoques. Solo que esto era real y era para mí. Para nosotros.

Me costó verbalizar mi opinión de todo aquello porque la alegría que sentía era difícil de expresar con palabras. El orgullo de Kevin se ensanchó al comprobar que había atinado con la sorpresa.

Pasado ese momento de asombro y júbilo, Kevin propuso que nos diéramos un baño antes de cenar. No hizo falta que me lo repitiese una segunda vez. Antes de que terminase de hablar, ya me había deshecho de las sandalias y me estaba empezando a quitar la blusa de estampados florales. Tras desprenderme de los vaqueros, pillé a Kevin medio babeando al verme solo con el bikini rojo. Le guiñe un ojo, animándole a que me siguiese a la orilla lo antes posible.

Durante lo que debió ser una hora y que a mí solo me pareció media, los dos estuvimos metidos en el agua, jugando con las olas, gritando de felicidad, abrazándonos y compartiendo más de un beso con cierto gustillo salado. Quería a aquel chico con locura y era un sentimiento recíproco.

Cuando apenas se vislumbraban unos pocos rayos de Sol en la línea del horizonte, decidimos regresar a las toallas para cenar. Kevin, en un principio tenía la intención de que yo no hiciese nada, pero al ver que le era imposible encender la hoguera (él y las cerillas parecían no llevarse muy bien), tuve que intervenir. Con un chasquido rápido, la hoguera prendió instantáneamente. Solté una risilla al ver cómo él torcía el gesto. Creo que le herí un poco en su orgullo, pero se le olvidó prácticamente al segundo. Tener una novia con superpoderes era un privilegio que muy pocos se podían permitir.

La Hechicera: Tiempos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora