Capítulo 9

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"Tengo la sensación de no haber dormido nada, pero al mismo tiempo, me es imposible permanecer un segundo más en la cama. Necesito moverme. Necesito actividad. Necesito hacer algo con lo que mantener la mente ocupada..."

En contra de lo que en un principio hubiese imaginado, me levanté pronto sin ningún problema. Puesto que había dormido con toda la ropa puesta, no tardé demasiado en salir de mi habitación.

Por una de las ventanas de los pasillos contemplé el exterior del palacio. El sol (o la estrella que daba luz a Mysticland) despuntaba sobre las altas montañas del norte. La cordillera del Kerequesa. Nuestro destino estaba en lo más alto de aquel grupo montañoso. Aunque en Laufery no había visto nieve, todo el Kerequesa estaba blanco. Allí seguramente la primavera todavía no habría llegado. Pese a no considerarme una persona muy friolera, lo cierto es que echaba de menos el calor de la Costa Oeste.

Las cocinas de Pamerín eran, como el resto del castillo, increíblemente grandes. Todas las habitaciones destinadas al servicio se extendían a lo largo de los dos pisos del sótano. Además de la cocina, también tuve ocasión de ver lo que parecía una lavandería, las armerías y los aposentos de una gran parte de los criados.

En cada uno de los morrales de cuero que Nelly me entregó, había comida y agua para dos días (siempre y cuando lo racionásemos concienzudamente). También había un botiquín (o eso me entendí yo que era), algo similar a una esterilla de las que se usan en las acampadas, pero más mullido y una serie de cuchillos pequeños envueltos en un rollo de tela.

─Nunca está de más ir bien armado ─señaló Nelly mientras me conducía hacia la salida de servicio que daba al exterior cuando terminé de comer.

Asentí sistemáticamente y cogí los tres zurrones. Pesaban más de lo que creía, pero afortunadamente, todas las clases de kickboxing que llevaba recibiendo desde verano habían contribuido a desarrollar mi masa muscular. No parecía una culturista (menos mal), pero sí estaba en forma.

Caminamos un par de minutos a través de los sótanos iluminados con el fuego azul característico de Pamerín hasta que llegamos a la portezuela que utilizaban los miembros del servicio. Antes de despedirnos, Nelly chasqueó los dedos y al momento, se materializaron ante ella dos pequeños frasquitos de cristal.

─Son para ti, para que guardes las Narlesas –explicó a la vez que me los entregaba─. Están hechos de hielo mágico, más duro que el cristal. Ni el fuego más ardiente podrá derretirlos.

Al tacto estaba fríos, pero por mucho calor que mí manos emanasen, los frascos no se derretían. Los guardé cuidadosamente en uno de los compartimentos de mi morral.

─Gracias, Nelly. Muchas gracias por todo lo que has hecho por mí y por mi hermana.

─A vuestro servicio, Tara ─Hizo una pequeña inclinación de cabeza─. Me temo que ahora nuestros caminos se separan. Al salir por esta puerta, aparecerás en la parte trasera de Pamerín. Ponte la capa y procura pasar desapercibida. Lord Grolled debe seguir en sus aposentos, pero hay miembros del servicio que podrían alertarle si viesen algo sospechoso. Dirígete hacia el otro lado de los jardines y encontrarás las cuadras. Si no me equivoco, tú hermana sigue allí.

─¿Y Kyres?

─Se reunirá con vosotras en unos minutos. Primero es necesario quitarle el brazalete que le impide hacer magia.

Nos despedimos con un sencillo apretón de manos. Yo encontraba aquel gesto frío y carente de afecto, pero era evidente que Nelly no era muy amiga de los abrazos, así que preferí no forzar la situación. Además, nos volveríamos a ver, ¿no? Me puse la capucha y salí al exterior

La Hechicera: Tiempos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora