Capítulo 3

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Rose

"No se puede decir que esté de acuerdo con la decisión de Tara, pero por un motivo u otro, quiere a Tess después de todo lo que ha ocurrido. Sinceramente, creo que es algo extraordinario, aunque no creo que esa relación pueda durar mucho..."

Cuando se me ocurrió la idea de acoger a Tess en mi casa, en lugar de dejarla en manos de la O.E.P, estaba convencida de que la convivencia sería corta. Pero al menos le daría la oportunidad que Tara tanto deseaba para ella. Contra todo pronóstico, Tess resultó ser como un fantasma: hacía algunas tareas del hogar y comía, pero nunca se le veía el pelo. Solía estar encerrada en su cuarto. En el último mes, aprovechando el buen tiempo, lo habitual era que estuviese fuera disfrutando del sol. En todos estos meses, no intercambié más de un par de frases con ella. En una cosa coincidíamos: cuanto menos nos viésemos, mejor. Por suerte, mi casa era lo suficientemente grande como para que no tuviésemos que cruzarnos más de lo estrictamente necesario. Actuábamos como si cada cual viviese sola. El mejor recordatorio de que compartíamos casa era el coche de la O.E.P que vigilaba siempre mi casa por "si las moscas". Tuve en su momento una discusión con el agente Farrow por eso mismo: le dije que Tess no representaba ninguna amenaza y menos para mí, una experta silbaliana. Sin embargo, él insistía en seguir el protocolo y al final, tuve que ceder, aunque no me hiciera ni pizca de gracia que dos trajeados estuvieran día y noche vigilando.

Me recordaba a cuando mi marido vivía. Él también era agente de la O.E.P, uno de sus fundadores de hecho. El ver como mi vida volvía a estar llena de agentes secretos, acrecentaba el dolor de su ausencia. Me habría gustado especialmente que hubiese tenido la oportunidad de conocer a Tara y a Tess. Él seguramente habría actuado de otro modo con ellas... Tenía mejor carácter que yo y más paciencia.

Por fin, el coche se detuvo. Ya estaba en casa de mi hija, Susan. Tara se había empeñado en que trajésemos a Tess también, asegurando que le vendría bien tomar el aire y estar un rato en su verdadera casa. Y para ello, había convencido a su madre de que el mejor día para esa "visita" era el día de su cumpleaños. Hoy. No puedo decir que el viaje con Tess y dos agentes hubiera sido agradable, pero al menos ya había terminado.

Tess me miró dulcemente con sus ojos verdes. No sé por qué, pero yo lo interpretaba de una forma totalmente contraria.

-Hmm... da gusto salir de casa para variar. Esto es... como una pequeña excursión, ¿no crees, Rose?

-Sí, supongo –respondí escuetamente y bajé del coche.

Caminé todo lo deprisa que me permitieron mis piernas (que era más bien poco) y llamé al timbre. Susan me abrió casi al instante y me invitó a pasar. Tess no tardó más de unos segundos en alcanzarme. Saludó cortésmente a su madre.

-¿Dónde está la cumpleañera? –preguntó Tess después.

Percibí como mi hija se ponía tensa. Tuvo que tomarse unos segundos antes de responder.

-Ha ido a hacer un recado. Vendrá en cualquier momento. Puedes subir a tu cuarto mientras tanto.

Tess asintió sonriente y entró en casa. Escuché como saludaba también a su padre. Iba a ser una tarde muy interesante.

Durante los diez minutos en los que estuvimos esperando a que viniese Tara, estuve hablando con Susan y con Aaron sobre Tess. Conocía de sobra lo que pensaban acerca de la situación, pero había ciertos detalles que me negaba por completo a no tratarlos. Si había algo que teníamos en común todos los miembros de mi familia era la cabezonería, con diferentes formas de demostrarlo, pero la esencia era la misma. Susan no era ninguna excepción.

La Hechicera: Tiempos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora