Nora abrió los ojos, y antes siquiera de que pudiese enfocar la mirada, dos enormes hombres de cabeza rapada se le echaron encima.
La joven intentó zafarse de ellos. Gritó y pataleó sin descanso, pero los dos hombres eran demasiado fuertes y pesados para poder liberarse de ellos. Oyó de fondo un terrorífico rugido animal, pero no conseguía ver de dónde venía.
La levantaron de los brazos y la arrastraron hasta un enorme salón iluminado por velas metidas en candiles que pendían de las rocosas paredes.
¿Dónde estaba? Aquello parecía una cueva transformada en una vivienda. El suelo estaba cubierto por una enorme alfombra de color granate y dorado, y había varios sillones dispuestos por la sala. De las paredes de roca grisácea colgaban unas viejas cadenas con cierres metálicos en los extremos, algo que Nora solo había visto en las películas. En el extremo norte de la sala, junto al sofá en el que se había despertado, había una enorme chimenea improvisada, pues era un simple agujero en el que ardían unos trozos de madera. El lugar era bastante frío, sin objetos personales ni nada que identificara a sus dueños.
En aquella sala había varios hombres. todos enormes y musculados. La hicieron detenerse delante de ellos. Vidar y Leo estaban allí. También había una mujer. A Nora le pareció una chica preciosa. Tenía una enorme cabellera rubia, los ojos verdes y los labios rosados y carnosos. Era delgada y muy alta.
Pero, si los hombres la miraban con repugnancia, aquella mujer la miraba con tanto odio que creía que le prendería fuego tan solo con sus ojos.
Nora buscó la mirada de Leo, pero este no la miraba. Observaba algún punto por detrás de ella. La joven intento girarse para ver qué estaba mirando, pero los dos hombres que la sujetaban se lo impidieron.
Un hombre idéntico a Leo apareció ante ella. Nora le miró con detenimiento y al ver sus ojos comprendió que aquellos dos hombres eran los niños con los que había soñado en el avión. Nora deseó poder partirle su bonita cara poseída por una ira que no comprendía, e intentó abalanzarse sobre él, pero los dos gigantes que la sujetaban lo impidieron.
—Tranquila, fiera —rió el hermano gemelo—. Bonita imagen te has creado, heks. Veremos en qué te conviertes cuando te coloque el collar.
El hermano perverso le mostró una especie de argolla de piel con pinchos. Nora sintió cómo la ira crecía en su interior. No estaba dispuesta a que le pusiesen un collar de perro. Los únicos perros que había en la sala eran ellos.
Se revolvió en los brazos de sus dos captores e impulsándose en uno de ellos, saltó y le dio un cabezazo al otro. La nariz de este comenzó a sangrar y tuvo que soltar su agarre. A su compañero le propinó una patada en la entrepierna y cuando este la soltó encogido por el dolor, Nora echó a correr sin saber a dónde iba.
—¡Cogedla! —gritó el gemelo de Leo.
Nora abrió la puerta de la sala, pero antes siquiera de que llegara a salir, alguien saltó sobre ella y la derribó. La agarraron del pelo y la levantaron con brusquedad.
Nora respiraba agitada. Quien la había cazado así era la mujer rubia, que la arrastró de nuevo hacia el grupo de hombres. Cuando estaba cerca de ellos la empujó y Nora cayó de rodillas a los pies del gemelo de ojos grises.
—Permíteme que me presente. Soy Sten, tu rey. Ya conoces a mi hermano Leo y a Vidar. Ella es Caitlin, tu reina. Ellos son Bard y Goran —dijo señalando a los dos hombres de pelo rapado que minutos antes la tenían sujeta—. Y ellos, Kilian y Kyle, mi consejo real —dijo refiriéndose al pelirrojo y al moreno que tenía a su lado.
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La maldición de la bruja
RomanceCuando las brujas crearon a los hombres lobo, no esperaban que sus propias creaciones se volvieran en su contra. El rencor y la ira dieron lugar a una guerra que duraría siglos. Forzadas por la masacre que sufren a manos de lobos y humanos, las bruj...