Capítulo 1

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Desperté en mi casa, estaba bastante deteriorada y tenía agujeros en el techo y la pared. Me levanté a investigar algo sobre lo que había pasado, pues no recordaba nada. Al lado de donde estaba tumbado, había una espada, que recogí porque seguro que me iba a ser útil. En casa, estábamos solo mi perro y yo, al que tuve que mirar la chapa para recordar su nombre. Se llamaba Édgar, y no era un perro, era un lobo ártico blanco, un cachorro domesticado con un collar de color verde.
Salí de casa para ver si recordaba algo de mi vida pasada, y justo al lado de la puerta de casa había un cartel con los nombres de la familia: Ernesto Valeno, mi padre; Araceli, mi madre; Arya, mi hermana, y yo, Sebastián Valeno. Ahora, por lo menos, ya me acordaba de mi nombre y pude recordar los integrantes de mi familia, pero, ¿dónde estaban?
Salí por un agujero que había en una pared, que daba a la parte de atrás de la casa, y vi una pequeña isla, en la cual podía distinguir un pequeño muro de piedra rodeando algo. Nadé hasta ella y descubrí algo horrible, unas lápidas con los nombres de mi padre y mi madre, y la tierra sin plantas, lo que quería decir que no hace mucho los habían enterrado.
No me lo podía creer, ¿qué iba a hacer yo ahora? A pesar de que sé que no se debe molestar a los muertos, profané la tumba de mi padre para asegurarme de ello, y era verdad. Ahí estaba, tendido en el suelo, sin ataúd, un entierro indigno para él. Al lado del cadáver había un baúl, el cual procedí a abrir. En su interior, encontré un pequeño cuaderno y su antigua espada, bastante mejor que la que tenía en ese momento.
Le volví a enterrar, y le dejé a él y a mi madre unas flores que había por los alrededores. Me senté en un banco y decidí leer el contenido del cuadernillo que encontré. Al abrirlo, y leer la primera línea, me di cuenta de que era su testamento, que decía; "Hijo, si estás leyendo esto, es que he muerto. Por favor, cuida de tu hermana y de tu madre. Sé que me echarás de menos, así que, para que me recuerdes, te he dejado la herencia de la familia: Sombra, mi espada de acero refinado. Por favor, úsala para protegerlas. Te quiero, hijo mío."
No podía creerlo, su espada, era para mí, pero, ¿cuánto tiempo he estado inconsciente? Mi madre también había muerto, y mi hermana... ¡Mi hermana! Ella no estaba en el cementerio, lo que significa que era posible que siguiera viva, ¿pero dónde? Tenía que ir a buscarla, pero no podía abandonar a Édgar, no era más que un cachorro, y no le podía meter en semejante aventura sin que hubiera crecido, no podía arriesgarme a perderle, ya que, al fin y al cabo, es lo único que me quedaba, así que, decidí esperar un poco antes de ir a buscarla, por mucho que me duela.
Si me iba a quedar en casa, necesitaba repararla, no me podía quedar en una casa con grandes agujeros en techo y pared, así que salí en busca de materiales con la que poder repararla. Con suerte, tenía el hacha de mi padre, que estaba en casa de su trabajo de leñador, lo que me ayudó a conseguir madera, con la cual repararía mi casa. Mientras talaba, encontré una estructura en un árbol, y recordé que era la casa que hice con mi padre, y dentro había algunas cosas de cuando jugaba en ella, pero no recordaba el qué. No quise romper la puerta para entrar, ya que tenía un candado puesto, y decidí esperar para entrar.
Volviendo a casa, vi que al principio del puente que me llevaba hasta ella había una pequeña piscina de unos cuatro metros cuadrados, en la cual recordé que mi hermana y yo solíamos bañarnos cuando éramos pequeños. Volví a casa por el destrozado puente para realizar las reparaciones necesarias y que la casa fuese aceptable, pero había cosas que no podía reparar, pues no sabía cómo conseguir cristal ni tenía recursos para hacer una escalera resistente, así que simplemente me dediqué a arreglar lo más importante, como el techo y la pared, y con lo que me sobró de las reparaciones del interior, pensé en mejorar el estado del puente por el que se llegaba a casa.
Al caer la noche, me hice un camastro con lo que pude, y mientras lo hacía, al alcanzar el baúl, vi que detrás había un mapa hecho a mano sobre una pequeña zona de los alrededores, que pensé en examinar por la mañana.
Al día siguiente, me desperté con un dolor bastante fuerte de espalda, pues la cama no era muy cómoda. Cogí el mapa y le dediqué unos instantes a observarlo, y descubrí algo bastante interesante. Cerca de mi casa había un edificio cuadrado con aspecto de casa, pero no se distinguía bien, ya que la persona que hizo el mapa no era muy hábil con el dibujo, que digamos.
No anduve por más de un minuto hasta que llegué a aquella casa, que estaba bastante más deteriorada que la mían y entré en ella para ver qué podía encontrar. Nada más atravesar la puerta de entrada, me llegó un hedor a putrefacción bastante fuerte, proveniente de un cadáver que había en el suelo. Miré la entrada, para ver si podía ver el nombre de mi vecino y, al igual que en casa, estaba escrito en un cartel que no noté al llegar. Era el señor Argonio Machado, vecino que, por lo que pude deducir, ayudaba a mi padre en el trabajo de leñador. En el suelo, al lado de su cadáver, había unos cuantos botellines, unos llenos y otros vacíos, y unas hojas desperdigadas por el suelo que, por lo menos, estaban numeradas. Recogí todo lo útil y me lo llevé a casa.

Al llegar, observé la etiqueta de los botes. Estas contenían la palabra cianuro, y la palabra me sonaba mucho, pero no recordaba qué era, pero supuse que sería algo tóxico. Después, cogí las hojas y las ordené, para leerlas por orden, pero faltaban unas cuantas. Era una especie de diario, obviamente escrito por mi vecino, en el que narraba once días de su vida, en los que ponía esto:
"Día 1:
Los monstruos acaban de salir, ¡llevan pegando a mi puerta por horas! Espero que se vayan pronto...
Día 2:
Esto se está convirtiendo en un asedio. Toda la carne que tenía se ha podrido, pero aún así, he recurrido a ella. Creo que estoy enfermando por ella, solo el tiempo lo dirá...
Día 9 (el resto de hojas no estaban)
No pararán, no se irán.
No como nada desde hace varios días. Espero que los Valeno estén aguantando esto bien...
Día 10:
no puedo más con el hambre, he pensado en acabar con esto, en acabar con el dolor. Si alguien lee esto, lo siento por perder la esperanza.
Día 11:
Esto es el fin. No más pena, no más dolor, sólo un final rápido a todo esto. Lo siento por lo que he hecho."

Creo que ya sé qué le pasó a mis padres. Una muerte horrible, no cabe duda... Ahora, por lo menos, ya tenía un misterio resuelto, debía aguardar al momento de poder irme, que sería cuando Édgar haya crecido, no podría abandonarlo en casa, eso sería muy cruel.

Al día siguiente, conseguí reparar las escaleras que llevaban al piso de arriba, que más que un piso parecía una pequeña torre que lo único que contenía era un balcón, en el cual recordé que me gustaba subir para mirar desde él. Era un paisaje extremadamente bello, una enorme extensión de mar e islotes llenos de árboles y animales, una vista realmente relajante. Me quedé embobado mirando aquel paisaje, cuando me di cuenta del cementerio, ya que desde allí se podía ver, y el amargo recuerdo recorrió todo mi cuerpo.
Me olvidé por completo de la casa del árbol, así que decidí ir a ver lo que había en su interior. Cogí a Sombra y le dí un golpe seco al candado, y la puerta se abrió. En su interior, había una extraña estructura y una cajonera con unos botes con agua y algunos elementos extraños. Tras analizar por un momento lo que tenía, descubrí para que era todo eso. Era para fabricar pociones, la estructura mezclaba los elementos extraños con el gua, produciendo así una sustancia con algún efecto. Experimenté un poco y cree una poción que no sabía para que era, pero aun así me la bebí. Extrañamente, me sentí profundamente débil y con pocas fuerzas, y me acordé de que mi padre siempre decía que no hiciera cosas sin su supervisión, ya que podría crear cosas devastadoras para cualquier ser.

Memorias de un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora