1.Las sesiones

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La luz del día comenzaba a despertar. El pueblo estaba en silencio, eran las ocho de la mañana y todo estaba muy tranquilo. Las tiendas empezaban a abrir porque era costumbre abrir las puertas del supermercado, la librería, la floristería, etc. a partir de las ocho de la mañana, prácticamente era la hora en la que el pueblo empezaba el día. Los niños caminaban hacía el colegio, el pequeño colegio en el que estudió también Mary y en el que tuvo que soportar todo tipo de comentarios mal oyentes hacia su persona. Los coches empezaban a deambular; a estas horas se empezaba a ver movimiento porque todos los habitantes del pueblo tenían que buscar trabajo en otros lugares, ya que en el suyo había muy poco.

Un poco más alejado del pueblo estaba la casa de Mary, que pertenecía igualmente al pueblo aunque parecía que no. La madre de Mary y su padre compraron esa casa muchos años atrás, pues la fortuna que poseían era bastante importante. Lo heredaron de la familia de Alice que poseían multitud de tierras, por eso la vida de Alice era bastante simple; se dedicaba a cuidar la casa, hacer las tareas y todo lo que conllevaba. Desde que murió el marido de Alice, ella no había tenido pareja nunca. Lo pasó tremendamente mal. Ella estaba muy enamorada y no tenía hueco para substituirlo.

Las ventanas de la casa ya estaban abiertas y Alice estaba barriendo la entrada de la gran casa, mientras observaba el día que empezaba a florecer de manera muy satisfactoria; el día estaba muy soleado. Mary ya se había levantado, lavado y estaba preparando el almuerzo, unos huevos y unas tortitas que a ella le encantaban de buena mañana. Cuando acabó de prepararlas las dejó en la mesa del comedor y se fue directamente a llamar a su madre que aún continuaba barriendo la entrada de la casa.

-Alice ya está el desayuno preparado-le dijo Mary mientras observaba como limpiaba su madre.

-¿Ya está el desayuno cariño? -le preguntó Alice mientras dejaba la escoba.

-Sí, he preparado tortitas con huevos como casi siempre -le dijo con una sonrisa.

-Muy bien, voy enseguida -le contestó Alice mientras dejaba la escoba apartada a un lado.

 Las dos se sentaron en la mesa para comer, felices porque era la comida preferida de las dos. Estuvieron un tiempo en silencio hasta que Alice empezó a hablar:

-¿Sabes? Ha llamado Claire esta mañana diciendo que hoy no habrá clase particular, que no puede, tenía unos trabajos que hacer. Me ha dicho que estudies algo de lo que disteis ayer o si quieres darte el día libre y mañana ya continuareis por donde lo dejaste.

-¿Y qué hago yo hoy en todo el día? Me aburriré mucho. -le contestó  resoplando Mary.

-A lo mejor tienes alguna visita hoy, sabes que viene mucha gente, puede que hoy venga alguien -le dijo su madre mientras comía.

-No lo sé. Ayer no vino nadie en todo el día, ya son dos días que nadie se acerca -dijo con decepción Mary.

-Cuando menos lo esperas tienes un día de perros, ya verás; siempre te acaba pasando igual -le dijo Alice que intentaba darle esperanzas.

-Sí, tienes razón en eso. Me gustaría que viniera alguien, hoy me apetece contactar; si hay un tiempo que no contacto, me noto distinta -dijo Mary.

-Bueno… sabes que siempre puedes contactar conmigo -le dijo Alice esperando una respuesta afirmativa de su hija.

-No, no es bueno que contactes con papá tan a menudo, no es algo que te pueda beneficiar, te entristece mucho y eso no es bueno -le respondió con seguridad Mary.

-Ya hija ya, pero es que… le echo tanto de menos que necesito siempre hablar con él -le dijo Alice con cara triste.

-Realmente no eres tú la que habla con él, sino yo. Yo simplemente te digo lo que me va diciendo -dijo Mary.

Amor del mas alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora