·familiar·

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Recuerdo que la primera vez que te invité a casa fue una de esas múltiples noches en las que me acompañabas hasta el portal y nos despedíamos con conversaciones que se alargaban hasta las cuatro de la mañana.

Verte entre sombras y las rojizas luces de neón que penetraban por la cristalera del portal era una de mis escenas favoritas del día. Tu pelo y tus ojos tomaban tonos salvajes en aquel ambiente.

Cuando por fin subiste a mi piso, recorriste cada estantería, libro, película y álbum con la suave piel de tus dedos. Curiosa pero silenciosa.

—¿Quiénes son todas estas personas? —señalaste unas fotos enmarcadas.

Mi familia. —y te los presenté nombrándolos a la vez que señalaba sus rostros plasmados en papel y tinta.

Parecías feliz, en aquel momento al menos, podría imaginar algo de alegría en ti.

Te dejé fumar en mi salón, mientras yo bebía .

Y cuando separaste el cigarrillo de tus labios para reclinarte y besarme; sentí dentro de mi el mundo tan complejo y enrevesado que encerrabas.

Sabías a tabaco y yo a frambuesa. No recuerdo haber probado algo tan apasionante nunca antes, y a día de hoy nada ha cambiado.

Kháos. Primer libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora