·nocturna (II)·

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Recuerdo que aquella noche, tras salir del hospital y pasear bajo la lluvia, llegamos a casa caladas hasta los huesos.

Me metí en el baño para quitarme la ropa mojada mientras tu hacías lo mismo en lo que solía ser nuestra habitación.

Cuando salí, permanecí apoyada en el marco de la puerta. Tu me dabas la espalda y pude recordar a la perfección cada lunar y cada peca de tu piel incluso a través de la ropa.

Entonces te giraste y me miraste con ese gesto frío tan típico en ti. —¿Por qué te preocupas por mi?

—Éramos buenas amigas. —me limité a mentir.

—Quizá, pero no me acuerdo de ti.

—Lo sé, ¿nada de esto te resulta familiar?

Miraste a tu alrededor. Hacía tan solo unas semanas que habíamos amueblado el piso juntas, que habíamos pasado tiempo aquí y ni siquiera se te había pasado por la cabeza que la camiseta que te habías puesto era en realidad mía.

—No, este sitio es nuevo para mi.

Yo en cambio recordaba cómo te habías quejado de que los cuadros no estaban rectos y que las cortinas entre las que te besé no eran de un color agradable. Pero tus labios sí lo eran y callé todo lo que tenías que decir con los míos.

Kháos. Primer libro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora