Una vieja historia -2

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1- Hice este capítulo en word. La computadora sigue fallando.

2-Posiblemente halla errores. 

3-No está revisado.

4- Este es un pequeño extra. Decidí publicarlos aquí y no en Por un Partido.

Salí­ por la ventana, tratando de no despertar a nadie. Mis padres se encontraban en casa durmiendo plácidamente en su habitación. Apreté mi brazo alrededor de mi cuaderno logrando detenerlo mientras se deslizaba.

Baje lentamente a través de las rejas cubiertas por plantas que ocupaban gran parte de la pared exterior de la casa.

Caí­ de pie, por primera vez en mi vida. Logrando apenas mantener el equilibrio. Gire hacia el bosque que se encontraba en la parte trasera de mi nuevo hogar, no pude evitar adentrarme en él. Mi cuerpo se escapaba de mi control, mientras mi cerebro me repetía una y otra vez la misma pregunta.
¿Por qué estoy tomando un paseo a medianoche?

Tome mi cuaderno de dibujo entre las manos y saque un pequeño lápiz del bolsillo trasero de mis vaqueros.

Una suave brisa me rodeo y di gracias al hecho de haber tomado mi chaqueta antes de salir de casa.

Lo único que iluminaba el camino entre los árboles era la luz de la luna, mis ojos no estaban acostumbrados a tanta oscuridad y sin embargo lo veía todo con claridad.

Un aullido rompió el sepulcral silencio que hasta ahora me había acompañado en el camino. Sentí­ que algo se rompía dentro de mí­, era como un llamado de auxilio, de lamento que destrozaba mi corazón en mil pedazos.
Sabía que debía de volver a casa, que era lo mejor. Pero mi cuerpo entero me lo impedía siguiendo el lamento del lobo hasta un pequeño claro.

Camine despacio con miedo a que en cualquier momento algún animal me atacará.

Divise a un lobo blanco aullando, aunque de su hocico ya no se emitía ningún sonido, sabía que aún se lamentaba. Me concentré en su imagen y me acerque un poco más, para luego sentarme en una pequeña roca que se encontraba situada cerca de él.

Abrí­ mi cuaderno empezando a dibujar apoyada en mis piernas. Dibujé cada trazo, cada rasgo del lobo que mantenía los ojos cerrados. Lo observe con mucha atención queriendo capturar su imagen. El dibujo se encontraba casi terminado a los pocos minutos y el lobo aun mantenía la misma posición.

Una rama se rompió a mi espalda causando que el miedo empezara a filtrarse por mis poros. No sabía que había detrás de mí.

Gire mi cabeza lentamente mientras me paraba, tratando de no realizar ningún movimiento brusco, por si era un animal salvaje.

No estaba preparada para lo que vi, mil posibilidades pasaron por mi cabeza desde un conejo hasta un homicida.

Pero no era ninguna de ellas.

Era un grupo grande de lobos, bastante gigante que se extendían en una especie de formación rodeándome.

No había escapatoria, el camino por el que había llegado ahora se encontraba bloqueado por grandes lobos de distintos tamaños, de distintos colores.

Di un paso atrás chocando con algo, me sostuve para no perder el equilibrio. El suave pelo se frotaba contra las palmas de mis manos.

Por favor, no quiero morir hoy. Empecé a suplicar en silencio a nadie en particular.

Aleje mi mano de la cabeza del lobo que se encontraba a mi espalda y trate de alejarme, girándome lentamente para observarlo. Era el mismo lobo blanco que momentos antes estaba dibujando. Se hallaba con la cabeza ladeada y una mirada divertida en sus ojos azules.

Retrocedí chocando de nuevo con la roca a mi espalda.

El lobo se acercó acorralándome contra la roca. Bajo su hocico hasta mi entrepierna para después enterrarlo, rozando con su húmeda nariz la tela de mis vaqueros.

- Nunca te han hablado del cortejo muchacho.- Hable mientras empujaba su cabeza hacia atrás con mi mano. - No todas follamos en la primera cita.

Si estuviese hablando con un humano sería educada pero como posiblemente estos eran mis últimos minutos de vida mi educación había quedado olvidada.

El libro de Noah.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora