Capítulo 5.

13 3 0
                                    

Mis mejillas son acariciadas. Soy consciente de mi agitada respiración a pesar de que no soy capaz de abrir los ojos. Visualizo el lugar, la cocina, mi pobre compañía desvanecida en el suelo. De nuevo, recorro la entrada de mi casa, por un momento, sé que esta vez es un sueño, que no es la primera vez que vivo eso, pero las lágrimas no tardan en hacerse presentes, cruzo el pasillo, en busca de mis padres para avisar de que ya no teníamos mascota. Vuelvo a estar rota por dentro, noto como mi pecho se oprime y me duele, me duele al igual que aquella vez, saber que estoy sola, ellos sabían que no iba a sobrevivir, y me dejaron sola, abrazando a la pobre alma perdida de tal pequeña criatura, acariciándola como si de la muerte se tratase, como si yo interpretase tal papel y solo la estuviera ayudando a irse.

Unos brazos. Calor.

Mis ojos deciden abrirse de par en par. Tal y como había notado, mis mejillas están completamente humedecidas, y mi respiración agitada. La única diferencia son estos brazos que intentan reconfortarme. Mi mejilla está apoyada en un cálido de pecho, y su aroma traspasa mi sistema respiratorio.

-Tranquila - un susurro acompañado de su mano acariciando mi alborotado cabello inundan la habitación. Lloro, esta vez de manera pausada. Mis manos se aferran a su ancha camiseta -. No estás sola - no contesto - lo sabes ¿verdad? - quiero mantenerme en silencio, no contestar a sus preguntas y simplemente mantenerme abrazada a su cálido cuerpo toda la noche, pero sé que lo odia, sé que quiere que le conteste.

-Lo sé... - mi voz sale en un susurro, no por mantener la tranquilidad que él intenta compartir, sino porque no da a más. Esas dos palabras hacen que el abrazo se fortalezca, y entonces entiendo, que realmente está ahí para mí. Hacerme decir esas cosas sirve para que me dé cuenta de lo que tengo. Lo tengo a él. Su mano viaja y amolda la almohada para luego hacer que me recueste en ella. Mi cabeza cae, de pleno, y por un momento temo volver a soñar con lo mismo.

-Me quedaré contigo, ¿quieres? - alcanzo a asentir mientras cierro los ojos. Jimin suspira. A pesar de no ver su rostro, sé con certeza que el suspiro va acompañado de una sonrisa. Y lo amo, amo este momento de tranquilidad, de bienestar.

Tostadas con mantequilla fundida.

Mis ojos se abren de par en par cuando ese olor tan familiar me inunda.

Vacío. El lado de la cama que había estado ocupado toda la noche se encuentra ahora vacío. ¿Qué esperaba?

Me levanto y arrastro los pies hacia la cocina. Una sonrisa, sus ojos brillan mientras coloca dos bandejas con el desayuno.

-Hoy seremos solo nosotros dos - advierte, como si no fuese de notar -. Jimin... tuvo que salir a algo...

-¿A qué...? - a pesar de finalizar la pregunta, el tono interrogativo de mi voz decae, decae al ver como Jin me mira directamente a los ojos, "no preguntes", y no pregunto. Me encojo de hombros y me siento en silencio, intentando degustar las tostadas que tanto se me apetecían hace unos minutos, y que ahora son insípidas.

-Y... bueno, ¿cómo te va con el psicólogo? - le miro fijamente. ¿Qué respuesta debo darle?, no quiero mentir, no de nuevo.

-Bueno... a veces me da la impresión de que no me deja mucha privacidad... - me encojo de hombros, intentando restarle importancia.

-Supongo que es normal, te preguntará bastantes cosas... Pero parece que hace efecto, últimamente estás mejor - admite con una sonrisa, y escuchar eso por parte de Jin se me hace un piropo. Asiento, sonriente ante su respuesta. Aunque estoy segura de que si supiese que si estoy mejor no es por el psicólogo, no le sentaría tan bien -. Hoy tengo turno de mañana, ¿vas a salir o algo? - y para sorpresa de Jin, asiento - ya veo, te dejaré mis llaves entonces, volveré algo tarde y aún si tú no has llegado, Jimin estará aquí - sonríe. ¿Por qué eres tan bueno, Jin?

Al salir de casa, lo primero en lo que me fijo es en las casas vecinas. A penas he salido en lo que llevo aquí, y mis ojos aún no se acostumbran del todo a la vista que me rodea. Mis pies caminan, cruzan calles, girando esquinas, se paran a ver escaparates, y luego, continúan caminando. Mi intención era buscar algún trabajo de medio tiempo en el que no tuviese que interaccionar mucho, aún no estoy preparada para eso, por lo que encontrar un trabajo se me hace más difícil de lo normal. La mayoría de vacantes que encuentro son de camarera, y eso definitivamente, no es para mí.

Mis pies se detienen.

Desearía haberme detenido por una oferta de trabajo, pero no. Aquí estoy, de pie, frente a él. Nuestros ojos se encuentran, de manera paralela, y por un momento, siento que podría hacerme mil pedazos. Sus labios se mueven, y a juzgar por el breve y leve movimiento, deduzco que dice mi nombre, el cual no escucho no sé si porque lo susurra, o porque estoy demasiado concentrada en no echarme a llorar que no escucho nada, pero no lo escucho.

Se aproxima a mí, y eso me hace estremecer. El rostro que recordaba sonriente al principio, y riéndose de mí al final, se mostraba ahora preocupado, como si realmente se arrepintiese de haberme hecho daño. ¿Se arrepiente porque salí dañada, o porque por eso ahora lo tratan como a una mala persona? No lo sé, no sé nada. Los conceptos de "malo" y "bueno" se mezclan en mi cabeza cuando me toca el brazo.

-¿Cómo has estado? - entonces lo identifico. Su entrecejo se arruga y parece preocupado, su voz le delata y me deja ver algo extraño, falsedad.

Run AwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora