Capítulo 12.

15 2 0
                                    

Dejo caer las gotas de agua que emanan del grifo una tras otra, llenando la bañera en la que me dispongo a meterme.

Tres días.

Dejo que el agua hidrate mi piel cuando sumerjo mi cuerpo. No es suficiente. Aumento la presión del agua de manera que, cuando los inevitables llantos comienzan, se ahogan con el sonido del chapoteo.

Tengo el pecho encogido. Estoy cansada.

Cierro el grifo cuando mis lágrimas se detienen. E incluso tras haber llorado, es insuficiente. Contemplo mis desnudas piernas, mis muslos. Recuerdo cuando Jimin repartió besos por ellos, cuán feliz era en ese momento, y ahora, indiferencia. Intento repudiar cualquier momento con él, borrar las relaciones que establece mi mente a cada cosa de mi vida con Jimin.

Todo se acaba yendo, ¿es eso? Reluce, reluce frente a mí gracias a la luz que ilumina el baño. Esto es lo único que no me va a abandonar, ¿también es eso?

¿Es todo esto culpa mía?

Paso el pulgar por el afilado objeto.

Sí, claro que lo es, es culpa mía.

Recuerdo una vez más la tranquilidad que suponía transformar lo sentimental en físico, transformar los sentimientos en piel, cortarlos en tiras.

Soy demasiado sensible, estúpida e ingenua.

Mi mano baja, sumergiéndose bajo el agua.

Solo hago que todo empeore. Todo es mí culpa.

Apoyo el cortante filo en mi muslos, dispuesta a ceder al juego. Cierro los ojos e intento ejercer fuerza que haga que se clave y corte mi piel; me mantengo así, inmóvil, sin llegar si quiera a clavar el filo.

Lo recuerdo, recuerdo aquella vez... Tenía, ciertamente, ganas de despedazarme, de desaparecer como muchas otras veces, pero ahí estaba él, tras la puerta que se interponía entre nosotros, susurrándome que todo estaría bien, suplicándome que no hiciese nada.

Río internamente. Ese idiota de Park... Estaba tan decidida a seguir con mi trayectoria aquella vez, creí que nada podría pararme, que todo había acabado, y sin embargo, ahí estaba: "si te haces daño también me lo harás a mí", y me detuve.

Y me detengo.

Su sonrisa sumerge mi mente en ella y mis ojos en lágrimas. Suelto la cuchilla e inundo mi cabeza en el agua, tapando mis oídos, dejando de escuchar cualquier otra cosa que no sean mis pensamientos.

Me toma un momento, puede que demasiado largo, tranquilizarme, pero ahí estoy, bajando las escaleras de casa con la cuchilla que prometió acompañarme abrazada con mis dedos.

-Pensé que no me ayudarías con la cena - dice Jin cuando escucha mis pasos entrar en la cocina. Tanto su rostro como su tono de voz muestran una clara alegría por ver que no ha tenido que convencerme de bajar y comer, pero esta desaparece al ver mi rostro. Supongo que una ducha no fue suficiente para borrar los rastros de lágrimas. No intercambio palabra alguna, camino hacia la basura y tiro la cuchilla, ante sus ojos. No le miro, pero de alguna manera, sé que está horrorizado. Camino hacia él esta vez, con la mirada fija en el suelo, y lo abrazo.

-No hice nada - y tras esas tres simples palabras, su cuerpo se destensa -. ¿Por qué me ha tenido que dejar él también, Jin? - no hay respuesta alguna. Me rodea con sus largos brazos y siento la amenaza que procuran mis sentimientos, quiero llorar -. No puedo dejarle ir... - me separo y seco mi rostro -. Es egoísta, pero es así.

No sé qué añadir. Jin me observa sin mediar palabra alguna. Suspira, se aleja, y coge un papel que luego me entrega.

Una dirección.

Desvío mi mirada a Jin y este se dedica a sonreírme. Me acerco y rodeo su cuerpo con mis brazos.

Oye Jin, nunca te lo dije, pero te debo más que un simple gracias.

Corro lo más que puedo, noto cómo unas monedas que había en los bolsillos de mi chaqueta salen desperdigadas por la calle. Mis rodillas tiemblan por la falta de ejercicio de todo este tiempo. Mi mente se grita a sí misma, formulando mil preguntas sin respuesta. ¿Que espero hacer cuando llegue? Miro el papel arrugado una y otra vez, como si fuese un mapa y no una simple dirección. Conozco estas calles de sobra, pero de alguna manera veo el camino completamente desconocido.

Apartamento 22. Aquí me encuentro, con la mano cerrada en un puño y alzada con la intención de aporrear la oscura puerta que tengo frente a mí, y sin embargo, tiemblo. Todo mi cuerpo tiembla al saber que esta decisión sea probablemente la final.

-Vamos - me susurro a mí misma -. No he llegado aquí para nada.

Es cierto, no he corrido todo esto para darme la vuelta y marcharme por un simple tembleque; no he hecho que Jin confíe en mí para darme la vuelta y rendirme así de simple.

Mi mano se agita repetidas veces en el aire, golpeando la puerta con los nudillos una y otra vez. Los pasos que escucho aproximarse a la puerta se me hacen lentos.

La puerta se abre, y la cara de Jimin no tiene precio.

No vine para esto. Inevitablemente, mis mejillas se bañan en lágrimas. Mierda. Habría dado cualquier cosa por verle de nuevo, y ahora que lo veo no sé qué decir, quiero tirarme a sus brazos y reír como lo habíamos hecho antes, gastarnos bromas y pelearnos como siempre.

-¿Qué haces aquí? - al ver que no obtiene respuesta alguna por mi parte decide proseguir con un monólogo -. ¿Jin te dio mi dirección? - suspira en un quejido y eso me parte en veinte -. Le dije que no se la diese a nadie, no quiero aguantar sermones en este momento independientemente de lo que haya hecho, y mucho menos quiero que vengas a llorar a mi puerta para que vuelva a casa o algo por el estilo - ¿realmente soy tan molesta, Jimin? Sus palabras me estrujan, como es de obviar, pero lo que más me cuesta perder siempre, es la esperanza en alguien que conozco.

-Deja de huir.

Run AwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora