Capítulo 11.

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Narrador omnisciente:

Se despierta con el sonido de una cremallera. ¿Qué hora era? Una leve luz matutina se cuela por la ventana, permitiendo distinguir a qué hora apuntan las agujas de su reloj, las 7:30 a.m. Estira la mano en busca de la persona con la que había dormido, vacía, al igual que la otra vez. Otra vez el sonido de una cremallera, el cual esta vez sí que llama su atención. El sonido era cercano, quizás más del que a Liss le hubiera gustado. Se incorpora, con miedo a lo que estaba viendo. Sus brazos tiemblan, amenazando con dejar de sostenerla. Se detiene por un momento, observándole, observando cómo cerraba las cremalleras de su maleta.

Por otro lado, al percatarse del indeseable despertar de la chica, la mira fijamente. No sabe qué decir, no quiere intercambiar palabras respecto a lo que se estaba presenciando. Tampoco es que hubiese nada que especificar, era exactamente lo que parecía.

-Ya veo... - pronuncia Liss en un susurro. Se levanta y se acerca al chico, que refleja cierta debilidad en su mirada -. Incluso si te suplico que no te vayas, te irás, ¿verdad? - ante su atisbo de duda, el contrario asiente con la cabeza, sin embargo, tiene que intentarlo, no puede simplemente dejarlo ir -. Quédate conmigo - dice, convenciéndose a si misma de que hay esperanza.

-Tengo que irme - afirma brevemente, sin la menor molestia de dar una explicación.

-Por favor... - lentamente, se rompe lenta e internamente. Cada momento, cada beso vivido... ¿realmente no significó nada? -. ¿Qué hay de todas las veces que me dijiste que me querías? - recrimina en una pregunta -, ¿para qué querías que estuviese bien si ahora me demuestras que no te importo? ¿te da igual? ¿te da igual todo? - y la ronda de preguntas finaliza, con una respuesta que sentencia la conversación.

-Solo eres una más - ¿lo es?, ¿realmente es Liss otro de sus entretenimientos temporales?, ¿y qué con todas las muestras de cariño? ¿eran falsas también?

-Lo sé - contesta seria, para la sorpresa de Jimin. Se encoge de hombros, dándose por rendida, y se deja caer al suelo entre lágrimas retenidas.

Todo ha acabado.

<<Sólo eres una más>>, incluso a él le dolían sus propias palabras, pero más le había dolido escuchar las de la chica: <<lo sé>>.

A decir verdad, ella lo tenía claro desde el principio. No se dejó engañar en ningún momento, ni por la apariencia del chico, ni por el amor que comenzaba a sentir por él.

Entierra las uñas en su piel, esperando aliviar un poco la opresión de su pecho, esperando con todas sus ansias, que ese macabro dolor rompa sus costillas y deshaga su corazón. No quiere sentir nada más. Ella es la única responsable de su propio dolor.

Jimin permanece quieto, observando la figura de la chica que se encuentra sentada en el suelo, de espaldas a él. Un escalofrío le recorre. Quiere ir a ella y abrazarla, disculparse por cómo la ha tratado y por ser el cobarde que es, por tener miedo a sufrir más, por tener miedo a la pérdida que justo estaba presenciando.

Pero la única realidad es que no piensa rectificarse, es que no piensa volver sobre sus pasos y disculparse, no va a hacer lo que desea, y ¿por qué?, porque no quiere que vuelvan a abandonarle como lo habían hecho en el pasado, ya confió una vez en una chica, y lo hundió a más no poder, todos lo sabían. Tampoco quiere hacerle daño a ella, a pesar de que era justo lo que estaba haciendo, pero... ¿era mejor así, no?, tarde o temprano iba a cansarse de ella como hacía con todas, ella no se merece algo así, es lo único que tiene claro en esa ensalada de opiniones y pensamientos que inundan su mente. Y sin más, a paso decidido, abandona la casa.

Y por una vez en este maravilloso tiempo transcurrido, se deja caer, el dolor finalmente la vence.

Deja caer su peso muerto al suelo, deja que sus piernas pierdan el equilibrio y sus rodillas se claven sobre la sólida superficie.

Unos pasos corren a la habitación, gritos, solo escucha gritos procedentes del dueño de la casa que dicen a los chicos que los dejen, que dejen la casa, que los dejen a ambos solos.

Ni si quiera sabe cuánto tiempo lleva ahí tirada, sentada sobre sus lágrimas, derrumbada bajo sus sentimientos.

"Está bien, pequeña" le susurra al oído con voz pacífica mientras acaricia su largo y fino cabello. Pero incluso él mismo sabe que no está bien, a pesar de parecer un dardo tranquilizante, la mansa voz de Jin no puede reconfortarla.

Finalmente, la chica alza la mirada, encontrándose con un rostro borroso. Frunce el ceño, no por no reconocer a la persona, sabe perfectamente quién es; sino por no poder evitar que sus lágrimas caigan, por no poder ahogarse en ellas. Limpia sus húmedas y rosadas mejillas, fruto de las transparentes perlas que habían escapado de sus ojos, acaricia estas, borrando los rastros de caminos que habían dejado a su paso con la yema de los dedos. Frota sus ojos, consiguiendo enfocar la vista y concentrarla en el rostro de su preocupado amigo.

El largo cabello de la joven se ondula a la altura de los ojos de Jin. La abraza, la retiene entre sus brazos, estrechándola en un acogedor abrazo, que lejos de tranquilizarla, la agita aún más, haciéndola llorar de nuevo.

El chico, nervioso, le susurra innumerables palabras incoherentes, intentando que la chica que ve romperse en mil pedazos, simplemente, no terminara por desvanecerse. "No puedes abandonarme", es la única frase que consigue formar. Su camisa se arruga entre los dedos de la criatura, que en este momento, parecía un pequeño animal desconsolado. No era la persona que la acogió quien la abandonó, pero si fue el dueño de su corazón quién la hizo volver a sentirse igual de solitaria que tiempo atrás.

Y, aunque los brazos de su mejor amigo la acorralaran y le demostraran que no estaba sola, la única realidad para ella, era que no había un solo lugar, una sola esquina en este triste mundo, que pudiera convertirse en su refugio.

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