Capítulo 1

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*NARRA ADRIAN*
-No me pegueis más, por favor!!!- Dije sobresaltado

-Sr. Adrian podría dejar de dormir en mis clases, se le cae la baba-. Gritó el señor Alfredo

- Perdón, Sr. Alfredo, no volverá a ocurrir.

-Vaya-se de mi clase ahora mismo, la directora le esperará encantada-. Dijo en tono enfadado

Una ola de asombros y cuchicheos inundo el aula. Nadie nunca había oído mandar al profesor Alfredo a un alumno bajar a dirección, y para la loteria, yo.

-Joder, otra vez me he quedado
dormido-. Pensé

Recogí mis cosas y salí por la puerta.
De camino a direccion no podía dejar de pensar en mi sueño, no trataba de nada extraño, solo era una cosa que cada poco se hacía realidad, ya que los abusones siempre me pegan, pero nunca había llegado al punto de tener pesadillas con ellos.
Por fín llegué a dirección, abrí la puerta y ahí estaba la directora con su pelo gris lleno de laca y su traje completamente verde, realmente si te la encuentras de noche, te da miedo.

Me senté en la silla enfrente de ella, alzo las vista y sus ojos grises penetrantes me examinaron milímetro a milímetro.

-Que raro que estes tú por aquí.- dijo en tono irónico-. Esta vez ¿quien te manda?

-Alfredo el profesor de lengua.- Respondí

- Que has hecho para que ese hombre te mande aqui.- dijo alterada-. Si hasta las hormigas son capaces de robarle el bocadillo.

-Solo me he dormido en su clase...- Reprochè.-

-Bueno, no importa vuelve a clase y pidele perdón.- contestó levantándose de su silla y abriendome la puerta

-Pero... Directora... Me ha mandado aqui por dormirme y todo se soluciona con un simple perdón...

- Sal de mi despacho y haz lo que te digo.- dijo subiendo el tono de voz.-

Salí por la puerta sin hacer mas preguntas, no quería meterme en más problemas.
Llegué a la puerta de la clase antes de que tocará el timbre, pero no me dió tiempo a entrar, sonó antes.
Empecé a ponerme nervioso, ya que en cualquier momento una mano me cogería por la espalda y me arrinconaría contra la pared para pegarme.
Piqué a la puerta, y cogí el pomo, pero desgraciadamente me sudaban las manos y este se me resbalaba.
Cuando por fín pude abrir la puerta, una mano me cogió por la espalda y me puso mirando hacía él.

Ser feliz no es tan fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora