24: todo acaba.

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A pesar de todo lo que había ocurrido, sentía que mi vida volvía a tener sentido. Me estaba sintiendo dueña de mi propio rumbo otra vez. Y ningún sentimiento se podía comparar con el que estaba sintiendo en este momento.

Aquí estábamos, todos los chicos y yo, sentados en la mesa de la cafetería riendo a más no poder. Lo sentía de alguna manera como –irónicamente- un deja vu. Esto era lo que siempre había querido desde que desperté en aquella casa, con aquel horrible vestido blanco. Esto es lo que había soñado los siete meses que estuve prisionera en mano de dos hombres que solo cumplían órdenes de un imbécil que no pudo perdonar nunca a mi padre por sus errores.

—Así que, Valerie, ¿irás a Noruega? —me preguntó Guille, tomando su cerveza y dándole un gran trago sin despegar su mirada de mí.

—Ese es el plan —contesté de la misma forma. A pesar de que la cerveza no era de mucho gusto mío, tomar de vez en cuando no hacía daño a nadie, ¿no?

—Y por supuesto ahí estará Rubén cuidándola —bromeó Mangel.

—Ya somos como un pack —contestó Rubius, pasando un brazo por encima de mis hombros. —No podría dejar a mi pequeña sola.

Aquellas palabras provocó una ola de "aaaaws" en todos los chicos, acto que obviamente me hizo sonrojar.

—¡Que mooona que eres! —se expresó Luzu, apretándome cruelmente las mejillas.

—Calla ya —bajé la mirada, provocando otra ola de risas.

Rubius rió y me besó la mejilla, para luego seguir charlando con los demás. Yo solo estaba perdida en mis pensamientos, gozando este momento, gozando la paz que reinaba en mí.

Además, solo faltaban unos pocos días para reencontrarme con mi madre. Era triste, puesto que no recordaba nada de ella, pero ahora tendría la oportunidad de reconstruir otra faceta de mi vida, por muy duro y triste que fuera.

—¿Sucede algo? —susurró Rubius en mi oído, provocándome mil escalofríos.

—Nada, solo pensando —le sonreí, dándole un pequeño beso. —Iré al baño, espérenme.

Dicho esto, me levanté y caminé hasta los baños que se encontraban al fondo de la cafetería. Entré y me miré por unos segundos al espejo. Mi aspecto había cambiado drásticamente junto con mis sentimientos, era como si cabello rojizo se hubiese puesto mucho más rojizo, el brillo en mi mirada había vuelto y las ojeras, aunque aún estaban, eran menos notorias.

Me lavé la cara y quedé mirando mi reflejo unos segundos más. Justo cuando estaba por irme, un agudo dolor de cabeza me hizo detenerme. Por instinto miré mi reflejo nuevamente y lo último que recuerdo es la sangre saliendo de mi nariz y las baldosas del baño llenas de esta.

{...}

Miles de imágenes pasaban por mi cabeza. Eran tantas que solo alcanzaba a procesar un puñado de estas: fotos mías bailando con Natalia, momentos con Rubén, yo en un hospital, riendo con los chicos, riendo con Guille, riendo con Mangel, yo en silla de ruedas...

Pasaban como torbellinos por mi mente, como un tornado. Y yo estaba en medio de ese tornado, totalmente perdida, con lágrimas en los ojos. Era mi vida. Estaba viendo mi vida pasar delante de mí, literalmente. No había nada más en el mundo excepto aquel hermoso espectáculo. Todo el dolor se había ido, reemplazado inmediatamente con felicidad. Más felicidad de la que nunca había imaginado.

Unas máquinas comenzaron a vibrar a mi lado. Unos pitidos realmente molestos y mil enfermeras a mi alrededor. Todo se fue a negro y eso fue lo último que recordé.

*******************

—Está despertando —escuché una lejana voz. No podía reconocer a quien pertenecía.

Lentamente fui abriendo los ojos, encontrándome con una sala celeste. La luz era cada vez más fuerte, aunque concorde pasaban los segundos mi vista se iba acostumbrando. Aunque aún no me encontraba consciente del todo, pude divisar sin problemas a Rubius sosteniendo mi mano y mirándome fijamente, mientras que al mismo tiempo sonreía de oreja a oreja.

—Hola, pequeña —sonrió. —Espero que no vuelvas a desmayarte otra vez.

—Hola —murmuré débilmente.

—¿Quieres agua? —la voz de Guille se hizo presente, con una clara preocupación notable en esta.

—Sí, claro, gracias —acepté, sonriéndole.

Pude notar que todos los chicos estaban aquí, Luzu y Alex dormidos pero Guille, Samuel, Mangel y por supuesto Rubén se encontraban mirándome aliviados. Acepté el agua que Guille me tendió y bebí con gran dificultad. Tenía la garganta increíblemente seca.

—¿Qué pasó? —fue lo primero que pregunté, dejando el vasito con agua a un lado de la camilla.

—Al ver que te demorabas mucho en los baños, decidí ir a ver que sucedía. Te encontré con un gran charco de sangre a tu alrededor y llamamos inmediatamente a una ambulancia. Te habías desmayado, Val. —dijo Rubén, apretando mi mano. —Hace unas dos horas atrás estuviste a punto de tener un paro cardíaco. Tenías mucha taquicardia, Val. Así que te volviste a desmayar —susurró.

De pronto todo tuvo sentido. Y unas palabras resonaron en mi cabeza

Volverás a recordar.

Los recuerdos estaban ahí. Estaban en mi mente. Recordaba cada momento de mi vida, recordaba todo lo que había vivido antes de mi secuestro.

Había recordado todo.

—¿Valerie, estás bien? —Rubius se acercó más a mí, tomando fuertemente mi mano entre la suya.

La máquina que veía los latidos de mi corazón comenzaron a sonar con más frecuencia, pero solo era una consecuencia de lo que acababa de pasar unos segundos atrás. Rápidamente, unas lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, recorriendo mis mejillas, mientras que unas enfermeras entraban alarmadas a la habitación.

—¿Te sientes bien? —me preguntó la más alta de ellas, mientras revisaba mis pupilas con una pequeña linterna.

—Sí, está todo bien —murmuré.

—Vale, llámanos cualquier cosa. —me sonrío rápidamente y se marchó de la habitación, con su compañera siguiéndole por detrás.

—¿Qué ocurre, Valerie? —me preguntó Mangel, casi como en un susurro. Todos me miraban asustados, pero yo apenas podía hablar.

—Me estás asustando, pequeña —susurró Rubius, expectante a mis movimientos.

—Eh podido recordar —murmuré tan bajo que nadie me escuchó. Las lágrimas seguían cayendo y yo aún no podía procesar la alegría que sentía en ese momento.

—¿Qué has dicho, Val? —me preguntó Guille.

—Que eh podido recordar —dije, mirando la expresión de todos los presentes. Alex y Luzu ya habían despertado con todo el escándalo y por sus rostros, supe que estaban en shock. —Lo eh recordado todo, absolutamente todo —las lágrimas caían cada vez con más fuerza, las manos de Rubén apretaban cada vez más la mía. Su mirada estaba totalmente perdida en las sabanas de la camilla, mientras que los demás se pasaban las manos por el cabello o se mordían los labios mirando el suelo.

Guille fue el primero en reaccionar.

—¡Madre mía, Val! —unas lágrimas comenzaron a caer silenciosamente de sus ojos. Sus brazos inmediatamente rodearon todo lo que podía rodear de mí en esa posición y sentí lágrimas cayendo en mi hombro. —¡Eso es precioso! ¡Es perfecto, joder!

—Lo sé —le respondí —Es hermoso, es... Dios, es todo lo que esperé este tiempo —sollocé.

De un momento a otro, sentí a todos los presentes en ese momento rodearme con sus brazos.

Luego de todo este tiempo, nunca me sentí tan amada. 


Valerie #2(Rubius).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora