3: Escape.

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La tarde estaba tan nublada como si el mundo supiera que este día mi vida cambiaría por completo, como si todos supieran que mi estado de ánimo encajaba perfectamente con el ambiente: depresivo.

Chris se encontraba cargando mi mochila café que consistía en traer solamente un poco de ropa que me serviría para mis primeros días en Madrid. Estaba tan nerviosa que un dolor de cabeza se interpuso en mi camino nuevamente, obligando a mis emociones disminuir su ritmo.

Entramos a la estación de trenes en el momento exacto que anunciaban que el tren que me llevaría  Madrid saldría en quince minutos. Chris me entregó la pequeña mochila mientras intentaba que su voz no fallara y las lágrimas no salieran.

“Te extrañaré” murmuró cuando chocó su frente con la mía y tomaba ambas manos entre las suyas. “No sabes cuanto te quiero, Val.”

“También te extrañaré mucho, Chris” le respondí forzando una pequeña sonrisa, tratando de aliviar el ambiente tan denso. “No sabes cuanta ayuda me proporcionaste estos últimos meses. Eres un gran amigo.”

Lo abracé con tanta fuerza que mis músculos comenzaban a doler un poco, pero eso no impediría que esta despedida fuera una de las buenas. Sentí como unas pequeñas lágrimas de parte de Chris mojaban mi hombro, por lo que comencé a trazar pequeños círculos en su espalda con la esperanza de que se tranquilizara un poco.

“Estaré bien, Chris. Lo prometo” murmuré.

“Eso espero” respondió de la misma forma.

Me separé lentamente de él mientras colocaba mi mochila café en mi hombro derecho. Le miré por última vez, recordando cada una de sus facciones y agradeciéndole mentalmente cada cosa que hizo por mí.

“Ten” él me entregó una pequeña carta blanca que ponía: Valerie. “No la abras hasta que estés en Madrid. O camino hacía allí” rió.

Yo también reí.

“Lo prometo” sonreí.

Una voz mecánica anunció que quedaban tan solo tres minutos para abordar el tren. Le di un pequeño beso en la mejilla.

“Gracias” susurré en su oído. “Muchísimas gracias por todo, Chris.”

Cuando me separé de él no fui capaz de mirarle la cara. Me coloqué bien la mochila y me di una media vuelta sobre mis talones dispuesta a no mirar hacía atrás como me había indicado Chris.

Sin embargo, lo hice. Cuando estuve sentada en mi asiento correspondiente en aquel tren, miré por la ventana solamente para recordar cada una de las facciones del chico que recordaré que salvo mi vida y que me sacó de toda la miseria. Le hice una señal con la mano, a lo que este respondió un tanto desanimado.

El tren comenzó a andar y me acomodé en mi asiento.

Comencé a mirar por la ventana mientras que a cada segundo el tren tomaba más velocidad. Estaba nerviosa por mi nueva vida en Madrid. Estaba nerviosa por desenterrar mi pasado. Estaba nerviosa por un montón de razones que desconocía, simplemente no podía procesar el hecho de que era libre. ¿Debería de sentirme emocionada porque estoy completamente libre o debería estar triste porque no recuerdo nada de mi pasado? Supongo que eran las dos opciones, así que mi mente se volvió un debate total.

Cerré mis ojos con fuerza, tratando de bloquear todo lo de mi alrededor.

RUBÉN PUNTO DE VISTA.

Tras terminar de editar un video, me levanté del asiento de cuero para dirigirme al baño. Estaba cansadísimo, tanto mentalmente como físicamente. Mi vida se había vuelto desaliñada últimamente, simplemente porque faltaba una persona realmente importante en ella: Valerie.

No sabía nada de su paradero. Y al mirarme al espejo pude notar como mi mirada había cambiado. No había rastro de alegría. Me veía como de esos chicos depresivos caminan como zombies por el mundo, como un humano que había perdido las ganas de vivir hacía mucho tiempo.

Mangel me visitaba todos los días dándome noticias de lo que podría ser su paradero, pero habíamos llegado a la conclusión de que ella no se encontraba en Madrid, por lo que la búsqueda había quedado congelada completamente. Además, el cabrón quería subirme el ánimo, pero había asumido hace mucho tiempo que no podría ser posible. Aunque así seguía preparándome comida espantosa echa por él, en definitiva no era un buen cocinero ni de coña.

Me lavé la cara para evitar que mi autoestima se viera por los suelos. No quería que fuera uno de esos días en la que me paso llorando recostado en la cama como un crío de seis años que no le compraron su chocolate favorito.

Estaba malo de verdad. Estaba hecho un desastre total.

Miré por la ventana para saber más o menos el clima que Madrid nos preparaba para hoy: nublado. Bien. Perfecto para un día depresivo de mierda.

Caminé lentamente hasta mi habitación para tomar una gorra y una chaqueta. Decidí a salir a caminar un rato para bloquear mi mente de los recuerdos que tenía con Valerie. ¿Qué estará pasando con ella en este mismo momento? Era claro que aún la amaba como si fuera el primer día, pero joder, como dolía extrañarla de esta manera.

Llegué a un parque que se encontraba cerca de donde vivía. Me senté de piernas cruzadas sobre el pasto mientras mi mirada se perdía entre los edificios que se encontraban a mi alrededor. Me encontré con un par de suscriptores que rogaron por una foto, a lo que accedí libremente, intentando hacer mi mejor sonrisa para no parecer muy desanimado.

Mi móvil comenzó a vibrar.

“Mangel” contesté inmediatamente.

“¡Rubiuh! Joder macho, ¿Dónde estás?”

“Eh salido un rato a caminar, tío. ¿Qué pasa?”

“Pues nada, que me tenías preocupado. Eh venido a tu casa y no estabas”.

“Tienes que dejar de preocuparte un poco Mangel. Enserio tío, estoy bien”.

“Tu cara dice lo contrario, joder. Pareces un zombie en verdad, macho. Eres mi amigo, me preocupas, es todo”.

“Vale, vale, entendí. Tranquilo, que estoy bien. Nos vemos en unas horas. Adiós”

Le corté sin esperar una respuesta y seguí caminando a donde mis pies decidieran llevarme. Sin duda, todo era una mierda ahora. 

Valerie #2(Rubius).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora