10: épocas modernas.

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“¿Quieres que te acompañe a casa? A estas horas de la noche, Madrid es peligroso” habló rápidamente Rubius, casi sin poder respirar, como si las palabras se le resbalaran por la boca. Cosa que me hizo sonreír.

“Hace frío, además, mi departamento solamente queda a un par de cuadras de aquí” respondí con una sonrisa plasmada en mi rostro.

“Quien sabe que cosas pueden pasarte en ese par de cuadras” sonrió juguetonamente. Brevemente un destello de luz se pudo hacer presente en sus ojos, que me miraban fijamente, como si quisieran recordar cada facción de mi rostro.

“Adelante, vamos” accedí, sabiendo que el chico no se daría por vencido.

Empezamos nuestra caminata internados en la noche, iluminados únicamente por los pocos faroles que habían en las calles a estas horas de la noche. Era agradable estar aquí, con Rubius, caminando en silencio, ambos sumidos completamente en nuestros pensamientos.

De pronto odié todo esto. No estaba odiando el hecho de que él me acompañara a casa, tampoco estaba odiando el hecho de que por algunas cosas de la vida me topé con Mangel, ni tampoco odiando el hecho de que la vida había juntando nuestros caminos nuevamente. Estaba odiando el hecho de no poder recordar todo lo que viví junto al chico que ahora mismo, en este mismo segundo, se encontraba a mi lado dispuesto a internarse a la noche para poder acompañar a una chica que con suerte recuerda su nombre. Sí, suena cruel, pero así es ¿no? Muchas personas desean no recordar nada de su vida. Y es una mierda. Una verdadera mierda olvidar todo lo que un día amé.

¿Sería este chico una de esas cosas? ¿Una de esas personas a las que le entregué mi alma entera? ¿Al que le entregué mi cuerpo, mi mente, mi alma?

“Valerie” susurró Rubius, sin levantar su mirada del suelo.

“¿Sí?” respondí del mismo modo, levantando brevemente mi mirada para encontrarme con el perfil de su rostro.

“Perdóname” fue lo único que salió de sus labios.

Yo no entendía nada. Debería ser yo la que estuviese pidiendo disculpas, no él. ¿Qué culpa podía tener él de todo lo que estaba pasando?

“No tienes porque pedir perdón, Rubius” respondí más brusca de lo que esperaba.

“Sí que tengo” se paró en seco, esta vez mirándome fijamente, con una mirada desesperada.  “Te abandoné, no te protegí como debí hacerlo. Y lo que pasó en tu departamento… fui un cobarde”.

“No eres ningún cobarde, Rubén” yo lo miraba fijamente, sin poder entenderlo. “No me abandonaste…” no supe cómo seguir la oración o simplemente no fui capaz. ¿Me había protegido?

¿Me había amado?

Valerie #2(Rubius).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora