27: heridas.

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Las lágrimas caían lentamente por mis mejillas. Había sacado el último boleto de tren que me llevase a Barcelona, exactamente a las 4 de la mañana el viaje había emprendido. No tenía noticias de Chris, no sabía que le pasaba, que estaba sucediendo realmente. Estaba perdida, asustada, aterrada.

—Disculpe... ¿te encuentras bien? —una chica que no podía ver por culpa de mi cabello y lágrimas me habló.

—Yo, por supuesto, sí, solo estoy algo cansada —respondí, aún sin mirarla.

—¿Estás llorando? —la chica, con sumo cuidado, puso mi cabello detrás de la oreja, agachándose un poco para verme. —Jesús, sí estás llorando. ¿Qué sucede?

—Creo que eso no es de tu incumbencia —miré hacía la ventanilla, algo molesta. Por Dios, solo quería estar tranquila.

—Solo intento ayudarte —la chica se sentó a mi lado, intentando captar mi mirada sin mucho éxito.

—Pues no quiero ayuda —enojada, me crucé de brazo, negándome a hacer contacto visual con aquella extraña chica. —Que estoy bien, solo algo cansada. Son las cuatro de la mañana.

—La gente no llora de cansancio.

Con la paciencia al límite, me di vuelta rápidamente para enfrentarla, pero me llevé la sorpresa más grande de mi vida.

Frente a mis ojos se encontraba Natalia.

—¿Y tú que haces aquí? —fue lo primero que le dije, alejándome cuidadosamente de ella.

—Problemas familiares, ya sabes —respondió incomoda. —Me sorprendí cuando no me reconociste la primera vez —susurró, bajando la mirada.

—Bueno, es que estás irreconocible. Es decir, ¿Dónde quedó la antigua Natalia? —solté, con la mejor frialdad que pude.

—Auch —sonrió débilmente, aún sin levantar la mirada.

Rodé los ojos y suspiré, mirando al frente. La tristeza había sido reemplazada por rabia, y sinceramente, no se cuál de las dos era peor.

{...}

Desperté por unos débiles golpes en el hombro. Adormilada, miré la hora: 6 menos 10 de la mañana. Me percaté que Natalia seguía a mi lado, pero simplemente la ignoré.

Me levanté de mi asiento y cogí el único bolso que había traído. Salí del tren, rumbo a lo que sería el hospital. Y miles de preguntas comenzaron a inundar mi cabeza: ¿Cómo llegaría hasta Chris? ¿Estaría bien? ¿Si quiera, seguiría en el mismo lugar?

¿Estaría con vida?

Empujé todos estos temores lejos de mi mente y me concentré únicamente en ayudar a Chris. Caminé con total decisión hasta salir de la estación, pero la figura de Natalia se interpuso en mi camino.

—¡Jesús, Natalia! ¿Qué rayos te sucede? Estoy mi ocupada ahora mismo como para atender tus estúpidos problemas, ¿quieres hacerte a un lado de una maldita vez? —le grité.

—¡Solo quiero arreglar las cosas! —me gritó de vuelta, agarrándome de los hombros. —Sé que la cagué, ¿está bien? Metí la pata hasta el fondo, pero, me siento muy sola ahora mismo, yo... yo solo quiero que volvamos a ser amiga, ya sabes, como en los viejos tiempos. —Lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, pero su mirada no se despegaba de mí.

Apreté los puños y los dientes. Respiré profundamente y miré al cielo, pidiendo ayuda. La miré nuevamente solo para ver su imagen destruida y abrí la boca.

—No es mi problema —le respondí, totalmente fría. —Lo siento, debo irme.

Rápidamente me marché, siguiendo una única ruta que me llevaría al hospital. No pude evitarlo, a medio camino, las lágrimas se hicieron presentes. A pesar que debía de ser una herida que debía de estar cerrada, esta nuevamente se abrió, revelando todo el dolor que traía dentro.

Las calles estaban vacíos y el aire estaba helado. Mis mejillas no tardaron en ponerse rojas a causa de esto, por lo que respiré profundo y caminé con más velocidad, sin pensar en nada más que salvar a Chris.

—Dios santo, dios santo —susurré. —¡Joder, hermano!

Apreté mis puños, temiendo sufrir más de la cuenta. ¿Por qué todo era tan difícil? Gracias al cielo, el hospital apareció frente a mi tras largos minutos de caminata. Paré en seco y miré a las dos direcciones que se hacían presentes.

Cerré los ojos, intentado recordar, acto que fue totalmente en vano.

"A la mierda todo" pensé, siguiendo una gran corazonada que seguramente no me llevaría a ningún lado.

De pronto unos gritos se hicieron presentes. Gritos, risas, cosas rompiéndose. Levanté la mirada, encontrándome con muchas camionetas negras estacionadas a las afueras de una vieja casa. Mi corazón se aceleró, reconociendo totalmente ese lugar.

—Y ahora en que lío me eh metido —susurré, agachándome y escondiéndome tras unos arbustos.

¡Pero claro! No podía ser tan fácil. En mi mente solo estaba el plan de salvar a Chris, pero nunca pensé en cómo.

Armándome de valor, apuré el paso hasta cruzar sigilosamente la cerca de la casa. Cerré los ojos, rogué para que nadie me haya escuchado y seguí el paso hasta unas ventanas rotas que estaban en el patio trasero. Al parecer, no estaban en el primer piso. Punto para mí.

Miré a través de las ventanas rotas, rogando para que Chris se encontrara en una de ellas. Para mi mala suerte, este no se encontraba ahí.

—Mierda —susurré. —Mierda, mierda, mierda.

Di una media vuelta por el patio trasero, buscando algo para poder escalar hasta el segundo piso. No había nada, por supuesto. No había absolutamente nada, por lo que la única opción que me quedaba era subir por las mismísimas escaleras.

Tras armarme de valor, decidí entrar cuidadosamente a la casa. Las voces de los hombres aumentaron, risas roncas y golpes se hacían cada vez más presentes. La rabia se hizo presente inmediatamente al imaginarme que le podrían estar haciendo a Chris.

—Eres un imbécil y siempre lo serás —dictó una voz masculina, profundamente ronca.

—¡De aquí no sales, eh! —le animó otro.

Un peldaño. Este crujió fuertemente, pero gracias a todo el ruido pasó totalmente desapercibido.

Otro peldaño. Esta vez fue menos el ruido.

Al tercer peldaño, los crujidos cesaron, por lo que subí a un ritmo rápido, vigilando que ningún hombre saliera de las habitaciones en las que posiblemente se encontraba.

—¡Lo que hiciste fue imperdonable! —esta vez no hubieron risas. Solo un profundo silencio, y la cólera de aquel hombre. —¡Te mataremos! ¿Lo sabes, no?

Y el débil gemido de Chris.

—Por favor, no lo hagan.

Rápidamente, y sin importarme si me descubrían o no, me asomé por la puerta. El cuerpo maltratado de Chris estaba tirado en el suelo, cubierto de sangre y cortes, atado con una corbata en las manos. Y un hombre, apuntando con una pistola a su cabeza.

El arma resonó en mis tímpanos y la imagen del cuerpo sin vida de Chris me cubrió.



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estoy 

llorando.

:(


Valerie #2(Rubius).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora