•Capítulo 04•

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Zach

Si alguien me hubiera dicho que este día terminaba así, pues... me habría reído.

Soy Zach Davies, y tengo 19 años. Hoy, muy temprano llegue de Roma, después de 2 años de auto impuesto exilio, me había armado de valor para volver y enfrentar a todos.

Al fin y al cabo, yo no había tenido la culpa de nada, aunque sabía que lo que me encontraría no era nada bonito, pero jamás imagine que también tendría la mejor de las experiencias.

Decidí darle una sorpresa a la familia, por ello no les avise. Para mi suerte, ninguno de mis hermanos estaba, así que pude encontrarme con mis padres tranquilamente, Marisse, mi madre, lloro una hora seguida en mi pecho, haciéndome sentir completamente culpable, pero una mirada de Mark, mi padre me indico que, el que yo regresara era una felicidad para ellos.

Después de que mi madre logro soltarme, tome una ducha, mi habitación estaba igual, ni siquiera el polvo se había acumulado, había decidido tomar una siesta para relajarme antes de la confrontación.

Pero por más que daba vueltas simplemente no podía conciliar el sueño, abrí mi cajón y sonreí, ahí estaban las lleves de mi cooper. Solo le avise a mamá, que saldría un rato.

Y gracias a ello, había tenido la mejor tarde de mi jodida vida.

Cuando estacione mi auto aún sentía sus delicados labios sobre mi mejilla, sonreí al recordar nuestra despedida
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Después de que se despidiera de mi tarde unos minutos en reaccionar y pagar la cuenta, dejándole una buena propina a la mesera, ella me había ayudado.

Cuando llegue a la puerta me di cuenta que llovía fuertemente y mi ángel, ¡siii! demasiado rápido... pero estaba seguro de que era mi ángel personal, miraba con el ceño fruncido, la calle.

― ¿Te llevo?― la había asustado pero cuando se giro tenía ese hermoso sonrojo, que resaltaba sus preciosos ojos verdosos.

― Yo

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― Yo... traigo mi carro―uhmm, me hubiera encantado llevarla hasta su casa, pero al menos podía acompañarla hasta su auto.

― Creo que cabemos los dos― me quite la cazadora y ella me sonrió hermosamente, sin una sola gota de maquillaje se veía preciosa, cuando se acercó a mí me llego el delicioso aroma de su cuerpo

Cuando salimos, la tenía pegada a mí y eso me encantaba, me señalo donde estaba su auto

― Bonito auto―ella se giró guiñándome un ojo y para mi asombro volvió a darme un beso en la mejilla aún más cerca que el anterior

―Gracias por acompañarme― la ayude a subirse a su auto y cuando estuvo arriba, yo corrí a resguardarme bajo un toldo y me volvió a dar las gracias.

Por suerte cuando regrese a casa ya no estaba lloviendo, estaba demasiado abstraído pensando en sus hermosos ojos verdosos. Si hubiera estado más atento habría notado los autos de mis hermanos, también lo tenso que parecía estar el ambiente.

Dancing in the Dark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora