2 - COLAPSO NERVIOSO

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II

COLAPSO NERVIOSO



—Saquen un lapicero y liquid paper, no quiero ver nada más sobre sus escritorios—anunció el Profesor Acuña, quien los miraba de manera impasible desde el escritorio.

Héctor Acuña era un tipo de unos cuarenta y tantos años, alto y de complexión algo robusta, su cabello castaño oscuro iba a juego con la barba que tenía aspecto de unos días, pero que ya era costumbre que los alumnos vieran todos los días, lo que más impactaba en su presencia eran sus dos ojos penetrantes, que resaltaban en su pálido rostro como dos escarabajos en medio de la arena del desierto. Su mirada era severa y tenía el poder de callar a las grandes masas con solo hacer un pequeño recorrido por el lugar en donde se encontrara. Éste era el profesor encargado de impartir la materia de Psicopatología, él mismo era psicoterapeuta y contaba con varios libros publicados sobre el tema, por lo que se podía decir que era toda una eminencia y un lujo que la Institución pudiera con un personaje tan reconocido como aquél hombre. Aunque Elena no opinaba lo mismo.

La chica guardó sus apuntes y dejó solo su pluma y el corrector en la mesa, no quería tener problemas con Acuña, menos después de todo lo que la había hecho sufrir a lo largo de la cursada.

El hombre pasó sus ojos por todos los lugares del salón, mirando con gran satisfacción algunos de los lugares vacíos que había en algunas de las filas de mesas. Lo que indicaba que algunos de sus alumnos habían sido lo suficientemente cobardes como para no aparecerse a entregar, por lo menos, el examen en blanco. Sería una satisfacción para él poderlos torturar un poco en la mesa de finales previos que se daría en unos meses. Quería asegurarse de que no se le escapara ningún nombre, por lo que comenzó a pasar lista.

—Alarcón, Mauro.— Comenzó a nombrarlos en tono monótono.

—¡Acá!

Elena sentía una extraña mezcla de nerviosismo y calma, mientras escuchaba al Profesor Acuña nombrar a cada uno de sus compañeros.

—Allegre, Celeste.

—Presente.

El salón estaba compuesto por cuarenta alumnos, por lo que Elena tenía que esperar casi diez minutos a que el Profesor la nombrara. Esa era una de las pericias de tener un apellido que iniciaba con una de las últimas letras del alfabeto.

—Barón, Sebastián.

—Acá, profe.

—Cattaneo, Ingrid.

—Presente.

—Díaz Ortiz, Silvana.

—Acá, Profe.

—Estrada, Laura Carolina.

—Acá.

Los nombres siguieron pasando, pronto le tocó a Laura, lo que indicaba que el nombre de Elena era el siguiente.

—Salvaterra, Elena Aldana.

—Presente.— Respondió de manera automática, mientras en su interior sentía que las tripas se le revolvían. Por algún extraño motivo sentía un fuerte nerviosismo que se iba a crecentando con el paso de las agujas del reloj.

El examen dio comienzo al poco tiempo. El profesor les repartió unas hojas para cada alumno.

—Tienen exactamente una hora y treinta minutos, no más— les advirtió—. Pueden empezar.

Mal'akh: GÉNESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora