III
PSICOSIS
La casa de los Salvaterra se encontraba silenciosa para ser un viernes por la tarde. Elena se encontraba en el refugio de su habitación intentando, en vano, retener algo de información para la prueba que tendría lugar el siguiente lunes. Se sentía algo frustrada luego de lo que le había pasado hacía tres días atrás y todavía no podía sacar de su mente el recuerdo vívido de la vergüenza que tuvo cuando al siguiente día el Profesor Acuña, vía e-mail, re confirmó que ella estaba entre los que deberían de rendir nuevamente el final en la mesa de exámenes de Octubre.
Su hermana se encontraba viendo la televisión en la planta baja, así que no podía servirse de la excusa de que ésta causaba demasiado ruido. Sus padres llegarían en cualquier momento y sus apuntes seguían de la misma forma en la que los había tomado hacía ya casi cinco horas atrás.
Suspirando derrotada cerró con fuerza uno de los libros que tenía enfrente suyo y el cual parecía una enciclopedia por el grosor de su contenido, sus ojos vagaron por su habitación, la cual se encontraba en un término medio de desorden (tenía algunas prendas de ropa sobre la colcha de su cama y un par de zapatos tirados entre la puerta que daba al pasillo y su escritorio, algo que si su madre llegaba a ver, seguramente la pondría de mal humor), se detuvo en el pizarrón de corcho que tenía colgada justo arriba de la mesita de luz, junto a un antiguo mapa que años atrás le había regalado Sofía a sabiendas de su gusto por todo aquello que pareciera viejo y con aire vintage; el pizarrón se encontraba justo debajo de una palabra pintada en color naranja oscuro que rezaba «Dreamcatcher(8)». En ella se encontraban colgados algunos de los recuerdos que consideraba como los más importantes, incluía algunas notas de quehaceres que debía de completar en el día, pero sus ojos optaron por pasarlas por alto fijándose en las fotos estilo polaroid que con el paso del tiempo había ido colocando, una en especial le llamó la atención: salían retratadas ella y sus dos mejores amigas en una tarde del verano anterior en la playa de Villa Gesell(9). Sus primeras vacaciones solas y sin la supervisión constante de un adulto. Aquella había sido una de las mejores vacaciones de su vida.
Suspirando, volvió su vista hacia los libros cerrados en su escritorio. Internamente se reprimió por su escasa concentración en el día. Pero no podía culparse del todo cuando su cabeza era un torbellino de preguntas sin respuesta. Se sentía abrumada por las cosas extrañas que estaban pasando, y para colmo de males había aplazado(10) un examen final. Cuando Elena les había informado del desastroso resultado de la prueba final de Patología a sus padres (omitiendo drásticamente que se debía a su desmayo, pues no había querido preocuparlos por aquel penoso incidente que seguramente no tenía importancia alguna, a pesar de que su hermana sí estaba enterada y la amenazaba constantemente con contarles), fue prácticamente como caminar directo a la horca, puesto que sabía que la castigarían; temía que se retractaran de dejarla ir a la fiesta que Laura daría la siguiente semana, y a la cual ya le habían dado permiso de asistir con anterioridad. Era una suerte de que no le cancelaran el cumpleaños, pero sabía que no debía defraudarlos nuevamente. Aun así parecía que su mente no quería cooperar con el asunto y bloqueaba todo intento que ella hacía por tratar de retener la información que tenía delante.
Hizo una mueca al sentir un dolor punzante en su espalda. Desde el episodio del final de Patología había estado teniendo dolores en la columna que muchas veces terminaban en una picazón incontrolable justo a la altura de sus omóplatos.
Se sentía como un calambre que la obligaba, por momentos a detener todo lo que estaba haciendo y echarse sobre su cama, intentando relajarse para que la sensación desapareciera. La noche anterior había visto las consecuencias de su casi inexistente autocontrol por rascarse para aliviar el escozor que precedía a los calambres, se había provocado unas horrendas marcas rojas en su espalda blanca. De sólo pensar en ello la hacía quererse ahorcar, literalmente, por ser tan estúpida y lastimarse de aquella forma. Era una suerte que no le hubiera contado nada a Mariana, su hermanita era capaz de mandar a la mierda todo pacto de hermandad que ambas se habían jurado desde chicas y esta vez sí contarles todo a sus padres.
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Mal'akh: GÉNESIS
Science FictionElena Salvaterra está por cumplir los 21 años. Ella creía que era una adolescente común y corriente, pero pronto descubrirá que su destino está ligado a una guerra que se remonta, quizás, desde el principio de los tiempos. Su misión es clara, pero ¿...