Nunca me gustaron los hospitales. Su blanco y su pulcritud demasiado perfecta siempre generaron el efecto contrario en mí; en vez de sentirme segura y calma, varios escalofríos recorren mi piel, estremeciendo cada parte. La uniformidad del establecimiento me hace doler la cabeza y me pone más nerviosa que de costumbre. La falta de anomalías... me desespera.
No sé de esperas. Esperar me desespera; digamos que es mi karma por ser tan ansiosa. Tamborileo mis dedos sobre el asiento perfectamente cuidado del Hospital Central de San Isidro, en esa sala de cuidados intensivos de 30 metros cuadrados. Hace una semana y media que el hospital Central es mi segunda casa y este asiento, mi cama.
Suspiro por primera vez con verdadero alivio; Gonzalo esta presentando mejorías y los médicos aseguran que en un par de días podrán cambiarlo de habitación a un piso más abajo, donde esta la sala de cuidados comunes.
Bostezo y los ojos se me ponen brillosos. Desde que Gonza tuvo el accidente con el auto, pude acumular solo 48 horas de sueño y todas fueron por obligación (sin la pastilla para dormir no lo hubiera logrado). Aunque estoy cansada, mi cabeza no logra desconectarse un minuto; del hospital tienen que echarme por poco y cuando me tiro en la cama doy vueltas y vueltas hasta que se hace la hora de volver. Se que no tiene sentido, pero no puedo permitirme descansar cuando se que mi hermano esta luchando por salir adelante.
Ambos días que pude dormir, me desperté con pesadillas. Quizás eso también tenga que ver con mi insomnio prolongado; no las recuerdo con exactitud, pero la sensación al despertarme, sudada y con frío, fue tan espantosa que no hace falta saber cuál fue su contenido.
Mi papá se sienta con una sonrisa a mi lado y me ofrece un café caliente; lo acepto con una media sonrisa y el calor que emana es como una tibia caricia. Nos recostamos sobre ambos asientos y suspiro mientras las enfermeras, médicos y civiles transitan los pasillos sin cesar.
Evito mirar a los otros familiares de los pacientes; sus rostros demacrados y cansados, la tristeza en sus ojos, un optimismo aferrado a una esperanza tan subjetiva... las malas noticias. Las buenas están también, pero escasean en la zona de cuidados intensivos. Acá el tiempo pasa más lento; los días son eternos. La línea entre la vida y la muerte es más fina.
Reviso mi celular para distraerme, mientras tomo un sorbito de mi café expresso. No tiene gusto a nada, pero el calor recorre mi garganta produciendo una sensación sumamente placentera que llega hasta los dedos de mis pies. Soplo el vaso, para entibiarlo un poco mientras reviso mis sms. Los mensajes me producen sentimientos ambiguos; por una parte los detesto, porque me hacen sentir peor, pero por otro son los que me dan fuerzas para seguir adelante. Saber que no estoy sola me reconforta.
12-07-2012 08:40 PM
De: Capricho pendiente.
"Me entere por Flor lo que pasó con Gonza... sabés que tenés mi apoyo incondicional. Fuerzas y abrazos, te quiero."
Vos. Maldito marmolense desconsiderado.
Tu mensaje me cayó de sorpresa; no esperaba nada de parte tuyo. Si bien es verdad que nosotros estamos manteniendo una relación cordial, en definitiva no somos nada: ni amigos, ni pareja, ni simpatizantes. Somos algo... indescriptible; pero yo también te quiero.
Nunca me lo dijiste, pero te conozco y se que vos no hablás al pedo; que si lo dijiste lo sentís y ahora, después de desear que me lo digas (aunque nos llevemos peor que mal y te haya "odiado" y detestado), no se qué hacer con tu sinceridad. Me descoloca que me hables de sentimientos cuando estoy tan susceptible. En realidad, me descoloca que vos y yo hablemos de sentimientos.
Flashback
04 de Noviembre de 2009, Olivos.
El jardín de la casa de Flor en Olivos siempre huele a fresias y jazmines. Nori, la mamá de mi mejor amiga, es algo así como una fan de la jardinería; sus flores son como sus mascotas. "Una freak que le habla a las plantas" según Flor. Yo no puedo opinar; vivo hablando, hasta con los perros.
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Asignatura pendiente
FanficPrólogo. El pasado me quema… más bien tu recuerdo. A veces (muy de vez en cuando), me embriago de esos pocos momentos compartidos y aunque quiero no pensar, mi mente viaja a esos días. No debería sentirme así pero hace un tiempo que decidí dejar de...