Buscando latidos.

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Hay tres cosas en la vida que pueden tranquilizarme por completo: las caricias de mi mamá sobre mi pelo, sincronizadas, dulces y perfectas; los mates con mis amigas, entre charlas y risas; y escuchar los latidos de mis seres queridos. Como a algunas personas les sucede con los perfumes, a mi me pasa con los latidos del corazón. Cuando era chica me pasaba minutos y minutos sobre el pecho de mi papá solo escuchando... y poco a poco mis pulsaciones disminuían cuando estaba nerviosa, ansiosa o asustada.

Según las situaciones a las que nos vemos expuestos, nuestro corazón bombea la sangre con diferentes grados de intensidad. Y aprender a escuchar no es difícil... lo difícil es escuchar en un mundo con tantos ruidos y distracciones.

El ritmo de tus latidos es claro y espaciado; transmite tranquilidad... Y paz. Lo escuche pocas veces (una o dos), pero no hace falta ser cardiólogo para saber que eso es físicamente extraño para todo lo que fumas. Pero supongamos que no.

Flashback.

17 de enero de 2008, Villa Gesell (Parador Maori).

Playa, gente y estrellas. La combinación perfecta para una noche tan calurosa, que hubiera sido insoportable adentro de un boliche pero que se embellece al aire libre por el refrescante viento que corre.

Rechazo el alcohol que Pey me ofrece y casi ofendido se pierde entre la gente para seguir bailando y algo más. Hace un día y medio que decidí hacer una desintoxicación de todo el aparato digestivo y para eso, lo único que estoy consumiendo es uva y agua, por el consejo de una amiga (se supone que la uva tiene propiedades sanadoras y no se qué). Quiero que se sepa que pienso quebrar la dieta y engañar a la uva y comerme un pancho con papás pay ni bien volvamos al departamento. O ni bien nos vayamos de la fiesta.

"Perreo intenso" moviliza con su ritmo de reggaeton hasta al más estático y por poco desarma los baffles de los parlantes por la intensidad con la que sale la música de los mismos. Me balanceo al ritmo de la música, mientras con mis ojos te busco disimuladamente.

Buscarte en esta fiesta es como encontrar "dónde está Wally"; la gente amontonada, ebria y entremezclada entre sí no le da importancia a nada más que a divertirse.

Un idiota con camisa desabotonada (casi por completo) me guiña un ojo a unos metros de distancia (cerca de la barra improvisada en diagonal) y me hace señas para que vaya hacia él. Antisexy.

Rápidamente, entiende que no pienso moverme hasta su lugar así que se acerca hacia mí, con aires de superado y una media sonrisa. Enarco una ceja.

- ¿Qué hacemos? Volá de acá flaco - decís seriamente una vez que el castaño guiñador de ojos y yo estamos frente a frente y no sé de dónde saliste. Frunzo el ceño - En serio... Anda.

- Que mala onda eh, nada más quería sacarla a bailar - "nada más": risas, muchas. Asentís sin darle importancia a lo que te explica y reprimo una sonrisa - Nos vemos linda - agrega antes de irse. Carraspeo sin sacarte los ojos de encima, tan así que ni sé a dónde se fue mi nuevo "amigo". Tu cara de molestia es demasiado evidente y se me escapa una sonrisa de satisfacción. No sabía que tenías algún tipo de derecho sobre mí...

- ¿Por qué lo echaste? - pregunto haciéndome la tonta y dejando entrever que quizás quería que se quede (te lo merecés por hacerte el desmemoriado de lo que pasó en Pueblo Límite). Permanecés inmóvil mirándome y tu ciclotimia cuando estas borracho es alarmante. Suspiro.

- Vení te quiero mostrar algo - modulás (las últimas palabras con algo de dificultad) y yo no llego a darte una respuesta que tironeás de mi mano para que te siga.

Atravesamos un montículo de arena que no merece llamarse medano por su baja estatura (aún así te cuesta caminar derecho por el mismo) y finalmente llegamos al límite entre arena y mar. Todavía puede escucharse fuertemente la música... Pero ahora el silbido del viento cobra presencia en nuestros oídos.

Asignatura pendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora