Todo mi universo.

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Acá estoy, olvidándote. O eso se supone que estoy haciendo, jugar a la desmemoriada... (sí, estoy mintiéndome a mí misma, porque no te estoy olvidando un carajo pero cobardemente pienso que así es mejor).

Las cosas no están resultando como yo creía; para nada. No sé si son los planetas que no se alinearon, vos y yo que no funcionamos ni bajo la mejor combinación astrológica o si sólo yo soy el problema. Por suerte, ya supere esa etapa sadomasoquista en la que uno se echa la culpa de todo. Ahora simplemente me dedico a ignorar el tema, haciéndome la superada y engañándome creyendo que esto es olvidar.

Mi universo conspira contra mí, pero llego la hora de aceptar que las cosas son como son y punto. Y hoy me levante con ganas de pensarlo de verdad (por alguna razón seguís irrumpiendo mis pensamientos, pero cada vez te reprimo con más éxito).

Nadie se dio cuenta mi "desprecio" genuino hacia vos esta semana y la verdad, me sirvió para sostener mi clásica postura anti Pedro. Entre otras cosas, programe mi cerebro para que funcione en modo automático cuando habla Chechu (no es joda, de verdad no la escucho) así que no sé si te nombro en alguna de las conversaciones que mantuvimos. Y abandone nuestro grupo de BlackBerry que tenemos con las chicas con la excusa de que me llegaban demasiadas notificaciones y me molestaba (¿eh?).

Estas acciones, derivan en una sequía de Pedro, Peters y derivados (es mejor así, creéme). Al menos oral y textualmente.

La cuestión es que estoy manejando hacia mi vieja casa de Olivos para ver a mi hermano (que hace un día volvió del hospital, increíblemente) y entre colorado y colorado de semáforos, asaltás mis pensamientos nuevamente (soy monotemática, lo sé). Y me siento la misma idiota que todos los días, con la diferencia que ya no lloro como antes. Contémoslo como un progreso.

Una vez dentro de casa, revoleo el tapado negro y gris sobre el sofá que pertenecía a mi abuela materna. Ella tenía una afición sobre sus muebles, pero le regalo a su hija uno para que haya algo de ella dentro de la casa (sus mambos). Saludo a Ale, mamá, efusivamente (y evitando mirarla demasiado a los ojos, no quiero responder preguntas) en la cocina y subo las escaleras hasta la habitación de mi hermano, que está decorada igual que cuando me fui a vivir sola, dos años atrás. Lo único positivo de que algunas cosas sigan como siempre.

- ¡Hola torre! - exclamo al entrar y mi hermano deja el celular en la mesa de luz al verme. Sonríe y lo imito - No pareces tan largo así acostado.

- Hola Melli, la frazada engaña... - explica mientras se endereza contra el respaldo de la cama. Asiento y acaricio mi pelo mientras me acomodo en el borde del colchón - ¿En qué anduviste desaparecida?

- Grabando - menciono como si fuera obvio (es casi cierto, la mayoría del tiempo que no estuve enterrada bajo las sábanas de mi cama, estuve en Polka). Veo venir un interrogatorio y no es exactamente lo que tenía en mente al venir a Olivos.

- Claro... - me dice y acaricio mi jean desgastado. Retengo el aire, porque ese "claro" sonó muy sospechoso - ¿Qué te pasa Pochita?

- ¿Eh? - exclamo, totalmente por sorpresa. Gonzalo enarca una ceja y se que no puedo mentirle. Mi plan de superada se cae a pedazos y largo un suspiro antes de que mi hermano haga otra pregunta para presionarme.

- Dale, estás rara... - insiste y llego a la conclusión de que sólo me engaño a mi misma. Al final, tanta actuación al pedo si no puedo sostener una Paula feliz ante los demás. Debe ser porque jugar a ser uno mismo es más difícil cuando todo es negro.

- ¿Cómo te diste cuenta? - pregunto, mirando sus ojos celestes. No estoy lista para empezar a hablar todavía.

- Intuición de hermano... - asegura y lo miro con sorna. Sonríe - Bueno... y mamá me buchoneó algo.

Asignatura pendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora