Yo nunca.

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Me dicen la gurú del amor. La cupido, la doctora amor, la personificación de "gente que busca gente". Lamentablemente, en este momento, el título no me sirve de nada porque apenas soy gurú de las palabras que salen de mi boca (de esta situación, menos). Tu irritación y enojo son imperiosos y aun intento comprender tu bipolaridad (¿el "sos tan linda" que fue, hace 5 minutos?).

Irónico es, ser a la que siempre acudan en busca de consejos que tengan que ver con lo amoroso y que al enfrentarme a una situación real de análisis (como esta), me sienta una inútil. Suelo ser la consejera porque eso de escuchar, contener, retar y analizar se me da bien. Obviamente, uno la tiene clara en cualquier asunto menos en el suyo. Vos sos el claro ejemplo.

Dejo salir una exhalación y vuelvo a mirarte después de dos minutos de silencio y miradas hacia extremos opuestos. Mientras tanto, lucho por no sacar el tema de Chechu a flote, pero no me estás dando muchas razones para intentarlo.

- No lo leí a propósito Paula, no paraba de sonar con ese ringtone que tenés y lo abrí - explicas pero se que son excusas, que te dio curiosidad y lo abriste y que te encontraste con que era de Facundo. Me muerdo el labio porque no creo tus razones y miro hacia un costado (y aguante mi ringtone) - No entiendo por que te pones así si no tenés nada que ocultar - decís utilizando tu tono mas sugestivo y vuelvo a vos fulminándote con la mirada.

Siamo fuori.

Tus insinuaciones y tu tonito mordaz agotan la paciencia y comprensión que me quedaban. La Paula Zen abdica temporalmente y me permito sentirme completamente furiosa. Sos un pelotudo.

- ¿Eh? - suelto al despegar los labios, porque es la palabra que mejor representa mi confusión interior. Rascas la parte anterior de tu oreja impaciente y la gente que ocupa las mesas vecinas comienza a observarnos con interés.

- Nada Paula deja - musitas y ahora que hiciste todas estas sugestiones bancátela. Tomo la copa de vino y la acerco al centro de la mesa; corre peligro cerca de los bordes por los movimientos toscos de mis manos.

- No, ahora no dejo nada. Decime que querés decir - refuto con el teléfono en la mano, sin saber que dice el mensaje aún. Murmuras algo por lo bajo y enfurezco aún más - ¿Perdón? No te escuche...

- Esta bien Pau, seguí haciéndote la tonta - soltás con tranquilidad y noto como mis mejillas suben de temperatura notablemente. Siento las miradas de todo el restaurante sobre mi, aunque solo sean un par de personas las que están mirando.

- No puedo creer que por esta boludez te pongas así - simplifico y vos miras hacia otro lado. Las ganas de llorar comienzan a aflorar, pero me repito que la situación no merece mis lagrimas. Tus facciones endurecidas, vuelven a ser imposibles de decodificar y de alguna manera volvemos a lo de siempre. Y estar así la verdad, ya paso de moda.

- Yo no puedo creer que vuelvas a hacer lo mismo - decís y estoy completamente desorientada - Se ve que jugar a dos puntas es lo tuyo.

Y no es la primera vez que te escucho decir eso.

Flashback.

14 de diciembre 2011, Olivos.

Creía que la joda a los 23 iba a ser un recuerdo memorable, no un presente. Pero la superpoblación en la mesa que ocupa el centro del jardín de la casa de Flor, con botellas de diferentes graduaciones alcohólicas dicen lo contrario.

La primavera se había despedido hace rato, dejando que el verano se adueñe del cambio de estación días antes de lo que correspondía. El calor, aun a esas horas de la noche y al aire libre, más que perceptible era palpable.

La consigna de la noche era traer una "bebida" por persona y la verdad, a nadie se le ocurrió traer Coca o Sprite más que para mezclarla con Fernet o Gancia. Y cuando quise tomar solo gaseosa, me agregaron alcohol e ir a buscar agua en la cocina me dio fiaca (al menos lo intente).

Asignatura pendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora