Instinto vs. razón.

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El reloj marca las 5 de la tarde y mirarlo cada quince minutos ya es un tic (este comportamiento comenzó a las cuatro, aproximadamente). En vez de que el tiempo pase más rápido, como deseo, sucede exactamente lo contrario y una contractura está endureciendo la mitad de mi cuello de tanto girar la cabeza a la izquierda. "Faltan 4 horas para las 9, dejate de joder" me repito sin cesar. Resultados: ninguno, sigo como una pelotuda mirando la hora.

Atiendo el timbre, que me aturde con su aguda melodía musical y le pido a Juan, el portero, que le abra a Flor porque me daba muchísima fiaca bajar. Estos son los beneficios de ser amiga del encargado; es de Racing y nos hemos juntado a fumar afuera, cuando todavía fumaba (¿mencione que estoy intentando dejarlo?) y siempre perdía mis encendedores. Creo que su ayuda desinteresada comenzó cuando le conseguí un autógrafo de Facundo Arana, estrella de la novela en la que estoy trabajando, para su mujer (eterna fan del rubio). Desde ese entonces, me convida fuego, arregla mis desastrosas cañerías y se ríe conmigo de las extravaganzas de la yanqui que vive en el B, departamento de enfrente al mío.

- ¡Gorda! - exclamo al abrir la puerta y encontrarme con mi mejor amiga que se abalanza sobre mí. Me hundo en su hombro mientras cierro los ojos; su contacto es mullido, por el tapado gris y negro que cubre su cuerpo. Nos estrujamos durante el abrazo; nosotras somos así, súper demostrativas.

- Paulita, ¿cómo estás bella? - pregunta Flor, al separarnos y esbozo una sonrisa nerviosa. Estoy atravesando todos los estados de ánimo, creo; extasiada, ansiosa, nerviosa, contenta... la definición exacta sería: pasada de revoluciones. Esto es culpa tuya; nuestro beso y nuestra "cita" de hoy a la noche me tienen así. Vos me tenés así.

- Bien, un poco cansada - agrego, para justificar mi extraño comportamiento, mientras la invito a pasar a la cocina. Flor asiente y camina junto a mi.

- Me imagino. ¿Gonza está mejor? - pregunta con delicadeza y el estado de mi hermano me sirve como coartada para cualquier estado emocional que me aqueje. Suspiro, pero luego esbozo una sonrisa auténtica mientras me apoyo contra la mesada.

- Mucho mejor, ya está fuera de Cuidados Intensivos - y siento que Flor vuelve a abrazarme y me permito exhalar; la noticia la recibimos con mamá, por la madrugada, mientras nos deleitábamos con el asqueroso café del hospital y jugábamos al sudoku. La felicidad que nos invadió al enterarnos (el médico en persona se encargó de notificarnos) es indescriptible con palabras; incredulidad, alivio, risas, abrazos, llanto. y cuando llegaron papá y Delfi y pasamos a la habitación para ver a Gonza terminaron de acomodarse todas las piezas del rompecabezas; se ordeno el caos y sentí que éramos una familia otra vez, que compartir el mismo sentimiento nos unía, que todo volvía a ser como antes. Que ya no estábamos más separados, que no nos divorciamos como familia. Ahora, pensando en frío y dejando mis ilusiones y caprichos de lado, entiendo que las cosas no van a ser exactamente como antes. Y que lo diferente no tiene que ser necesariamente malo.

Aflojo mis brazos y ella se aleja, aún sonriendo. Me estiro y paso el agua caliente de al pava eléctrica al termo de acero inoxidable y saco las Oreo de la alacena. Quería las Toddy, pero no las encuentro por ningún lado y no pienso traicionarlas con las Pepito; es más, sospecho que Pepito tiene algo que ver con la desaparición de las otras.

Flor se hace cargo de los mates (es la cebadora oficial) y me ubico en una de las sillas contiguas a la de ella. Reprimo un bostezo; si bien ayer dormí después de días de insomnio, las horas de sueño claramente no me alcanzan. Calculo 72 horas en total, para reponerme.

Que haya podido conciliar el sueño no es un detalle menor. Supongo que tiene que ver con la resolución de dos temas: mi hermano y vos. Así que admito lo que todos saben, menos vos y yo (si, también reconozco que somos los seres más idiotas del planeta). Admito que sos desencadenante de mis emociones (amorosas, entre otras). Que no sos intrascendente...

Asignatura pendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora