Yo siempre fui de las que sueñan con la casa con vista al río, el golden y el hombre perfecto. Ese era mi ideal máximo a alcanzar, el que me llevaría a la felicidad completa. Quizás una utopía demasiado superficial y básica... el deseo universal. Da igual, porque acá estoy, con un departamento en la ciudad, sin perro (el golden es de papá) y un hombre que está lejos de lo que yo imaginaba como perfecto.
Hoy cumplimos 7 meses de novios, con título y todo. Vos me lo pediste, a la semana que empezamos a salir y decidimos dejar de hacernos los boludos. "A mi no me interesa estar con nadie más..." dijiste (quedate tranquilo, a mi tampoco me interesaba... desde hacía mucho tiempo).
Hoy ya no sueño con casa ni perros ni hombres perfectos; mi sueño sos vos. Mi sueño es lo que podemos proyectar juntos porque cualquier paradigma que rigiera mi universo se cayó hace tiempo para no volver. Los límites que parecían tan marcados se hicieron imperceptibles y me di cuenta que no hay cliché que nos acote... salvo las estrellas.
Estás raro hace un par de días. Lo disimulás bien, pero tus ojos a mí no me mienten. Estás planeando algo aunque te ocultes tras tus chistes malos que hacés generalmente (y que no entiendo) para distraerme. Igualmente, me robas sonrisas... como siempre.
Pienso en vos y sonrío como una estúpida. Se supone que ya debería haber pasado la etapa de enamoramiento pero sigo tan tonta como al principio.
El timbre de la puerta me desestabiliza (como vos) y me acomodo mi pelo dentro de la capucha del buzo de Nike negro que te robe (ni siquiera fue prestado, te lo olvidaste y lo que queda en casa...). Frunzo el entrecejo, mientras barajo en mi cabeza quiénes pueden estar atrás de la puerta. Son las diez de la mañana del domingo y con vos estuve hasta la madrugada, después de cenar... ¿Será el fumigador? ¿El portero? ¿Cablevisión?
La gente claramente está a destiempo porque realmente a quién se le ocurre aparecerse a esta hora de la mañana. Yo debería estar durmiendo pero estar despierta es cortesía de mi maldito reloj biológico que se empecino (y se empecina) en madrugar cuando no dormí las 8 horas mínimas. Premio a la boluda que se autoboicotea el único día que puede dormir.
Agradecería profundamente que no sean los de Fibertel; para ser más específicos el tal "Leo", un técnico que conocí hace poco. Digamos que hace 5 días se me corto internet en casa y descargue mi furia semanal contra una pobre chica del call center que se encarga del centro de atenciones de la empresa. Se ve que fui muy convincente porque a las 3 horas tenía a Leo y cia. tocando el timbre de casa. Ingenua como solo soy yo, le ofrecí chocotorta que sobró de mi cumpleaños y algo para tomar. Fui servicial y me puse a hablar... como con todo el mundo (odio los silencios). El chico era muy buena onda, pero malinterpretó y ni bien abrí Facebook tenía un mensaje privado de él invitándome a salir.
Claramente me subió el ego y fue gracioso toda la situación hasta que Pedro se enteró (aunque también fueron graciosos sus celos) y adiós chiste.
Enarco una ceja al acercarme a la puerta. Apuesto lo que sea que es el fumigador, creo haber leído una notificación en el ascensor ayer a la noche. Aunque estaba demasiado ocupada en el ascensor con tus besos.
- No quiero fumigar, gracias... - digo fuertemente sin molestarme en aclarar la voz. No estoy en condiciones de abrir la puerta ni con ganas de recibir gente desconocida.
- Soy yo gorda - contestás y no te hago esperar mucho antes de abrir la puerta. Y ahí estas, con cara de dormido y el pelo todo despeinado, como a mí me gusta. Te sonrío.
- ¿Qué hacés acá? - inquiero levantando una ceja y esbozando una sonrisa de costado. Me da mucha curiosidad tu visita y tengo la leve impresión de que tiene algo que ver con que andes tan misteriosito estos días. Das dos pasos hacia mí.
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Asignatura pendiente
FanfictionPrólogo. El pasado me quema… más bien tu recuerdo. A veces (muy de vez en cuando), me embriago de esos pocos momentos compartidos y aunque quiero no pensar, mi mente viaja a esos días. No debería sentirme así pero hace un tiempo que decidí dejar de...