10: "Melodía"

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     Verónica salió tras Marcus. Bruno se había quedado mirando sus manos, como paralizado.

     -¿Todo bien?- murmuré con mucho cuidado. Ni siquiera pestañeaba. 

     -Hace apenas unos días la vimos reír a carcajadas... no entiendo...

     Me sentía una mierda, es que yo no podían sentir la misma tristeza que el resto, es más, a pesar de que algo de lástima me daba la muerte de Mila, sentía más... alivio. No solo me sentía una mierda, lo era. 

     -¿Por qué no me afecta de la manera en la que a ustedes?- susurré jugando con mis pulgares.

    -¿Y qué estás sintiendo?- me preguntó Bruno.

    - Alivio- contesté algo avergonzada.

    -¿Alivio por qué?

    - No sé, ese es el problema- dije dejando caer mi cabeza entre mis manos. Gala entró a la habitación con cuatro platos de sopa y  latas de gaseosa.

    -¿Todo en orden?- preguntó ella.

    -S-si- dije con mi voz entrecortándose, me paré, tomé la lata de gaseosa y me fui del cuarto. Al llegar al comedor me asomé por una pequeña ventana, afuera estaban Marcus y Verónica, él se sostenía la cabeza y parecía estar enojado. Si yo me muriese ni él ni nadie se preocuparían por mi, hasta muerta Mila sigue importando más, para la única vez que en realidad importaba, porque era la primera vez que Marcus me hubiera hablado, solo me había besado, obviamente sin consentimiento de mi parte, y por una apuesta con sus amiguitos, pensaba, entonces bebí un sorbo de la gaseosa e intenté olvidar esos pensamientos dignos de una mierda de persona, ¿tenía envidia?¿tenía celos?¿qué tenía? Suspiré. 

     -Bueno, queremos brindar por salvar a nuestros amigos- dijo Julian alzando la lata de gaseosa.

     -Salvamos a sus amigos, provocan la muerte de los nuestros, brinden por eso, por pensar solo en ustedes- dijo Bruno desde el umbral de la puerta de la habitación.

      -Mila no era tu amiga- le respondí.

      -Tampoco le deseaba la muerte ni quería que algo así le pasara- dijo Bruno-. Deberías intentar eliminar esa envidia, es dañina.

      -¿No estaría bien que te preocuparas por tus cosas, Bruno? De mi envidia, o de lo que tenga, me encargo yo- dije saliendo de la cabaña. Yo lo sabía perfectamente, para el resto era una mugre, la envidia era horrible, y más envidia a una joven que estaba muerta, no podía evitarlo. A ella jamás la habían usado para una apuesta, logró enamorarse y que ese amor hubiese sido correspondido, tenía una mejor amiga envidiable, cosas que yo nunca tuve y que hubiera deseado, ni siquiera había logrado hacerme tan amiga de Verónica y Bruno, ellos eran los mejores amigos y se le sumaba que Bruno estaba loco por ella. Mis padres murieron, los dos padres de Mila seguían vivos. 

      Verónica apareció detrás mío- Bruno me dijo que ni siquiera te afectó lo de Mila- me dijo, bufé.

      -Que metido es- me quejé-. La verdad, no lo hago a propósito, simplemente no me afectó en la manera a la que ustedes. Solo me dio lástima, pero no logró ponerme tan mal- dije de mal humor- Y ya se que vas a decir, que como puede ser, y la verdad no estoy de un gran ánimo como para hablar de eso- me empecé a alejar, Verónica me llamó pero no me di la vuelta. Fui a la parte trasera de la cabaña, sola. Era solitaria, estar aislada no me afectaba, al menos no tan rápido como al resto. Recordé a mi madre, días antes de que muriese, recordé lo asombrada que yo estaba, ella estaba moribunda, con heridas insanables en el corazón y los pulmones, sus cabellos color vino se veían más brillantes y sedosos de lo que jamás los había visto, sus ojos verdes parecían dos hermosas esmeraldas rodeadas por largas, gruesas y tupidas pestañas, su piel pálida era como de porcelana, estaba sonrosada, recordé el gran dolor que sentía, era como si no pudiese respirar bien, me estaba ahogando en mi llanto y depresión. Lo único que me animaba era en pensar lo fuerte que había y fue mi madre, esta su último segundo de vida. Me había criado sola, puesto que dos contaminados no pueden tener hijos, se necesita a un humano "limpio" para tener un hijo. Mi padre no estaba contaminado, murió antes de que yo naciera, mi mamá jamás lo superó, jamás lo olvidó, jamás volvió a estar con otro hombre. Todos nosotros, los chicos del domo, tuvimoss un solo padre y otro no por eso, aunque la mayoría ya, para los diez años, éramos huérfanos, incluyéndome, siempre los enviaban a supuestas devastadoras guerras, de una de ellas volvió mi madre herida gravemente, después de eso no resistió. Tenía solo veintiocho años, y yo ocho. La única del domo que tenía a ambos padres con vida era Mila, eso me producía mucha envidia, ¿cómo es que hasta habían podido salvar a su madre si ni siquiera estaba contaminada y a mis padres no? Suspiré, estaba claro, tenía que dejar de pensar en eso, me estaba volviendo loca yo sola. 


     Un estruendo me saco de mis casillas, fui hasta el frente de la cabaña, a tan solo unos metros algunos árboles se incendiaban y en el cielo estaban los helicópteros de nuestro domo. Más bombas empezaron a caer, todos salieron de la cabaña, Julian llevaba todas las armas.

     -NOS VAMOS- gritó.

     -Yo quería quedarme un rato más- dijo Ángel sarcásticamente, Julian lo fulminó con la mirada. Lisa tomó un revólver (o lo que parecía uno) y disparó al helicóptero, este cayó causando una gran explosión de la que tuvimos que cubrirnos. El ruido de las alas de más helicópteros cada vez era más fuerte y cercano. Gala tosía, se había acuclillado, no llevaba su traje anti radiación. 

     -No, no, no, el casco- dijo Julian desesperado y tembloroso. La cabaña empezó a incendiarse. Entré. A través de las llamas pude ver el traje, apenas lo sostuve en mis manos tiré de él, treinta segundos después ya estaba afuera, ayudando a Gala a ponerse el casco y el resto del traje. 

     -Gr-gracias- tartamudeó ella. 

     -Te ayudo- dijo Julian intentando ayudarla, pero ella se apartó bruscamente.

     -Puedo sola- le contestó ella de mala manera.

     -Claro que no- dijo Julian.

      -¡No quiero que me ayudes, Julian!- gritó ella con la voz ronca y ahogada-. Hoy hubiera sido su cumpleaños- susurró, luego intentó levantarse y cayó de rodillas. Las bombas que tiraban los helicópteros eran cada vez más certeras. Tomé un brazo de Gala y lo pasé por mi cuello, con una mano sujeté la suya y la levanté, todos empezaron a correr, nosotras también solo que a una  velocidad mucho más lenta. Marcus se acercó y tomó el otro brazo de Gala, ella se tiró hacia abajo.

      -¡Váyanse ustedes!- exclamó ella-. Voy a hacer que se mueran. 

      -Si no nos apuramos vamos a morir- dije intentando levantarla, pero se rehusaba.

      -¡VOY A RETRASARLOS!- rugió.

     -Nos estás retrasando ahora- dijo Marcus levantándola del suelo. 

     -No puedo correr, es demasiada radiación- dijo ella llorando.

     -Quiero que dejes las piernas al menos a dos centímetros del suelo, ¿podrías?- le dije desesperada, asintió débilmente-. Entonces si podemos- contesté, ahora era como llevarla cargando solo que no utilizábamos toda la fuerza porque ella llevaba las piernas dobladas y no tocaban el suelo.

      Una bala aterrizó en mi brazo en una explosión de sangre, piel y carne, grité.

      -¿Estás bien?- me preguntó rápidamente Marcus, sus ojos estaban abiertos como platos, pude ver el miedo en su mirada, asentí rápidamente. Más adelante, Lisa se había trepado a los hombros de Ángel y de ahí disparaba flechas con una ballesta, las flechas llevaban pequeños explosivos, habían conseguido derribar otro helicóptero. Julian corría a solo unos metros delante nuestro, no quería apartarse mucho de Gala. Verónica iba primera, estaba conduciéndonos al bosque, allí sería más fácil perdernos y poder ir a un lugar que no nos encontraran. Bruno iba tras de ella. Tengo que disculparme con ambos, pensé. Sacudí la cabeza y descarté ese pensamiento de inmediato, luego me preocuparía por ello. 

     -¡Por acá!- gritó Verónica señalando una cueva. Todos la seguimos. Marcus entró último y tras él, la entrada se vio completamente inaccesible cuando rocas, partes de troncos de árboles y tierra la taparon. Me tiré al suelo de tierra agotada, mi mano izquierda estaba bañada en sangre ya que con ella me estaba sosteniendo la herida de mi brazo derecho, el sudor cubrió mi cuerpo  empecé a marearme, estaba perdiendo mucha sangre. Verónica se arrancó un retazo de tela de su remera e hizo un torniquete en mi brazo para parar la sangre. Me costaba mantener mis ojos abiertos, mi boca estaba seca, tenía frío, mucho frío... dejé de luchar y mis ojos se sumieron en la negrura.



     Me desperté dolorida, punzadas fortísimas en mi brazo derecho que hacían que mi respiración fuera entrecortada. Al lado mio dormía Verónica y al lado de ella Bruno. Lisa y Ángel dormían uno al lado del otro, solo que los pies de ella estaban junto a la cabeza de Ángel, y viceversa. Marcus estaba a unos metros del resto y aún más lejos Gala y Julian, todavía estaban despiertos, y estaban hablando. De repente una extraña sensación se cruzó por mi mente: culpa, culpa por ni siquiera tenerle el suficiente respeto a una chica que, al haber recibido un balazo en la cabeza, no tuvo la oportunidad ni de despertar al día siguiente... Es que quizás el problema no era Mila. Quizás el problema era Marcus...

Destruye © [No Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora