Capítulo 22: "El resto de los domos"

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Las lágrimas empezaron a resbalarse por mis mejillas, estaba mal, de hecho, desde que mi madre había muerto no hubo un solo día completamente feliz. 

Haber oído el audio no había sido de mis mejores ideas, pero habría sido peor no escucharlo. Ahora me sentía mal, me dolía el pecho, me faltaba el aire. Y para peor, habían encontrado el cadáver de Ángel, se había transformado por completo. Tenía un orificio en su sien derecha, como si se hubiera suicidado además de rastros de pólvora en su mano derecha. 

Gala estaba confundida, quizás demasiado triste como para demostrarlo.

Dos semanas más y se haría un mes y medio que se habían ido y no volvieron. No volvimos a recibir ataques de mi domo, tal vez porque este estaba ocupado intentando controlar al resto de los domos, que se salían de control.

Mientras estaba acostada en mi cama, envuelta en sábanas, oí una gran cantidad de personas pasando por el pasillo. Me paré y asomé. Todo el mundo caminaba hacia una dirección. Salí del cuarto y empecé a seguirlos. ¿Dónde iban?¿nos estaban atacando? Me acerqué al uno chico que no veía al suelo.

- ¿Dónde están yendo? -le pregunté. 

- Parece que Sabrina se logró conectar con una antena con uno de los dos domos más grandes. Es que logramos infiltrar un video en el que se mostraba el cadáver de un chico que tuvo que suicidarse porque empezó a transformarse. Los contaminados se rebelaron y empezaron a destruír el domo que los rodeaba. 

Mis ojos se abrieron como platos. Era Ángel, tenía que ser él el chico del que me habló.

Los continué siguiendo. Llegamos a una gran sala, lera muy amplia. En una de las blancas paredes empezaron a proyectar un video que se entrecortaba por momentos pero no podía no reconocer ese lugar. Era mi domo. Estaba revelándose. Sonreí para mis adentros, ningún ministro podría contenernos en esas condiciones. Si luchábamos así podríamos vencerlas a ambas Ministras y me ocuparía de encontrar aquel lugar mejor para todos los que aún vivían. 

Lamentablemente no había lugar para mi en ese nuevo mundo, había perdido a todos los que quería, lo que me correspondía en esos momentos era pelear por lo que creía correcto.

Gala se acercó a mi lado.

- Ya no quiero estar encerrada mientras todos hacen algo para cambiar esta situación -susurró a mi oído.

- Yo tampoco.

- Salgamos de acá, al menos por unas horas.

- Va a hacerte mal.

- No si tengo mi traje. A propósito, también tendrías que ponerte un traje. Lo mío podrá ser en un corto plazo pero te afecta también.

- ¿Y qué se supone que vamos a hacer fuera?

- Busquemos a mi hijo.

- ¿Te volviste loca? Está en un domo, es una misión suicida.

- Vayamos a cazar.

- ¿Cazar qué?

- No sé, algún ave.

- Ya tenemos comida.

- Vayamos a algún supermercado, quizás hayan chocolates todavía.

La miré. Suspiré. ¿De verdad iba a hacer esto? Mmm...

- Está bien, ¿cuándo? -accedí.

- Ahora -dijo esbozando una sonrisa. Me tomó de la mano y me arrastró fuera de la sala. 

Sobre su ropa, Gala se puso el traje antiradiación y tomó unas cuantas armas. Hice lo mismo. 

Nos dejaron salir más fácil de lo que habría creído. 

Tomamos una de los autos que habían, el menos llamativo para ser precisos. En realidad, no buscaba llamar la atención. Eso estaba bien.

El supermercado parecía un laberinto oscuro, pero Gala parecía conocerlo bastante bien. Tomó varias barras de chocolate y salimos.

- ¿Ya conocías ese lugar? -quise saber.

- Vengo sola a veces, es para relajar un poco mi mente.

Entramos al auto, pero no volvimos. Gala abrió uno de los paquetes de chocolate y lo partió en dos. Uno de los trozos me lo dio a mí. 

- Me siento culpable. Siento que Ángel y Julian estuvieron peleados por mi mucho tiempo y que ni siquiera pude despedirme y disculparme con Ángel.

- No fue tu culpa, a veces las personas se confunden.

- Perdí una amiga y usé a su novio solo por creer que Julian se equivocó. Y yo me puse peor.

- No perdiste a Lisa, Ángel también aceptó dejarla, quizás él simplemente no era para ella.

- ¿Y quién es para él?

- ¿Quién sabe? Quizás esa persona murió por culpa de los ministros y no es justo que el quede vivo si su alma gemela falleció.

- Estás diciendo como si le hubiera pasado algo... lindo.

- Es que eso fue. En estas condiciones, la muerte se vuelve un alivio para el alma. No me molestaría morir.

- No digas eso. Ni a Marcus, Verónica o Bruno les gustaría escucharte ahora. Siquiera a Julian o Lisa, a mi tampoco me gusta.

- Gala, ellos están muertos.

- Y menos digas eso. No seas tan pesimista.

- No soy pesimista, es que ya no tengo esperanzas. No se puede culpar a nadie por perderla.

- Ellos están vivos.

Liberé todo el aire de mis pulmones. 

- ¿Cómo estás tan segura?

- Intuición supongo. Yo simplemente lo sé, lo siento en el corazón. 

- Desearía tener tu esperanza.

- No es una simple esperanza, es una afirmación.

Sonreí. Gala arrancó el auto y volvimos a la resistencia. De nuevo el encierro, pero yo sabía que no sería por mucho. Tarde o temprano nos enfrentaríamos a los ministros y su ejército de monstruos.

Cenar y dormir. Eso fue lo que le siguió al día.  A la mañana siguiente lo que me despertó fueron los gritos de un: "volvieron". Salté de la cama y corrí hasta la entrada. Lo primero que vi fue una oleada de personas. Quizás llegaban a las doscientas mil. Entre ellos pude ver a Lisa y a Julían. Él llevaba un bebé en brazos. Detrás de ellos estaba Verónica, estaba bañada en sangre pero no lastimada así que la sangre no podía ser suya. Y más lejos aún Bruno y Marcus. 

El pecho se me hinchó de alegría. Todos estaban vivos, todos ellos estaban vivos.

Quise correr a saludarlos, pero me congelé. No sabía que hacer. Tomé todo el aire que pude y corrí hasta donde estaba Verónica. Ella me abrazó. 

- ¿Todo está bien? -le pregunté.

- Mejor que bien -Ella sonreía. Bruno se adelantó hasta donde ella estaba. Todos estaban bien. Caminé despacio entre la gente, habían personas de todas las edades. 

Y llegué frente a Marcus, ¿qué tenía que hacer? Esbozó media sonrisa, se veía extremadamente cansado. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Odiaba llorar pero no podía evitarlo, simplemente me era imposible. Corrí hasta él y lo abracé. Cuando me devolvió el abrazo me sentí feliz, feliz de verdad; después de muchos años de melancolía.


Destruye © [No Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora