14: "Verdades"

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     Ya habíamos salido del supermercado, los tres permanecimos en silencio, todavía me costaba creerlo que había echo. Había matado a una niña. Era cierto, su madre me lo había pedido, pero yo había accedido. Estaba nerviosa, ¿qué iban a pensar Marcus y Lisa de eso? Peor aún, ¿qué están pensando ahora? Negué con la cabeza, jamás me había importado lo que le resto pensaba de mi, no iba a pasar ahora. 

     - Bruno, ¿estás?- dijo Lisa por el handy.

     - Si, encontramos un lugar, está escondido- respondió él. Sentí como el alivio se desparramaba por mi cuerpo, al menos él y Verónica si estaban bien, porque yo no. Había matado, era una asesina. Quería volver a esa edad donde era feliz y no lo sabía, mi niñez. 

     - Bruno nos viene a buscar, Gala ya está mejor- anunció Lisa sentándose en el suelo.

     Nos sentamos en lo que supuse que alguna vez fue una vereda, ninguno decía  nada, debían tenerme el mismo asco que yo me tenía: incontrolable.

     - ¿No van a decir nada? ¿se van a quedar callados?- dije con la conciencia completamente sucia.

     - ¿Qué podemos decir?- me respondió Lisa.

     - ¡Lo que sea, pero no se queden callados!

     - Lo que sea- repitió Marcus. Idiota, idiota...

     - Idiota- dije con todo el odio que sentía, odio que sentía hacia mi como para otros. Él pareció estremecerse-, te odio.

     Bruno llegó trotando. Gracias a Dios no se demoró tanto, pensé.

     - ¿Nos vamos?- dijo Bruno sonriendo. Lisa asintió y se volteó hacia Marcus, él se acercó más a ella. Lisa pasó su brazo por detrás de su cuello, ella le hablaba en voz baja y ambos reían. Me dio una punzada en el estómago. 

     Apenas se giraban para corroborar que los siguiera, no les interesaba, me excluían. Yo era una asesina. Mis botas chocaban  contra el suelo emitiendo un suave golpeteo, pero hasta eso me irritaba. Si me quitaba las botas iba a sentir todas las piedras y roturas del suelo... al diablo. Me saqué las botas, ahora solo caminaba en medias. Todo en un completo silencio, excepto por las risitas estúpidas de Lisa y Marcus. Dejé escapar un suave gruñido de exasperación. Lisa lo notó porque el resto del camino, a partir del gruñido, guardó silencio.

     Llegamos a una pequeña casa que estaba demoliéndose sola. Bruno entró agachándose por el umbral de la puerta, diez pasos más lejos habían tres pequeñas tablas sueltas, las quitó y quitó unas tres a cada lado y nueve arriba y nueve abajo. Quedó un hoyo por el que cabíamos perfectamente, abajo podía verse una débil luz y la relajante voz de Verónica. Marcus fue el primero en meterse al hoyo, lo siguió Lisa (claro), luego fui yo y por último Bruno, quien volvió a poner en su lugar cada tabla. 

     Julian y Ángel ya estaban en el lugar, uno a cada lado de Gala. Sentía encierro, quería salir, irme de ese escondite, me iba a ahogar ahí.

     - Cuesta al principio- me dijo Verónica sonriendo- ¿verdad?

     - ¿El qué?

     - Acostumbrarse al poco aire.

     - Ah, si- murmuré, su rostro me inquietaba, ella quería decirme algo más, ¿por qué no era clara?

     - Conseguimos algo de ropa y botellas de agua, para bañarnos- dijo Ángel, después de una pequeña pausa volvió a hablar-. Y ocho baldes y ocho esponjas.

     - ¿Para qué tantas?- le preguntó Lisa con algo de desprecio.

     - Un balde y una esponja para cada uno- explicó Julian, él no dejaba de ver a Gala con tristeza, yo podía sentirla, podía entenderlo. Él quería a alguien confundida que no sabía lo que quería sin darse cuenta que Ángel solo amaba la idea de tener un hijo propio. Hacer un hijo. Todos los hombres eran iguales al fin y al cabo, todos querían lo mismo: usarte, revolcarse con miles de mujeres y dejar descendencia. Y aunque Julian seguramente quería eso, al menos, también la quería a Gala. Tonta ella que no podía verlo. Ángel quería a Lisa, pero no quería la idea de no poder tener hijos que él pudiese hacer con ella. Y Lisa estaba lastimada, muy lastimada. Quien ella amaba se había confundido entre ella y su mejor amiga, quien por cierto, no había sido tan buena. Gala jamás se había apartado de Ángel, aún viendo el dolor de su amiga siguió adelante. ¿Quién quiere enemigos con esos amigos?

     Me senté al lado de Verónica, su cabello negro le caía como una cortina, ella tenía el mismo perfume que mi madre en su  cabello, eso era más que reconfortante para mi. Vainillas, cítricos, sandía.

     - Voy a explotar- murmuré.

     - ¿Por qué?- me contestó ella.

     - Soy una mierda- las lágrimas me quemaban los ojos. 

     - No digas eso, Lía.

     - Acabo de matar a una niña, sentí envidia por Mila mientras estaba viva y ahora estoy bien sintiendo que está muerta, no paró de juzgarlos a todos con la mirada... es como si necesitara hablar y decir todo lo que pienso.

     - Entonces no esperes más, guardarse lo que uno siente solo termina en conflictos con uno mismo.

     - Creo que Ángel es un idiota, se confunde entre dos amigas cuando ya enamoró a una y hace sufrir a su amigo, lo peor es que Gala no lo quiere, lo usa- sin darme cuenta mi voz fue alzándose-. Gala es una maldita egoísta, se cree perfecta y por eso se hace la que no puede perdonar a Julian, como si ella no se hubiese equivocado nunca en su vida, le roba quien ama su amiga solo por un capricho, para hacer sentir celos a Julian, queriéndole hacer sabe lo que él se pierde, cuando en realidad no se pierde de nada. Julian es un estúpido, ¿por qué rogarle a alguien que no te merece tanto? ¿por qué estropear una amistad por una mierda?, Lisa está dormida en su mundo de cuentos de hadas, siempre sonriendo, no hay motivo para sonreír, menos para ella: quien ama la deja por su amiga porque le tiene ganas y porque con ella no puede tener hijos, su amiga completamente egoísta se olvidó de su dolor. Para tener amigos como se tienen esos cuatro mejor no tenerlos.

    Todos me habían escuchado. Todos estaban perplejos. En otro momento me habría puesto roja como un tomate, pero ahora solo me quedaba destilar veneno. Gala parecía la más furiosa, era de entender, si le hubiera pegado con un palo por la cabeza abría sido más delicado.

     - ¿Quién te estás creyendo como para juzgarme así?- escupió Gala parada frente a mi. Me paré frente a ella.

     - Si te lastiman el ego entonces si estás fuerte como para pararte, pero si estás en contacto con la radiación no, ¿verdad?- le contesté liberando todo el veneno que tenía dentro. Todo el veneno que había creado mi odio por Marcus.

     - No contestaste mi pregunta.

     - Yo no me creo nada, simplemente digo lo que veo- mi cuerpo empezó a liberarse de tanta tensión-, y veo una egoísta que ignora la tristeza de su amiga por una venganza sin sentido.

     - Y yo veo una idiota que reniega de lo que siente porque es una COBARDE- intervino Ángel. Cerré mi mano en un puño y se lo encesté en la mandíbula. Ángel trastabilló, pero consiguió mantenerse en equilibrio. 

     Un estruendo hizo que todo temblara arriba, por los pequeños espacios que dejaban las tablas de madera cayó polvo, y lo supe: Ya nos habían malditamente encontrado. 


Destruye © [No Editada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora