5. Aquello que los unió

669 41 11
                                    


Portada: Sorin, por artbreede. 



Bosque de las almas


Decklan miró a su oponente con admiración.


—Eres bueno.


—No lo suficiente, por lo visto. Es Jaque Mate.


Killian se cruzó de brazos, mirando el tablero de ajedrez con una concentración que hizo a Decklan preguntarse qué pasaría por aquella cabeza brillante. Seguramente no estaba acostumbrado a perder en un juego de estrategia.


—¿Cómo has aprendido a jugar así? –le preguntó, y Decklan se sintió sonrojar de placer.


—Solía jugar con mi madre cuando era un niño. No recuerdo prácticamente nada de mi infancia, pero sí cómo mover las fichas y defenderme en un tablero. Después... después tuve mucho tiempo para practicar.


—¿Con mi padres?


Un silencio incómodo se extendió entre ellos, pero finalmente Decklan negó con la cabeza, apartando los ojos y posando su mirada sobre la chimenea vacía de la habitación.


—No, con Sorin. Tu padre no era muy dado a perder su tiempo en juegos. Sorin, no obstante, siempre trataba de aligerar las cosas encontrando qué hacer. Él...


Tragó saliva, incapaz de continuar ante el pensamiento nefasto del más que probable destino de su amigo en las calles.


—Él estará bien.


—Eso no puedes saberlo. Sorin es fuerte, sorprendentemente fuerte, de hecho, pero también está herido.


—¿Acaso mi padre...?


—No. Nunca le maltrataron. Es de otras heridas de las que hablo, aquellas que no se ven pero que siempre acompañan a uno allí donde vaya.


—Háblame de él.


Decklan no quería. Quería tumbarse en su cama, sobre aquel colchón sorprendentemente mullido, y dejarse ir. Dormir tantas horas como fuera necesario para despertar y darse cuenta de que todo estaría bien. Allí no era sino un prisionero entre muros amables.


—Sorin es... Sorin es rubio –dijo finalmente, porque no sabía muy bien cómo empezar—. Tiene unos ojos azules que parecen sonreír a conjunto con su boca. Y siempre parece sonreír. De verdad, como si no le importara que estuviésemos ambos dentro de un castillo del cual no podíamos salir, siempre disponibles a las órdenes de un hombre que en el mejor de sus días puede ser medianamente amable. Pero no con Sorin. Con él siempre fue distante. Era como si fuese algún tipo de mascota para él, siempre consciente de su presencia y con una condescendencia que daba vergüenza.


—Eso es algo muy típico de él.


La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora