21. Un sacrificio primario

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La vio llegar con sus andares livianos y su rostro de niña. Rory, por supuesto, no la reconoció. Pero entonces llegó hasta él su energía, limpia y fuerte. Más fuerte de lo que debería haber sido. Y entonces lo supo. Ella le miró con ojos de vieja en un rostro infantil, y él, simplemente, se quedó mudo.

-Has crecido mucho, niño.

Rory parpadeó, confuso, y entonces ella llegó hasta él. Cuando aquellos brazos pequeños y delgados le abrazaron, sus ojos se humedecieron. Así de fácil.

-Ha sido un largo camino, ¿no es cierto? Estás tan herido.

Y entonces ella meneó la cabeza.

-No te preocupes. Todo sanará. A su tiempo.

-¿Quién eres?

-Ellos me llaman Charlotte. Tú puedes llamarme así también. Está bien.

-¿Cómo nos encontraste?

-Estaba escrito que lo hiciera. Aquí, donde empezó todo. Pero ya habrá tiempo para eso. Antes debemos ocuparnos de tu amigo. Ese que se está muriendo.

-¿Sal?

-Sí, ese.

Y ambos Sal, que acababan de entrar al amplio salón acompañados de Ewan y Hall, estaban pálidos como la luna.

-¿Entonces tiene solución?

-Más o menos. Va a depender de tu propia fuerza, niño.

-¿Qué?

-Ella nos dijo que Sal debía morir. Y entonces tú lo traerías de vuelta.

Rory miró a su hermano, confundido. Pero entonces su cuerpo se congeló.

-Eso no funcionará. Nunca lo hizo.

-Eso no es cierto. Funcionó cuando debía funcionar. Tú mismo lo has visto.

Rory la miró, repentinamente enfadado.

-No pasa con personas. Nunca lo ha hecho.

-Eso es solo porque lo intentaste con aquellos que debían morir. No se puede rehacer el destino, niño. Tú solo puedes enmendarlo. Recolocarlo allí donde debió estar en un inicio. Naciste para ello.

-¿Mi padre debía morir entonces?

-Me temo que sí, chico.

Ella no comprendía. Hablaba como si le conociese mejor de lo que se conocía a sí mismo. Y podía ser verdad. Pero ella no lo sabía todo. No podía saber que Rory intentó regresar a su padre cuando este se quedó sin vida entre sus brazos. Lo intentó con todo lo que tenía, y falló. Había habido veces en las que algún animal parecía reanimarse cuando era rozado por su energía, pero aquello parecía siempre fruto más del azar que de algo que él realmente hiciera. Rory sabía bien sus límites, pues se había chocado con ellos cuando intentó recuperar a aquel que amaba como a un padre.

-No puedo hacerlo.

-Vives acobardado. Nunca pensé que crecieras para volverte así.

-Tú no sabes nada.

-No, chic. Aquí quien no sabe nada eres tú. Pero solucionaremos eso tan pronto como sea posible. Ahora mírale.

-¿Qué?

-A tu amigo. Al que se muere.

Rory lo miró, sus ropas limpias y sus rostros pálidos. Sus ojos perdidos y sus labios finos y agrietados. Sal se veía, en sus dos versiones, horrible.

La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora