16. El campo de los muertos

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Advertencias:

Hay una excena se sexo explícito. Está casi al final, y para aquellos que no quieran leerlo, pueden saltarlo facilmente. 

Es un capítulo un poco oscuro. Nada realmente de violencia explícita, pero sí escenas que pueden resultar fuertes. 

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Lo que antaño habían sido esplendorosos palacios decorados con todo tipo de piedras preciosas, ahora no eran más que un puñado de escombros.

Azorado, Jared cerró los ojos, incapaz de comprender lo que estos veían.

Tuvo que contenerse para no volver sobre sus pasos y mirar de nuevo aquel gran cartel donde se les daba la bienvenida a Arcoa, capital del comercio marítimo. De la que se rumoreaba poseía escondidos en los más recónditos rincones tesoros de incomparable valor y belleza. Ciudad de los grandes castillos y palacios, donde los más ricos mercaderes construían sus casas con columnas de oro y mármol.

Y ahora no quedaba nada.

La montaña de restos chamuscados le hizo taparse la boca, temiendo el acceso de nauseas que le hizo doblarse en dos. Las ropas que quedaban casi intactas evidenciaban de qué eran aquellos restos.

Eran humanos.

-Jared, ¿estás bien?

Demonios, por supuesto que no lo estaba. Pero ante la imperturbabilidad de Killian, no pensaba mostrarse todo lo descompuesto que se sentía.

-Por supuesto. Solo sorprendido. ¿Cómo ha podido pasarle esto a una de las ciudades más importantes de país?

-La guerra. –Killian no dijo nada más. Tampoco era necesario. Junto a ellos, Decklan meneó la cabeza, dejando que sus aturdidos ojos verdes se empapasen con el horror que veían.

-¿No queda nadie vivo? –preguntó Decklan. Jared no tenía ni idea.

-Los que sobrevivieron seguramente abandonaron la cuidad hace tiempo. Esto será pasto de toda la inmundicia humana de los alrededores en muy poco tiempo. No has salido mucho de tu cueva, ¿cierto?

Aquello no era una pregunta, pero ignorando la mirada penetrante de Killian, Jared negó con la cabeza bruscamente. El grupo entró en un estrecho callejón donde el olor a podrido incrementaba a medida que se acercaban al centro.

De pronto Jared se detuvo en seco. A su lado, entre escombros de madera y metal, el delgado cuerpo de un niño se encontraba enroscado sobre sí mismo, como si intentase defenderse de algo. Sin pensarlo demasiado dejó caer al suelo la mochila que cargaba desde hacía horas para correr hasta donde el niño se encontraba.

-¡Jared! ¿Qué demonios haces?

Fuertes brazos le detuvieron, apresándole contra el pecho de Erick. Pateó durante unos instantes, sordo a lo que el otro le gritaba. Tenía que llegar hasta él. Debía ayudar al niño.

Sin embargo Erick le giró para poder mirarle a la cara.

-¡Está muerto! No hay nada que podamos hacer ya.

-¡No es cierto! Tengo que...

No sirvió de nada luchar contra el férreo agarre. Cuando finalmente se cansó, los brazos de Erick dejaron de oprimirle, pasando a rodearle gentilmente la espalda. Jared dejó caer su rostro contra aquel reconfortante hombro, aspirando el aroma que desprendía la oscura camisa.

-Esto es una locura. Nada tiene ya sentido. ¿Por qué iban a matar a tantos niños inocentes? ¿Quién podría hacer algo así? –Erick no contestó. Quizás sin saber qué decir.

La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora