19. Teodora Fingal

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El fuego empezó por la noche. Se alzó en gruesas columnas que iban precedidas de corrientes mágicas. Asoló todo a su paso, y se estrelló contra los gruesos muros de la primera barrera del castillo. Todo se estremeció con el impacto, despertándolos en un sobresalto.

-¿Qué demonios ha sido eso?

Decklan saltó de la cama, confuso, y miró a su alrededor. Sorin ya estaba junto a él, sus uñas convertidas en feas garras y sus ojos dos rendijas demoniacas. Killian llegó también hasta ellos, mirando a su alrededor con los ojos entrecerrados y faltos de expresión.

-Creo que estamos bajo ataque -dijo este, sacando de su bolsa una daga pequeña y brillante. Su vara mágica en la otra mano-. Tenemos que buscar a Jared.

Era fácil decirlo, pero aquel castillo de laberínticos pasillos se retorcía ante ellos lleno de guardias que corrían a su alrededor. Tardaron en llegar a los aposentos del príncipe al menos cinco minutos, pero fue el mismo Jared quien les abrió la puerta con inusitada fuerza.

-¿Qué está pasando? -preguntó Sorin, y Jared les dejó entrar mientras terminaba de vestirse.

- Yian Quin me dijo que están atacando la primera muralla. Parecen ser magos, y mercenarios.

-Mi padre...

-No, Killian. Aún no sabemos nada.

-Debo ir.

-¿Adónde?

-A mirar. Tengo que saber si está ahí.

-Eso es una locura. Entre el castillo y la primera muralla, hay tres barreras más. No nos dejarán salir estando bajo ataque. Y no vas a ir solo.

Killian apretó los labios, claramente ofuscado.

-Es mi padre de quien estamos hablando, Jared.

-Si es tu padre, como dices, pronto lo averiguaremos. Quin nos lo dirá.

Nadie estaba contento con las condiciones impuestas a los invitados, pero todos acataron la orden de no acercarse siquiera al patio que rodeaba el castillo. El Rey pronto se unió a su hijo en el inmenso salón donde se preparaban los mapas y estrategias para la batalla. En los ojos claros del hombre parecían pesar mil batallas perdidas.

-Quiero que os quedéis en los aposentos. Es un grupo de unos dos mil hombres, y no parece que vayan a pasar la primera muralla. Pero no sabemos qué más traen con ellos.

-Yo puedo ayudar.

-Stradling, ¿verdad?

Y mientras el rey se volvía completamente hacia él, Decklan sintió su respiración bloquearse en el pecho.

-Y tú también guardas relación con ese viejo taimado.

Decklan asintió, pues mentir no tenía sentido allí.

-Fui su prisionero durante años.

-Entiendo. Esos hombres no llevan estandarte ni símbolo alguno que los vincule a cualquier facción o Casa. No han enviado peticiones, simplemente llegaron hace unos días, se asentaron en los lindes del bosque y esta noche empezaron a atacar.

Quin, junto a ellos, se adelantó.

-Ayer conseguimos infiltrar dos de nuestros hombres, pero aún no han vuelto, y mucho me temo que algo haya podido pasarles.

-¿Habéis enviado dos Doxis a un ejército de magos? Su energía será evidente.

-No son doxis. Son magos. Pero, de cualquier forma, no han mandado mensaje alguno desde su marcha. Seguimos esperando cualquier señal mientras las defensas de primera línea se encargan de mantener a raya los ataques.

La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora