22. El final de una era

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Antes que nada, disculparme por la tardanza. Han sido meses para escribir este capítulo, y a pesar de que no estoy del todo convencida con este final, he decidido dejarlo así. Porque, incluso quedando más abierto de lo que usualmente me gusta, creo que es correcto. 

Han sido meses con mi tesis de doctorado. Meses de fechas de entrega y de escritura bajo presión. Simplemente ha sido imposible dedicarme como debería haberme dedicado a esto. A esta historia, que parece eterna, y a la que iba a escribir y está completamente detenida hasta que vuelva a encontrar algo de paz conmigo misma. 

Espero que os guste, o al menos que le encontréis sentido a este cierre que trata de culminar una historia que me ha costado sudor y lágrimas. Casi literlamente...

....

Él llegaría y ninguno de ellos podría impedirlo. Aparecería entre las sombras, porque era allí donde se ocultaba, y su canto de sirena sería lo suficientemente fuerte como para tentar a uno de ellos. Ya lo había hecho antes, y lo seguiría haciendo. Mientras tanto, ellos seguirían viviendo bajo aquel manto falso de seguridad, con sonrisas jóvenes y felices ante un reencuentro que estaba ya marcado desde hace más de veinticinco años.

Ella, Charlotte, subía a las almenas cada noche, buscando en la oscuridad un atisbo de su sombra, pero era como si de pronto estuviera ciega. Nada veía más allá de la muralla de árboles que protegían el bosque, a pesar de que podía sentir que algo se acercaba. Tuvo que pasar casi un mes para que algo sucediera, y cuando finalmente él llegó, los pilló a todos desprevenidos. Porque atacó por el lado más vulnerable de todos ellos.

Rory pasó muchos días junto a la cama de Killian, observando, sin ver en realidad, como su herida se iba cerrando y aquellas venas negras se expandían y retrocedían con fuerza renovada cada día. Había en el palacio un curandero que lo visitaba cada pocas horas, suministrando al enfermo algún tipo de brebaje apestoso, pero que poco a poco empezó a hacer efecto. Primero fueron las venas, que se fueron decolorando contra la piel pálida. Después vino todo lo demás, como un cuerpo que recupera lentamente la vida.

A través del tiempo, Rory lo sentía. Sentía todas y cada una de las presencias que habitaban aquella casa encantada, con sus torres inmensas y sus alfombras de colores brillantes. Era por eso por lo que prefería encerrarse allí, donde solo unos cuantos entraban, y siempre por poco tiempo. Todo él parecía descompensado. Como si, de la nada, su cuerpo hubiera despertado a una vida que, aunque ya antes estaba allí, no se sentía así. Tan... viva.

Era aterrador y desconmensurado. Y Rory no sabía cómo apagarlo.

Pasó, entonces, que Carew discutió con Hall. Fue durante una cena, porque la impaciencia de aquel que sabía que algo se acercaba chocaba de lleno con aquel otro que no sabía nada, borrada su mente como estaba.

Pasó, también, que Hall peleó con Erick. Y fue brutalmente horrible, porque allí, entre las paredes del palacio, ante el primer grito del príncipe, muchos de ellos, de los guardias, acudieron en su defensa. Aunque esta no fuera requerida. Y con todos ellos sobre su cuerpo anclado en el suelo, Hall dejó escapar una magia que aún no podía controlar, hiriéndolos a todos. Incluso a Erick, que se encontraba inclinado sobre él.

Y aquello, a pesar de que aún no lo sabían, fue lo que desencadenó todo. Lo que puso en marcha las ruedas de un destino incierto. Y lo que lo dejó entrar allí donde nunca debió poner un pie. Aquel ser asqueroso envuelto en sombras y maldad en su estado más primitivo.

Una vez, cuando era tan solo un niño, su padre le había contado que todo el mundo tenía algo de bondad en él. Rory comprendería, mucho después, que eso no era de todo cierto. Que había seres capaces de cometer actos atroces sin sentir la más mínima sensación de culpa. Y así, carentes de empatía, caminaban entre los humanos como si fueran uno más.

La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora