9. Figuras en llamas

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Anexo: Mitología del libro de la alquimia. "Diario de Kane Bryan, aprendiz del gran Abrahán Kosta".

Todo comenzó siglos atrás. Cuando la humanidad, aterrada ante aquellas extrañas y poderosas criaturas, acudieron en busca de ayuda a uno de los magos más poderosos. Pero retrocediendo aún más...

...

Dice la leyenda que tan antiguo como la misma tierra, el demonio primario, fuente del equilibrio entre el bien y el mal, vivía gobernando las tinieblas desde su inhóspito habitáculo, en lo más recóndito de las sombras. Su voz era un mero susurro, que arrasaba la tierra con la peste y asolaba costas con tempestades.

Se decía que solo el bien primario igualaba su poder. Un perfecto equilibrio, que mantenía el día y la noche en su lugar, la lluvia y el sol, la tierra y el cielo. Todo debía tener su contraparte para funcionar correctamente.

Por ello, cuando el bien primario se hizo con nueve guardianes, que custodiaban su casa del mal, el resentido demonio vio conveniente engendrar nueve oscuras criaturas.

Se decía que cada una de ellas gobernaba sobre un elemento. Cada una más fuerte que la anterior. Nueve poderosos demonios que canalizaban su enorme poder en sus incandescentes cuerpos. Siglos y siglos de luchas hicieron que la tierra creada por el equilibrio entre el bien y el mal se inclinara peligrosamente hacia las sombras. Los demonios eran demasiado poderosos.

Pero entonces el bien primario creo la vida. Primero fueron personas. Humanos sin capacidad de usar magia alguna, y que vivían felices en su ignorancia sobre todo lo sobrenatural. Después, vinieron todo tipo de animales, unos capaces de canalizar su flujo de energía y otros, parecidos a los humanos, incapaces de usar la magia, como los caballos.

Se dice que entonces el mal decidió mejorar las creaciones. Y así las criaturas mágicas nacieron. Lejos de enjendrar el mal, el equilibrio volvió a reinar en la tierra, que se llenó de aquellos que desde su pequeña burbuja decidían, en un destino propio, hacía qué lado de la balanza inclinarse. Desde oscuros Doxys ansiosos de sangre humana, hasta gnomos que desmentían su escasa estatura con proezas heroicas en pro de la vida tan y como la conocían.

Milenios tuvieron que pasar para que la guerra entre los nueve demonios y las nueve criaturas divinas volviera a estallar. Nadie supo cómo fue, pero de la noche a la mañana, los caminos de la tierra se llenaron de extrañas y poderosas criaturas que asolaban pueblos y ciudades a su paso. No se sabía cómo acabar con ellos, y muchos murieron en el intento.

Ante el paso imparable del tiempo, los humanos, cansados de las muertes en vano, acudieron a un poderoso mago para deshacerse de aquellas criaturas. Abrahán Kosta era poderoso. Nadie sabía exactamente su edad, pero sí que era el mago más reconocido de la época. Siempre cubierto con una larga gabardina blanca, que hacía juego con su encrespada barba canosa, también era llamado el mago blanco.

Pero poco tenía su alma de blanca y pura. Conocedor e inventor de la alquimia de las almas, Abraham había estado, durante casi un siglo, experimentando con humanos. "Las almas humanas son como ríos. Fluyen a través del cuerpo impetuosamente. Pero al igual que con los ríos, hay que controlar que su fuerza no se desborde, manteniendo su cauce bien controlado" decía uno de sus más antiguos escritos. Y Abrahán intentó controlar las almas. Primero a través de la magia buena, intentando hacer el menor daño posible, y después sometiéndolas bajo el peso de la oscuridad de su propia energía.

Muchos murieron en sus manos, pero aquellos sacrificios le permitieron un nivel de conocimiento superior al que nunca alguien hubiese tenido sobre las personas. Y así Abrahán llevó a cabo su más insólito y arriesgado hechizo. Selló el alma de uno de los demonios, dentro de un cuerpo humano.

La venganza de un hijo [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora